www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
   
 
La Habana: Crónica de un verano más
por MIRIAM LEIVA
 

¿Cómo se explica que un pueblo con un rico pensamiento político y social, y tradiciones culturales y sociales, además de laborioso y emprendedor, haya caído en la más profunda abulia?

Malecón habanero
Niños bañándose en el malecón habanero: una de las pocas opciones del verano.

Duele mucho caminar por cualquier pueblo o ciudad, y ver las caras tensas de seres enjutos de todas las edades, agobiados por la espera; esa desidia que les adormece los sentidos y los torna dóciles y sin aspiraciones. Cuando la indolencia resulta absurda, surgen exabruptos, con incomprensibles discusiones, y hasta algún golpe, pero los contendientes tienen que calmarse, ya sea por la presión de los vecinos o la presencia de cierto agente del orden público.

Este verano jóvenes y niños deambulan por las cuadras. Los mayores juegan dominó, quizás hacen pequeñas apuestas y hasta beben ron. Pero casi ninguno echa mano a un buen libro ni frecuenta un teatro. Eventualmente pondrán la música tan alta como permita su equipo.

Los más pequeños corren en riadas por los pasillos entre los edificios y casas, para "deleite" de los oídos y nervios de los moradores. Pocos son los que van al zoológico, al acuario o al teatro guiñol. Ni grandes ni chicos van a la playa o al río, pues el transporte, perdón, eso que debería transportar, apenas existe en Cuba. Tampoco hay hoteles disponibles para los nacionales, aun cuando pudieran pagarlo en divisas. Visitar algún campismo resulta imposible, pues existen muy pocas capacidades, y muchos han sido destruidos por los ciclones de meses recientes.

Ni a padres ni a hijos se les ocurriría pensar en ponerse delante de un vídeo o una computadora, menos conectarse a Internet. La mayoría de los cubanos no puede imaginarse frente a tales objetos nocivos, transmisores de ideología, noticias y costumbres deformantes (no crean los malpensados que el gobierno lo dificulta, porque la información es poder, ni se pregunte para qué se imparten clases de computación en las escuelas). Mucho menos pueden encender el televisor para escoger "los canales", como se dice en Cuba a las imágenes llegadas a través de parábolas clandestinas para las transmisiones vía satélite, aunque siempre existe algún "desviado" que logra acceder.

Claro, podrán sentirse felices con la programación de verano en la tele, bastante extensa este año de tantas penurias y dificultades (bien cargada de propaganda aleccionadora), si no tienen apagones y no es interrumpida durante eternas jornadas por algún acontecimiento político de la mayor trascendencia para Cuba y, por tanto, para todo el planeta.

Existen esas opciones, a menos que se haya tenido "la suerte" de contraer el virus que afecta a los cubanos desde el comienzo del calurosísimo verano. Entonces sí que las pocas fuerzas sólo alcanzarán para tomar una pastilla contra los dolores y la fiebre, a condición de haberla podido conseguir en la farmacia para donde el médico del Consultorio de la Familia puede darle receta. Lo más probable es que termine frente a alguna mata silvestre de romerillo, que dicen sirve para aliviar y curar casi todo.

Tendrá que hacerse una "sopa de cuadritos". No podrá esperar a que llegue el pedazo de pollo que venden por la libreta de racionamiento, para prepararse el espeso caldo que las abuelas siempre han dicho acaba con la gripe y sus similares. Este agosto ni el poco pescado que "toca" se ha dejado capturar.

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