www.cubaencuentro.com Martes, 30 de marzo de 2004

 
   
 
Una cruzada contra la Cultura
(16 febrero 2004)
 

La reciente negación de visas por parte del gobierno norteamericano a un grupo de músicos cubanos residentes en la Isla, unida al bloqueo a las actividades de diez empresas que violan el embargo de Washington a La Habana, sólo se explica como un gesto de la administración Bush, en un año electoral, de cara a los sectores más radicales del exilio de Miami.

¿Cómo, si no, puede entenderse que mientras castiga a empresarios por comerciar con La Habana, los Estados Unidos se hayan convertido en el principal exportador de alimentos a Cuba; o que, después de no habérsele otorgado la visa para la pasada entrega de los Grammy Latinos, la orquesta Los Van Van la haya recibido días después para terminar tocando en Cayo Hueso?

La decisión norteamericana no sólo es arbitraria, sino que arma a La Habana de suficientes argumentos para continuar con su enfrentamiento retórico. Es lamentable que en la misma premiación donde se le otorgó un Grammy póstumo a Celia Cruz —la cantante a quien no se le permitió volver a su país para visitar a su madre enferma—, estuviera ausente el también premiado Ibrahim Ferrer, sometido en Cuba a largos años de olvido.

Las razones aducidas por Washington rayan en el absurdo, y aunque por supuesto la administración norteamericana esté en pleno derecho de cerrar o abrir sus fronteras a quien quiera, semejantes medidas no muestran otra cosa que el uso demagógico que se hace de la causa cubana por parte de Washington y de ciertos sectores políticos de Miami.

Paralelamente, acaba de celebrarse en La Habana la Feria Internacional del Libro, en la que Alemania, país invitado, se negó a participar. De esta forma, Berlín puso en práctica la más polémica de las medidas anunciadas en junio pasado por la Unión Europea contra el gobierno cubano, tras su última oleada represiva: la de reducir la importancia de la participación de los Estados miembros de la Unión en los eventos culturales de la Isla.

Una treintena de editoriales alemanas, sin embargo, haciendo buen uso de sus derechos, han desembarcado a título privado en La Habana, lo que anula la posible eficacia de la medida berlinesa, convirtiéndola, además, en contraproducente.

La presencia de editoriales alemanas en La Cabaña pone una vez más de manifiesto las desventajas de los países democráticos —con su pluralidad de ideas y libertad de actuación—, al enfrentarse a regímenes totalitarios como el cubano, donde cada orden de la cúpula del poder debe ser acatada al pie de la letra.

Tal vez hubiera sido más inteligente que Alemania aceptase la invitación cubana, dejándole a La Habana el papel de censor, al decidir, como con toda seguridad habría hecho, cuál editorial podía ir y cuál no, y qué escritores podían publicarse y cuáles no. ¿No habría sido más útil que los miembros de la delegación oficial alemana, una vez en la Feria, denunciaran la falta de libertad de expresión existente en Cuba?

Aprovechando tal coyuntura, La Habana no ha dudado en acudir una vez más a la conocida receta del victimismo. En los últimos días, y a través de todos sus medios, se ha dedicado a denunciar un "bloqueo cultural europeo", sin recordarle a los cubanos que fue el propio Fidel Castro, en uno de sus apocalípticos discursos, y para desasosiego de muchos en la Isla, quien renunció a las ayudas de la Unión, llegando a cancelar contratos millonarios de colaboración cultural negociados en La Habana y ya aprobados por Bruselas; a prohibir la aceptación de becas que históricamente han servido a los estudiantes cubanos para ampliar sus horizontes y perfeccionarse profesionalmente; y quien llegó, en el colmo de su soberbia, a cerrar el Centro Cultural Español.

No es sino el gobierno cubano el que, una vez perdida la batalla de los Derechos Humanos ante buena parte de la opinión pública mundial, se repliega a un terreno más escabroso, en el que la toma de decisiones siempre es mucho más controversial: el de la Cultura.

Lo ocurrido en estos días es una clara señal de que lo más efectivo para allanar el camino hacia la democracia y la libertad de expresión en Cuba es, a la par que una contundente y activa condena política internacional, la promoción sistemática de intercambios académicos, culturales y científicos, abriendo las puertas a los cubanos de la Isla al mundo de la diversidad y la pluralidad de opiniones en todos los terrenos.

El abandono de esa política de intercambio no sólo está brindando escudos de protección al castrismo, sino que priva a los ciudadanos de la confrontación con experiencias democráticas, susceptibles de reproducirse en un futuro.

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