www.cubaencuentro.com Viernes, 04 de abril de 2003

 
  Parte 1/4
 
Toco lo que siento y punto
Para Omar Sosa, uno de los más interesantes pianistas cubanos, 'el arte tiene que seguir siendo contestatario'.
por DENNYS MATOS, Madrid
 

Nacido en Camagüey en 1965, Omar Sosa es uno de los compositores más destacados del latin jazz cubano de nueva generación. Su último disco, Ayaguna (2003), fue nominado a los Grammy latinos de la pasada edición, en el apartado
Omar Sosa
de mejor álbum de jazz latino. Hasta el momento, su discografía contempla nueve placas, entre las que destacan Omar Omar (1996), Alcohol de las raíces (1999) y Bembón (2000).

Partiendo de las tradiciones culturales y sincréticas afrocubanas, la música de Sosa intenta fusionar las presencias de la diáspora africana en el mundo. De ahí que emplee instrumentos y músicos de caracteres geoculturales diferentes, aunque marcados por el denominador común de la conexión africana. Su música —que va de Sudáfrica hasta Ecuador, pasando por África del Norte, el Caribe y Brasil— es una especie de mosaico cultural marcado por espíritus ancestrales. Omar Sosa ha alcanzado una singular sonoridad, desbordando claramente las fronteras de lo que hoy conocemos como latin jazz, y de su especificidad cubana: el cubob.

¿Qué te propusiste en tu primera trilogía?

Mi trilogía la inicia Free Roots, Spirits of the Roots y Bembón. En la primera parte hago una introducción a la tradición afrocubana y a la tradición afroamericana, en este caso la poesía hablada —no me gusta la palabra "rap" para denominarla, porque es bastante despectiva— influenciada por las raíces afroecuatorianas. Ese es un poco el leitmotiv, el descubrimiento que hice, o un mensaje que llegaba a mí en un determinado momento y que necesitaba expresar, sacar fuera de una manera coherente. En Free Roots, los primeros detalles corresponden a la poesía hablada y a la marimba, como se usa en la costa del Pacífico, que tiene muchos puntos de contacto, en este sentido, con la costa sudafricana. Pero es el camino religioso lo que me lleva a chocar con todas estas tradiciones, porque trato de buscar el sincretismo por los elementos de la diáspora africana que existen y que están disgregados por el mundo. No quiero demostrar que toco piano o que lo toco bien, regular o mal: toco lo que siento y punto. Soy santero, tengo hecho Obatalá hace muchos años, la religión es mi camino. Encontrarme con la santería significó para mí tener una vía clara en el mundo espiritual, y poder escuchar con más nitidez la voz ancestral de quienes marcan la ruta en la vida de todos nosotros. Esta es la parte cultural de la fe que nos sostiene. A partir de eso desarrollo mi camino.

¿El camino político también?

Incluso mi camino político, porque yo soy apolítico hasta que tocan el punto de la fe, hasta que tocan el valor de la fe religiosa. Cuando cuestionan el punto de la fe y no son capaces de asumir la fuerza ancestral que tenemos nosotros como seres humanos, entonces soy político. Mi política es asumir nuestro mundo espiritual como base de nuestra materia. Y no hablo sólo del mundo ancestral identificado al sincretismo y la religiosidad afrocubana, hablo del mundo como fuerza capaz de comunicarte una visión más amplia que la que pueda enseñar una política o una ideología cualquiera. Uno puede hacerse preguntas basadas en algo, que pueden partir del mundo intelectual, pero este mundo está marcado por la fuerza ancestral de quien te manda el camino para que tú puedas escribir o componer.

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