www.cubaencuentro.com Viernes, 28 de febrero de 2003

 
   
 
No a Sadam, no a la Guerra
(24 febrero 2003)
 

Otra vez el mundo se halla atrapado en el dilema de la paz o la guerra. Otra vez la voz de la calle clama por la paz mientras los ejércitos se movilizan. Otra vez estamos preguntándonos si es necesaria la guerra y si es posible la paz.

A dos hechos debemos el actual clima bélico: la brutal provocación terrorista a EE UU el 11-S y la renuencia del régimen genocida y expansionista de Sadam Hussein a cumplir con las resoluciones de la ONU que lo obligan a despojarse de sus armas de destrucción masiva.

El problema iraquí no es nuevo. Proviene de 1991, cuando Irak invadió a su vecino Kuwait para apoderarse del petróleo de este pequeño emirato, provocando la llamada Guerra del Golfo. Al ser derrotado por una coalición de naciones encabezada por EE UU, Hussein aceptó un armisticio que lo comprometió a desmantelar, de manera demostrable, sus armas químicas y bacteriológicas, lo que no ha hecho. Y no sólo no ha demostrado haber destruido esas armas, sino que intentó la fabricación clandestina de armamento nuclear. En los doce años transcurridos desde entonces, Hussein ha incumplido 16 resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU que lo instan al desarme. Así, pues, Sadam Hussein es responsable del peligro de guerra que hoy nos inquieta y en sus manos está conjurarlo y evitar a su pueblo los sufrimientos derivados de una acción bélica: basta con que empiece a desarmarse o dé pruebas fehacientes de haberlo hecho.

La guerra siempre tiene un precio alto, un precio que suelen pagar más inocentes que culpables. Pero también la paz, a veces, tiene un precio elevado. No siempre la paz es posible ni está exenta de riesgos. Una paz mal concebida puede conducir a situaciones atroces, como demuestra la historia del nazismo. La experiencia histórica enseña que es aconsejable evitar la guerra por todos los medios, pero no a toda costa.

En la presente crisis parece posible aún postergar por más tiempo el recurso de la fuerza, aunque gracias a la presión militar Sadam Hussein está empezando a hacer lo que en doce años no hizo. En aras de evitar las destrucciones y muertes que toda guerra genera y de no incrementar las tensiones entre Occidente y el mundo árabe, EE UU y sus aliados deberían reprimir el ardor guerrero que los agita y dar más oportunidades a los esfuerzos pacíficos, así como conceder a los investigadores de la ONU todo el tiempo que requieran para concluir su misión. El uso de la fuerza, además, en este caso no será legítimo antes de que los investigadores rindan su informe definitivo y el Consejo de Seguridad apruebe la resolución correspondiente. Tanto mermaría el crédito de la ONU que su Consejo de Seguridad se cruzase de brazos ante las fintas de Sadam Hussein como que algunas naciones interviniesen por su cuenta en Irak en base del inaceptable concepto de "guerra preventiva".

Al día de hoy, la postura más sensata ante la amenaza de guerra es la expuesta por el Consejo Europeo en su Acuerdo del martes 18 de febrero, en el que reconoce que la guerra no es inevitable y recomienda agotar todas las vías pacíficas para lograr el desarme de Irak, recurrir a la fuerza sólo in extremis y no tomar ninguna iniciativa al margen de las Naciones Unidas.

Aunque la desaparición del régimen talibán bajo las bombas norteamericanas fue un duro golpe para Bin Laden, quien con ello perdió la guarida afgana, y aunque el fin de Hussein, bajo las mismas bombas, significase el cierre de otra probable guarida del escurridizo cabecilla de Al Qaeda, las bombas no acabarán con el terrorismo. Como dijimos en el editorial del número 21/22 de la revista Encuentro de la Cultura Cubana, publicado a raíz de los atentados a las Torres Gemelas, "no serán los tanques ni los misiles, ni siquiera los comandos mejor entrenados o los policías más sagaces, los que acaben con el terrorismo, ni en Oriente ni en Occidente. Mientras los problemas sociales, políticos y económicos que lo originan y alimentan no sean resueltos, seguiremos siendo, todos, en cualquier parte del mundo, víctimas de ese monstruo de mil cabezas".

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