www.cubaencuentro.com Viernes, 28 de octubre de 2005

 
   
 
La Habana: El nuevo misterio que nos acompaña
A salvo de Telesur: El régimen ha dispuesto que la pretendida Al Jazeera latinoamericana no sea vista entre los cubanos en vivo y en directo.
por JOSé H. FERNáNDEZ
 

Al menos por una vez tuvimos suerte. La señal de Telesur no llega a tiempo completo a nuestros televisores. Sabe Dios qué pretexto le habrá arrimado el ventrílocuo a su muñeco, pero el asunto es que ni siquiera ese bodrio con toda la traza de producto diseñado en Cuba, puede ser visto aquí directamente.

F. Castro TV
Castro a pulso y una hora (enlatada) de Telesur.

Es como la cirugía neurológica, o el habano de marca, o los camarones, o la subversión política: rubros exportables, desde nuestras manos hacia el tan temido infierno de los otros, allá afuera, pero sin capacidad de retorno. Por si las moscas.

Conste que no es una queja y que no estamos reclamando acceso a este nuevo hijo bobo del petróleo venezolano. No sea que también por vez primera decidan atender la demanda, y nos atiborren la pantalla a golpe de Mesa Redonda convertida al cuadrado.

En la Isla, dicen que el tercer socio entre los cuatro de Telesur, por orden de capital invertido, nos basta y sobra con una hora (enlatada) de su programación. Es más de lo que deseamos y de lo que estamos dispuestos a sufrir.

En buena ley, una hora diaria como promedio sobrepasa el tiempo que la generalidad entre nosotros permanece frente a su aparato de televisión. A no ser los que todavía conservan el acceso clandestino a los canales de Miami. Y aun entre estos, los más fieles espectadores de culebrones, el Show de Cristina o Sábado Gigante, tampoco constituyen mayoría, por razones obvias.

Pero gran parte de los cubanos de adentro, y los jóvenes muy en especial, sólo se sientan ante una pantalla (preferiblemente de vídeo) para ver películas, algún que otro programa humorístico y algún evento deportivo.

El público televisivo de aquí está formado, sobre todo, por niños y militantes del Partido. Con su fantasía natural, los niños agregan lo que siempre les falta a los programas infantiles. Para los militantes la función es más ardua. La fantasía viene ya incluida en la programación adulta, pero necesitan paciencia para asimilarla.

Tal vez esto de la paciencia explique de alguna manera los motivos por los que el régimen ha dispuesto que Telesur no sea vista entre nosotros en vivo y en directo. Y es que la paciencia tiene un límite. Quizás hasta la de los militantes.

Lo bueno y lo malo

La cuestión es que de momento estamos a salvo. La pretendida Al Jazeera latinoamericana no nos va ni nos viene. Apenas la hemos oído mencionar. Y somos pocos, muy pocos, los que hemos perdido algún minuto de nuestra existencia con los fragmentos que la televisión nacional sirve en plato frío, como la sardina, luego de expurgadas hasta sus más leves y aun hipotéticas espinas.

Tampoco entendemos, nadie nos ha explicado, en qué consiste el 19 por ciento de las acciones que Cuba (según dicen) ha empeñado en ese proyecto. Mucho menos se nos ha pedido nuestro consentimiento, con todo y que supuestamente se trata de un capital nuestro, sudor de nuestro lomo, fruto de nuestro esfuerzo, exprimido de nuestras carencias y nuestro sacrificio.

En fin, que hasta este mismo instante Telesur no es para nosotros sino otro nuevo misterio que nos acompaña. Casi tan misteriosa como Tele Martí, cuya existencia conocemos nada más que mediante el chanchullo y las amenazas que se entrecruzan desde uno y otro lado del Estrecho, al tiempo que los televidentes seguimos esperando por la primera señal.

Y tampoco estamos reclamando nada, que conste. Si algo no necesitamos en esta isla es que alguien nos diga dónde está lo malo y dónde lo bueno. De lo malo conocemos ya (por experiencia de casi medio siglo) hasta donde el jején puso el huevo. Así que lo bueno debe ser lo contrario. Sólo falta que se nos permita buscarlo por nosotros mismos, a cuenta y riesgo, sin asociaciones trasnochadas ni padrinazgos que nos azoquen y nos endeuden.

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