www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
  Parte 2/2
 
'Europa debe darle a la disidencia la legitimidad que le corresponde'
Tras ser expulsado de la Isla, el Secretario General del Centro Internacional Liberal Sueco, Erik Jennische, reflexiona en torno a su estancia en La Habana.
 

¿Alguna referencia puntual a la disidencia, a personas o grupos disidentes?

Ellos nunca nombran a los disidentes. No obstante, yo tenía un documento, una especie de mapa de la oposición interna. Es una lista de direcciones de casi todos los grupos del movimiento democrático cubano, con todas sus tendencias ideológicas representadas, que contiene desde bibliotecas y periodistas independientes hasta partidos políticos y organizaciones pro Derechos Humanos. Una lista muy larga, de más de un centenar de organizaciones, que el dirigente opositor Héctor Palacios me había dado. Le mostré la lista a la policía y la policía me dijo que a Héctor Palacios nadie lo conocía en Cuba. Es la frase hecha a que siempre recurren.

Los policías cubanos me preguntan por qué nadie en el mundo puede ser diferente. Me dijeron: "Los cubanos queremos ser diferentes, queremos tener otro sistema de gobierno..." Entonces les hice la misma pregunta a ellos: ¿Y por qué nadie en Cuba puede ser diferente? No me quisieron responder. La versión oficial parte siempre de que los cubanos quieren ser diferentes al resto del mundo. Pero la versión oficial no parte de una consulta a los cubanos.

Según los policías, Cuba es la nación más solidaria, más educada, más sana del mundo. Pero los cubanos no son para nada más solidarios que otros pueblos del mundo, y están en su derecho. Al menos deberían tener ese derecho.

¿Qué razones alegaron las autoridades para detenerle y expulsarle?

Se supone que en Cuba, con mi visa de turista, no se puede hablar de política con la gente. No podía reunirme con opositores al Gobierno, la visa de turista no permite eso. Es la justificación legal.

Lo que me parece importante es la ventaja que tenemos nosotros los extranjeros. A nosotros las autoridades cubanas siempre nos van a tratar con algo de respeto, no nos van a meter en la cárcel indefinidamente; a lo sumo tres semanas, como pasó con los políticos checos el año pasado... Si uno tiene una visa de turista y un pasaje de regreso, a lo sumo te meten un par de días en la cárcel y después te mandan a casa, y eso es una ventaja que los extranjeros debemos utilizar. No nos van a hacer más que eso, no nos van a torturar, no nos van a encarcelar más de tres días. Esas cosas pasaban al principio de la revolución, ya no. Ahora sería demasiado difícil de justificar... Es algo que debemos usar para contribuir de alguna manera a lograr la democracia en Cuba, y no se debe dejar de intentarlo.

A nivel social, ¿qué ambiente respiró en Cuba?

Hay una desilusión. Conozco a muchos cubanos que no tienen nada que ver con la disidencia y están muy frustrados por la falta de recursos, por la falta de trabajo, por la falta de posibilidades, por la falta de futuro. Muy frustrados. Los que me han asombrado son los disidentes: tienen una razón de vivir, libran una batalla y el resto de los ciudadanos no. Los disidentes ya se quitaron de encima la doble moral. Quizás no tengan mucho en lo material, pero moral sí que tienen. Ya se respetan a sí mismos, no mienten; quizá tengan miedo, pero ya saben cómo controlarlo, cómo vivir con el miedo y cómo vivir sin mentir. Paradójicamente, los disidentes son los menos reprimidos, porque conocen la represión. Saben dónde está o dónde no está; los otros tienen miedo siempre y no saben dónde está la represión... Se les nota en la cara, en la vista, en la manera de hablar. Los disidentes tienen más moral y mucho menos miedo.

Usted estuvo...

Usted estuvo por primera vez en Cuba en 1998. Desde entonces a la fecha, ¿qué opinión le merece la evolución de la disidencia interna?

Hay un cambio fundamental. El presidente del Partido Liberal Democrático de Cuba, Osvaldo Alfonso Valdés, lo describió muy bien: dijo que anteriormente el movimiento democrático cubano era como un ghetto en expansión, pero un ghetto al fin y al cabo. La gente entraba en tal movimiento u organización, pero no pasaba nada. La gente se reunía y poco más. Con el Proyecto Varela, igual que con otros proyectos —como el de las Bibliotecas Independientes, la Mesa de Reflexión de la Oposición Moderada, etcétera—, se han desdibujado las fronteras entre la disidencia y el resto de la sociedad cubana.

Ya no hay una distancia tan grande entre ser cubano de a pie y disidente; dar ese paso ya no es tan difícil. Antes era un paso enorme, que traía consecuencias para el resto de la vida, la gente perdía el trabajo, le podía pasar cualquier cosa... todavía puede pasar cualquier cosa, pero son tantas las personas que han firmado el Proyecto Varela que las autoridades no pueden encarcelar a 11.020 ciudadanos. Entonces, la frontera entre los que son disidentes y los que no lo son se ha diluido bastante. Es la diferencia más grande que he notado con relación a 1998.

Por otra parte, la confianza del movimiento democrático en sí mismo es mucho mayor. Los opositores hablan mucho más del cambio, como si fuera algo que va a llegar dentro de poco. Antes hablaban más de los problemas y ahora hablan del cambio... Están más optimistas ahora. Yo estuve la última vez en abril de 2000 y, comparando, todos los que conocí entonces son hoy más optimistas.

