www.cubaencuentro.com Martes, 16 de agosto de 2005

 
   
 
La Habana no aguanta más
Entre consignas políticas y escasez, un calor africano y apagones, la capital se viene abajo.
por IVáN GARCíA, La Habana
 

Ni aun en estado de sitio La Habana es fea. Ese trozo de la geografía cubana, otrora villa de San Cristóbal de La Habana, siempre se deja querer. Es como un imán. Aun lejos, uno siempre quiere volver a ella. A pesar de la mugre y el deterioro. No importa que la llenen de propagandas políticas, como ocurrió recientemente con las celebraciones por ser la sede del 26 de Julio.

Vamos bien
Un cartel en La Habana virtual.

En este agosto caliente y húmedo, cuando las familias habaneras rezongan y se quejan por la falta de luz, agua, comida y dinero, los citadinos seguimos amando la capital aunque parezca nuestra cárcel. Vivir en La Habana es casi un martirio para muchos.

Ernesto López, de 41 años y obrero, siempre se pregunta qué mal le hemos hecho al mundo los cubanos para llevar un vida tan difícil. En estos días de verano, el pequeño apartamento de dos habitaciones que comparten López, su esposa y sus tres hijos, en la barriada de Santos Suárez, es un verdadero calvario. Falta el agua y sobran los apagones de hasta seis horas diarias. Falta de mantenimiento, su piso tiene las paredes roídas y está repleto de filtraciones. Cuando llueve, su casa se convierte en un lago.

"Desde que me despierto, sin desayuno y una sola comida al día, a veces no quisiera abrir los ojos jamás", señala López con rabia.

Llevar comida a la mesa es una tarea digna de un mago. Lo mismo se roba un saco de cemento, que un manojo de cabillas en su puesto de trabajo: un almacén en las afueras de la ciudad. Su esposa carga en su oficina con todo lo que se puede vender: lápices, presilladoras, hojas, bombillos y hasta la tapa de un tanque de baño. Cualquier cosa con tal de sobrevivir y alimentar a sus tres hijos adolescentes, de 12, 14 y 16 años, que aún estudian.

Sin allegados en el extranjero que les envíen los benditos dólares, son la típica familia cubana que come una vez al día y almuerza un pan con aceite o tortilla, en el mejor de los casos. En estas vacaciones de verano, matan el tiempo viendo televisión —cuando hay electricidad— y sus hijos van a las playas, al Este de La Habana, o a algún bailable público.

"Siempre corremos el riesgo de que algún día se vean envueltos en una de las tantas trifulcas que se desatan en los bailables, pero los pobres muchachos no tienen más opciones", comenta López.

Si algo ha puesto de moda la revolución de Fidel Castro, son los bailables multitudinarios en plazas y parques de la Isla. En estas bachatas "revolucionarias", se vende ron y cerveza de cuarta categoría, y la riña, con heridos y a veces hasta muertos, ya no son noticia. Por lo general, animan las pachangas orquestas pésimas que interpretan composiciones marginales y una timba agresiva.

La excepción fue la actuación reciente, en la zona aledaña al Hotel Nacional conocida como la Piragua, de la orquesta Los Van Van, que por sus 35 años ofreció un concierto masivo. En este recital Formell y su orquesta cantaron viejos y nuevos números, como aquel que reza: "qué va, está bueno ya, que La Habana no aguanta más".

Ernesto López y su familia tomaron cerveza infame y movieron la cintura como saben hacerlo los cubanos al ritmo de Los Van Van. A las dos de la madrugada caminaron tres kilómetros y medio para llegar a su hogar. Al día siguiente, los titulares de la prensa nacional, fiel a su papel de crear una realidad virtual, decían que La Habana se embellecía para celebrar "el 26" y, según Castro, la economía nacional había crecido un 7,3 por ciento en el primer semestre de 2005.

Nadie creyó las exageradas cifras que en su euforia desmedida nos vende el gobierno. Las tiendas por divisas están cada vez menos surtidas, los precios están por las nubes, hay menos ómnibus, y las calles y edificios están más destruidos. El pretendido crecimiento económico de los últimos tres años a ritmo alucinante, sólo lo puede notar el gobierno.

La Habana y su gente no se dan por enterados.

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