www.cubaencuentro.com Viernes, 28 de octubre de 2005

 
  Parte 5/9
 
La presencia social de la Iglesia
Instrucción teológico-pastoral, firmada por los 13 obispos católicos de Cuba, dada a conocer el 8 de septiembre de 2003, festividad de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre.
 

IV. La presencia pública de la Iglesia

De acuerdo con la naturaleza y misión de la Iglesia se determina cómo debe ser su presencia pública y su servicio a la sociedad: qué debe aportar la Iglesia, cómo deben actuar los cristianos y cómo debe relacionarse con el Estado.

1. Servicio de la Iglesia a la sociedad cubana

La Iglesia... "existe en el mundo y con él vive y actúa", "avanza junto con toda la humanidad y experimenta la misma suerte terrena del mundo", más aún, "existe como fermento y alma de la sociedad" (Gaudium et Spes 40). "La misión propia que Cristo confió a la Iglesia no es de orden político, económico o social, pues el fin que le asignó es de orden religioso" (Gaudium et Spes, 42). Por tanto, la Iglesia no debe identificarse con ningún partido político ni parecerse a él; tampoco es una sociedad económico-financiera para distribuir equitativamente los bienes de producción, ni principalmente una entidad asistencial para enfermos y desvalidos de la sociedad. Su misión es religiosa, ser proclamación de un Dios Padre Creador de los hombres, y de su proyecto de vida en plenitud para todos los seres humanos y para la creación entera, tal como se reveló en Jesucristo. Pero esta proclamación incide necesariamente en la organización social y política donde se juega la vida de los seres humanos. Por ello esa fe cristiana, o encuentro personal con el Dios revelado en Jesucristo, "ilumina todo con una nueva luz y manifiesta el plan divino sobre la vocación integral del hombre, y así dirige la mente hacia soluciones plenamente humanas" (Gaudium et Spes, 11).

"La persona humana es el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales" (Gaudium et Spes, 25). "La Iglesia, que por razón de su ministerio y de su competencia, de ninguna manera se confunde con la comunidad política y no está vinculada a ningún sistema político, es al mismo tiempo el signo y la salvaguardia del carácter trascendente de la persona humana" (Gaudium et Spes, 76).

Apoyados, pues, en estas grandes verdades de fe y en la Doctrina Social de la Iglesia, los Obispos Cubanos consideramos que, para el adecuado desarrollo de la persona humana, se debe favorecer el ejercicio de la libertad, las relaciones fraternas y la búsqueda de lo que trasciende al ser humano. No habrá una sociedad sana si no se promueven y garantizan, inseparablemente, estas tres dimensiones de la persona humana.

Como este desarrollo sólo se da dentro de un tejido social, en el mismo deben garantizarse los derechos humanos, que son aspiraciones comunes de futuro que se van fraguando como una ética secular. Hoy ya tenemos bien formulados los derechos de los seres humanos y de los pueblos: a la vida, a la libertad, a la autodeterminación; derechos de la familia y de los individuos; derechos políticos a la libertad de expresión, de asociación, de movimiento, etc.; y derechos sociales, a la educación, a la atención médica (Cf. Pacem In Terris n. 4). A este propósito recordemos el texto del Sínodo de Obispos de 1971: "Toda la Iglesia, y con ella los Obispos y los sacerdotes, según sus responsabilidades, ha de escoger una manera precisa de actuar, cuando está en juego la defensa de los derechos fundamentales del hombre, la consecución de la causa de la justicia y de la paz, arbitrando medios claramente conformes al evangelio".

Dios quiere la vida en plenitud para todos sus hijos y ha hecho suyos los sufrimientos y las aspiraciones de todos, especialmente los de los pobres y excluidos. Jesucristo no fue indiferente al sufrimiento humano: al dolor, a la enfermedad, a la muerte, ni a las situaciones injustas que laceran la dignidad del hombre, como son: el hambre, la falta de libertad, el abuso del poder y otras condiciones económicas o políticas. Su respuesta ante estas situaciones fue el amor hasta el extremo de entregar su vida en la cruz. A este servicio en el amor está llamada también la Iglesia: éste es el bien que ella puede y debe aportar a la sociedad.

Ahora bien, "la orientación del hombre hacia el bien sólo se logra con el uso de la libertad, la cual posee un valor que nuestros contemporáneos ensalzan con entusiasmo. Y con toda razón...: la verdadera libertad es signo eminente de la imagen divina en el hombre...; la dignidad humana requiere, por tanto, que el hombre actúe según su conciencia y libre elección..." (Gaudium et Spes 17). Por ello se pide a los cristianos una actitud públicamente responsable y coherente que favorezca el progreso de la libertad humana y cristiana, teniendo presentes las palabras del Señor: "La verdad los hará libres" (Jn 8, 32).

Esta actitud responsable es más que nunca necesaria en nuestro país, cuando los problemas son tantos y tan grandes que no sabemos qué hacer, o lo que se hace no da el fruto esperado. La opción que se presenta entonces con más fuerza es la de escapar, sea hacia el extranjero, sea hacia las evasiones que enajenan la responsabilidad, como el alcohol, las drogas y hasta el suicidio, o hacia una simulación acomodaticia a los requerimientos impuestos por las circunstancias. Sólo mediante la oración, la meditación de la Palabra de Dios, la aplicación de la Doctrina Social de la Iglesia y una serena reflexión compartida, podrá ser ejercida la verdadera libertad de los hijos de Dios.

1. Inicio
2. 3. La visita del Papa...
3. III. Naturaleza y misión de la...
4. 2. La misión de la Iglesia...
5. IV. La presencia pública...
6. 2. Compromiso político...
7. La independencia necesaria a...
8. 2. La unidad del pueblo...
9. 4. Construir la esperanza...
   
 
EnviarImprimir
 
 
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir