www.cubaencuentro.com Domingo, 02 de enero de 2005

 
   
 
La Habana: La quintaesencia del cangrejo
Nietzsche, Demócrito y Dios en la 'batalla de ideas' del régimen cubano.
por JOSé H. FERNáNDEZ
 

El socarrón de Nietzsche lo advirtió: buscar el origen de las cosas es algo que puede reportarnos más perplejidad que aclaraciones. A él mismo no le entusiasmaba la teoría darwiniana sobre la evolución de las especies, pues temía descubrir que el abuelo del abuelo del abuelo de su abuelo había sido un cangrejo.

Banderitas en la plaza
'Tribunas abiertas': Batallas sin ideas ni contrincantes.

No obstante, cuando pica la curiosidad, no hay advertencias que valgan. Y en esta isla, luego de haber ensayado todas las variantes de la abulia, francamente no nos queda ya otro remedio que ponernos curiosos ante el nuevo misterio que desde hace algún tiempo nos circunda, nos asedia, nos aturde.

Le llaman la "batalla de ideas", y justo desde su nombre salta a la cara la primera incógnita. Batalla, según el diccionario, es cada episodio de una guerra en que se encuentran y luchan los ejércitos enemigos, o es, por extensión, escena o episodio de enfrentamiento entre personas o animales. Significa que para librar una batalla se necesitan por lo menos dos partes contendientes, dos que no sean iguales ni tiren para el mismo lado. Y ese no es el caso nuestro.

La batalla de aquí no contempla —por expresa prohibición— el más mínimo espacio para dos, con uno basta y sobra. Y si bien ese único batallador suele contender consigo mismo, no es, no puede ser su contrario, a menos que apliquemos aquello de que el peor rival de quien anula a sus rivales es la falta de rival.

Mucho más se complica nuestra porfiada búsqueda de los orígenes cuando nos remitimos al apellido de la susodicha. Porque en eso que llaman "batalla de ideas" no solamente faltan la batalla y los batalladores, sino que de igual modo brillan por su ausencia las ideas.

A diario nos anuncian que como continuación de esta batalla fueron acopiados diez mil racimos de plátanos, o se enderezaron los postes eléctricos que jorobó el ciclón, o que los familiares de los "Cinco Héroes" intercambiaron opiniones con obreros de la construcción, o que en la Mesa Redonda de esta tarde hablarán en coro sobre lo bueno que se ha puesto el mambo, después que cambiaron trompetas por trombones.

Así pues, vemos que en la batalla hay plátanos, postes eléctricos, obreros, héroes, trompetas o trombones, pero ¿y las ideas?

Muela, carapacho y retroceso

Según dejó dicho Ortega y Gasset, las cosas son sólo la superficie de las ideas, pero como aquí nunca han estimado mucho a Ortega, tal vez le viraron de revés la frase, de lo cual resulta que las ideas (de nuestra batalla) son sólo la superficie de las cosas. Sería un paso para irnos arrimando al meollo.

Otra sesuda sentencia especifica que el hecho de creer en una idea no significa poseer esa idea, sino que es la idea la que nos posee a nosotros. También nos sirve. Y una sentencia más, en este caso ciertamente reveladora: cuando las creencias van por delante de las ideas, llegamos a los fundamentalismos.

De manera que quizás no sean ideas sino creencias lo que contiene nuestra "batalla de ideas". Y además puede suceder que esas creencias estén representadas en la superficie de las cosas. Seguimos avanzando hacia el origen.

Cuentan que Demócrito solía decir que, para él, los átomos eran ideas. Y los átomos, para él, eran invariables, eternos, se diferenciaban entre sí únicamente por su forma, magnitud, situación y orden. En fin, que este sabio filósofo griego, uno de los fundadores del atomismo, confundía las ideas con las cosas, y con el revoltijo de ideas y cosas configuraba sus creencias. Entonces no hay dudas en cuanto a que debe aparecer en la lista de los precursores de la "batalla de ideas".

Claro, antes que Demócrito —y aun antes que el pinto de la paloma—, está Dios. Y resulta innegable que éste también puso la mano en el nuevo misterio que nos acompaña. Además, muy bien puesta, como suele hacerlo únicamente Él. Otra explicación no tiene el hecho de que la "batalla de ideas", a imagen y semejanza de Dios, existe pero no se ve, está todo el tiempo en todas partes pero pasa inadvertida, parece regir lo humano y lo divino, pero como viene con el diablo agazapado detrás, termina convertida no más que en una santísima entelequia.

Así que visto y comprobado el hecho, Dios no solamente se encuentra en los orígenes de la "batalla de ideas". También es su propio cuerpo: sangre y huesos, pan y vino, materializados en la superficie de las cosas, que a su vez se disuelven en creencias. Alabado sea Dios, pero qué perplejidad.

Creo que sería preferible volver a Nietzsche, pero no a su advertencia, para la cual ya no estamos a tiempo, sino más bien a sus ancestros. Porque pensándolo mejor, más que con las creencias de Demócrito y con la omnipotente imagen de Dios, nuestra "batalla de ideas" ha sido moldeada con la quintaesencia del cangrejo: muela, carapacho y retroceso.

EnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
El gabinete de la doctora Molina
NéSTOR DíAZ DE VILLEGAS, Los Ángeles
Canarias: Rehenes e ilusiones
MANUEL DíAZ MARTíNEZ
México: Pena sobre pena y pena
ELISEO ALBERTO
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir