www.cubaencuentro.com Martes, 16 de agosto de 2005

 
  Parte 1/2
 
La Habana: El fatum de Fayad Jamís
¿Qué sucedió por fin con los cuadros y dibujos del pintor? ¿Terminaron convertidos en carne de puerco?
por RAFAEL ALCIDES
 

Llena de rabia una mujer que lo amaba hundió un cuchillo en los óleos de Fayad Jamís en el París de los años cincuenta, y después de destriparlos y pisotearlos le destruyó un par de cuadernos de versos inéditos de los que él no tenía copia. Aunque de otro modo, años más tarde volvió a ocurrirle algo que para el caso es lo mismo, pero él no se enteró. Había muerto.

F. Jamís
Sin título (Fayad Jamís).

Para entonces, su obra plástica —óleos, tintas y dibujos— ocupaba un cuantioso espacio, pues Fayad odiaba vender, no se atrevía, le faltaba siempre valor para desprenderse de lo que hacía. Cuando una vez, en Relaciones Exteriores y otra en el Banco Nacional, le pidieron cuadros, los pintó, pero a cambio de telas, pinturas y maderas para caballete.

También a su regreso de México, adonde pasó once años de consejero cultural de la embajada cubana, aceptó venderle tintas al Fondo de Bienes Culturales; pero esto sólo por tener un contrato de trabajo que lo salvara del delito de vagancia en el que entonces incurría quien no estuviera trabajando, y para tener de qué vivir. Hacía todas las tintas del año en un par de días, y después las coloreaba en un par de horas cada mes, en víspera de la fecha de entrega.

Además de pintar, coleccionaba. No habían pintor cubano de mérito, contemporáneo o ya clásico que no estuviera representado en su fondo personal, íntimo, sin que faltara en el mismo la escultura. En este género, recuerdo una del ya muy cotizado Cárdenas, que residía en París y cuyo nombre estaba por entonces prohibido en Cuba. Y entre las obras de artistas extranjeros que en su vagar por el mundo le habían sido regaladas como testimonio de amistad o de admiración, recuerdo, entre muchos, un cuadro de Guayasamin y, si no me equivoco —a menos que años antes se lo cediera a su segunda esposa, como parte de la amistosa repartición de bienes gananciales que al divorciarse hicieran—, un Picasso auténtico.

O sea, que además de estudio, tenía Fayad en su apartamento de la calle O, adonde la muerte lo sorprendiera en 1988 todavía en buena forma, pelo y bigote negros (como buen pintor que era), un rico museo que a él le horrorizaba pensar que un día pudiera disgregarse, caer en manos profanas, o, entre otras desgracias de las que parecía guardar una escalofriante memoria, terminar alguno de sus cuadros utilizado para tapar un hueco en un gallinero, como ya ocurriera con una tela su de su amado Van Gogh, o ser vendido, por insensibilidad o desconocimiento de familiares sin cultura artística, para comprar una caja de cerveza o una pierna de puerco.

1. Inicio
2. Aquí paz...
   
 
EnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
La Habana no aguanta más
IVáN GARCíA, La Habana
Realismo mágico a pulso
ROGELIO FABIO HURTADO, La Habana
Canarias: Trances diabólicos
MANUEL DíAZ MARTíNEZ
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir