www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
  Parte 2/3
 
Homilía de Navidad
Texto pronunciado por monseñor Pedro Meurice Estiú, Arzobispo Primado de Cuba, el 25 de diciembre de 2003 en la Catedral de Santiago, donde criticó los 'falsos mesianismos' del siglo XX: el nazismo y el marxismo-leninismo.
 

Esto lo digo porque ordinariamente en nuestro tiempo, eso que claramente los cristianos definimos y buscamos en orden a la salvación, en orden a comprometer nuestras vidas en el tiempo administrando las cosas del mundo como pueblo de Dios, como laicos, tiene otros nombres. Muchos nombres. Quizás nunca antes como en nuestro tiempo, desde finales del siglo XIX y todo el XX, hasta llegar a estos, al de los más jovencitos; nunca, el hombre ha tenido más definida la idea de que el ser humano puede, de que sólo con sus propias fuerzas puede conseguir su salvación. Nunca se había formulado esto en la historia tan claramente como en nuestros tiempos.

Aunque ya no se oye mucho tocar y cantar La Internacional, la deben haber oído y cantado alguna vez; en una de sus estrofas dice: "no más salvadores supremos, ni César, ni burgués, ni Dios, nosotros mismos haremos nuestra propia redención". No es cosa del pasado, es el presente que nos ha tocado vivir a nosotros. De eso no se habla mucho, pero se hace mucho, más de la cuenta.

Se utiliza todo el poder del Estado cubano y se hace trabajar a todos los cubanos, sea quien sea y piense como piense, para eso. Pero no se dice mucho.

Esa ideología concebida y propuesta para ser nosotros mismos nuestra propia redención: fuera Dios, fuera César… es algo que hemos vivido. Los que tenemos más de cincuenta, sesenta, setenta años, vivimos la Segunda Guerra Mundial, vivimos los tiempos de otra ideología que tuvo las mismas pretensiones de ser la salvadora de la humanidad, que se llamó nazismo o nacional socialismo.

Pero estábamos hablando del Mesías que debía de venir, del Mesías que vino, estamos hablando del Mesianismo del que habla La Biblia. Y estamos hablando también de los falsos mesianismos; que los ha habido siempre en la historia de la humanidad, pero en el siglo XX los dos principales han sido el nacional socialismo y el marxismo-leninismo, comunismo.

Pero eso se acabó, costaron millones de vidas en Europa, los dos; el primero en una guerra, el otro se derrumbó, se desmoronó. Cuando el falso mesianismo se mete en la cabeza de un pueblo, se pretende potenciar a ese pueblo para que tome conciencia de ser un pueblo mesiánico, como el pueblo judío, un pueblo que de alguna manera dominará (como pretendían los judíos) a los demás pueblos, los subordinará. Eso lo pretendieron a sangre y fuego los nazis y también lo intentaron después los comunistas. Esta no es historia ajena, es historia nuestra. Ahora con sus matices lo estamos viviendo, ese mesianismo, lo estamos viviendo. Basta con leer la prensa, oír la radio o ver la televisión. No estoy exagerando, simplemente estoy constatando un hecho.

Los mesianismos, los falsos mesianismos. ¿Qué quiere decir esto? Tiene que ver con la vida y tiene que ver con la muerte; pues el que da un patinazo en esto pierde la vida, y el pueblo que juega con esto pierde la vida.

El ser humano se hace la pregunta si con sus propias y únicas fuerzas puede conseguir su salvación, y la afirmación de la fe cristiana, la afirmación en el A.T. es: "La salvación viene de Dios, sólo de Dios". Pero poco a poco el pueblo hebreo fue aprendiendo que no sólo es la iniciativa de Dios, sino que de alguna manera todo ser humano tiene que poner de su parte a esa revelación de Dios, a ese don de Dios. Dice San Agustín: "Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti".

Vino el Hijo de Dios, El Mesías esperado por la naciones. Cuando Él vino, las cosas que dijo y las cosas que hizo el Hijo del Hombre, el Hijo de Dios, chocaban con la mentalidad y con los conocimientos de los hombres de su época. Los suyos no lo recibieron. No aceptaron su revelación, no aceptaron su manifestación, no aceptaron lo que Él decía de cuál era el camino de la salvación, cuál era el lugar de Dios y cuál el lugar del hombre. Él mismo, al escoger la condición humana, la fidelidad a la condición humana hasta el extremo: si hay que morir Yo muero, si hay que padecer, padezco. Eso no entraba en la cabeza de aquélla y por eso lo mataron. Ni entró en la cabeza de los hombres después, por eso las grandes herejías contrapuestas de los primeros siglos de la Iglesia: es un ser humano no es Dios, es Dios, no es un ser humano.

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