www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
   
 
La Habana: Hasta el inventario final
Desde hace mucho tiempo hemos perdido los sobrantes y sólo nos sobran los faltantes.
por JOSé H. FERNáNDEZ
 

En La Habana sobran los faltantes. Ello no significa que falten los sobrantes. En realidad hay unos pocos a quienes les sobra lo que falta a la mayoría. En tanto, a la mayoría le viene faltando todo cuanto les sobra a quienes tienen de sobra todo lo que falta. No es juego de palabras, sino algo levemente más tétrico: el doble filo del totalitarismo en su fase superior (de pudrición), la cumbancha.

Inventarios
Tienda cerrada por subida de precios.

La cuestión es que, debido a los faltantes, resulta muy corriente que los establecimientos de aquí, en particular los dedicados a la venta o al servicio en divisas, nos cierren sus puertas cualquier día hábil, el menos pensado, y, claro, sin previo aviso.

Llegas y tropiezas con el letrero, que no pretende (no se usa) presentar disculpas al cliente, sino que sencilla y secamente advierte: "cerrado por inventario".

Al final, después de haber pasado dos, tres, siete días, a veces muchos más, a cal y canto, el establecimiento vuelve a abrir sus puertas, con los mismos productos adulterados, con iguales anomalías entre los precios (de por sí abusivos) que dispuso el aparato estatal y los que en la concreta se le exigen al comprador, y hasta quizás con mayor número de faltantes que los que faltaban antes de cerrar.

Es que ya lo ha dicho el dicho, no es posible dispersar la bruma con un abanico.

El fenómeno de los faltantes no es sino una arista, más o menos representativa, del estado general de deterioro que padecen todas las instancias del régimen y todos los estratos de nuestra sociedad, donde todo falta y toda falta se falsea, bien en materia económica, moral o del simple sentido común.

También la reacción de cerrar para inventario resulta representativa, al nivel general y en grado sumo.

Ante el resultado catastrófico de lo dispuesto a la diabla, de la ciega imposición como método, del capricho, la barrabasada, el acto ilegal o corrupto o taimado, siempre hay una salida, la misma: trancarse en banda para deshacer el entuerto (o fingir que se deshace) con la tranca puesta y sin testigos. Como reafirmando a cada paso que somos demasiado soberbios para mostrarnos tal cual somos.

¿O será que hacemos demasiado mal las cosas, y con demasiada frecuencia, para que aspiremos a hacerlas de otro modo que no sea tras las sombras impunes del "cerrado por inventario"?

'País cerrado por inventario'

Va y sencillamente nos hemos tomado muy en serio aquello de "en silencio ha tenido que ser". Lo malo es que en estos predios la prudencia nunca constituyó un valor en alza. Así que donde la frase aconseja cautela, entendimos coartada; cuando nos sugiere reserva, aplicamos disimulo, y, al final, el susodicho silencio no significa silencio para nosotros, sino más bien celada.

En cuanto a los cierres por inventario de los establecimientos cubanos, no son menos oscuros que los demás, no podrían serlo. Nadie llega a saber qué los provoca, por qué tan abundantes y continuos, qué se busca con ellos, qué se encuentra, para qué sirven.

Sólo muy de vez en vez, cuando al parecer los faltantes alcanzan niveles de escándalo inocultable, suele trascender que el gerente, con o sin los miembros de su cuadrilla, son trasladados "en silencio" a otro establecimiento, quizás para que garanticen la tradición del cierre por inventario.

Muy eficaz no les resultará la práctica, pero puede resultarles medianamente entretenida.

Si hasta planillas se dieron a inventar para que conste que no todos los faltantes faltan por obra del delito, sino que existe un canon burocrático para delimitar cuándo lo que falta está bien que falte, tal vez porque sobraba, y cuándo falta porque no ha faltado quien lo hizo faltar. No es mero juego de palabras, sino algo peor.

En fin, que tal y como vamos, no se vislumbra muy lejano el día en que los aviones no puedan aterrizar en el Aeropuerto Internacional José Martí, debido a un cartel inmenso que cubre toda la pista para advertir secamente a los viajeros: "el país está cerrado por inventario".

Nuestros leales amigos y colaboradores del exterior deben tener presente que cuando ello ocurra, no hay que perder la paciencia, ni la utopía. Si no estamos disponibles, será porque hemos asistido en masa a la marcha del pueblo combatiente para demostrar nuestro inquebrantable apoyo al último inventario del régimen.

No importa que desde hace mucho tiempo hayamos perdido los sobrantes y que sólo nos sobren los faltantes. Siempre nos quedará el consuelo de inventariarlos. Así que sigamos adelante, redoblando esfuerzos y (como suele decir vox populi por lo bajito) de cierre en cierre hasta el inventario final.

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