Hace 15 años había, a lo sumo, un par de decenas de disidentes en libertad, y las embajadas en La Habana tenían mucho miedo. Ahora hay mucha gente en Cuba que no tiene nada que ver con la disidencia y, sin embargo, conoce el Proyecto Varela y se refiere a él.

¿Cuándo comienzan los contactos del liberalismo sueco con la oposición interna cubana?

Precisamente, nosotros tomamos los primeros contactos con organizaciones dentro del movimiento democrático en Cuba en abril de 1998, y desde entonces la relación ha sido muy amplia. Intentamos no distinguir mucho entre las ideologías de los grupos, entre las maneras de trabajo. Obviamente tenemos una relación ideológicamente más fluida con los dos partidos liberales, pero en 2000, por ejemplo, invitamos al socialista Manuel Cuesta Morúa a Suecia, donde estuvo alrededor de una semana. Los socialdemócratas suecos le hicieron una entrevista y punto, nada más. Nosotros lo invitamos y a través de nuestro programa visitó a muchos organismos políticos. Haríamos lo mismo con cualquier opositor cubano que viniera a Europa.

En julio pasado planificamos un seminario con cuatro liberales de la Isla y dos miembros del proyecto de Bibliotecas Independientes en el Parlamento Europeo, en Estrasburgo. La idea era que presentaran sus programas políticos y su visión de la democratización de Cuba, que no habláramos nosotros, sino que ellos expusieran sus experiencias y diferentes estilos de trabajo. Estaba planificado para el 4 de julio. A tres de los cubanos les negaron el permiso de salida en junio. A Osvaldo Alfonso Valdés le dijeron que le responderían la semana después del seminario. El Gobierno cubano, obviamente, sabía cuándo era el seminario. Ya cuando le habíamos preparado todos los papeles, Osvaldo recibió la respuesta del Gobierno de que fuera el 10 de julio. No pudo asistir ninguno, pero igual el evento fue un éxito. Estaban presentes, en representación de las Bibliotecas Independientes, Berta Mexidor y su esposo —ambos ya residían en Miami—; Cecilia Malmström, miembro del parlamento sueco y del partido liberal, Graham Watson, presidente del grupo liberal, y también Pat Cox, que es el presidente de la Cámara. Él estaba ahí y condenó fuertemente el hecho de que el Gobierno cubano no hubiera dejado salir a los opositores. Esto significó un gran paso hacia atrás en las relaciones de la UE con La Habana. En definitiva, para mí y para los demás, el seminario fue un gran éxito.

En Cuba existen...

En Cuba existen partidos que han demostrado estar más a la izquierda, más en la socialdemocracia, que el propio Gobierno. Éste es, por otro lado, uno de los gobiernos más reaccionarios a nivel internacional. ¿Por qué los partidos socialdemócratas europeos no mantienen un contacto más fluido con la socialdemocracia cubana?

Pienso que hay un factor importante. Usualmente, en Europa los socialdemócratas son partidos que aspiran a gobernar o que ya están en el poder, y a un partido gobernante siempre va a importarle más el interés nacional que el ideológico. Siempre defenderán intereses nacionales —ya sean suecos, españoles o franceses—, y por tanto van a proteger sus inversiones en Cuba. El día que los socialdemócratas empiecen a relacionarse más estrechamente con la disidencia cubana, sus inversionistas van a tener problemas con el Gobierno de La Habana. Otra explicación sería que los socialdemócratas europeos no han entendido que la democratización de Cuba no va a venir desde dentro del régimen, lo cual, claro, es una posición bastante cándida.

Por otro lado, a muchos europeos les resulta difícil meterse ideológicamente en asuntos de otros países, tener una opinión sobre la situación política de otros países, mientras no puedan condenar violaciones "graves" de los derechos humanos. Muchos europeos no quieren meterse en eso. Claro que los derechos humanos deberían ser derechos donde sea, en China, en Cuba o en Sudáfrica. ¿Qué otra explicación podría haber?

Una buena parte de la opinión pública de sus respectivos países podría oponérsele...

Podría ser también. Sin embargo, y por ejemplo, los jóvenes que por aquí usan las camisetas del Che Guevara no tienen como referencia a Cuba. La imagen del Che representa más bien un espíritu de rebeldía.

¿Fue el Partido Liberal de Suecia quien propuso a Oswaldo Payá para el Premio Sajarov?

Nosotros lo nominamos desde el principio. Cecilia Malmström lo hizo notorio en el Parlamento Europeo. Ella convenció a todo el grupo liberal de que nominara a Payá. Los liberales no hemos tenido en cuenta que sea democristiano: para nosotros, sencillamente, es un representante de la democracia.

¿Qué más podría hacer Europa por un futuro democrático en la Isla?

No dejar que el Gobierno cubano ignore a la disidencia. Darle a la disidencia, al movimiento democrático, la legitimidad que le corresponde. Con un par de miles de miembros ya una organización lo es de verdad, y se le debe reconocer, hacerla miembro de organizaciones internacionales afines. Hay que convocar a eventos como el que hicimos en Estrasburgo en julio pasado. Aunque no dejen salir de Cuba a los opositores, vale la pena invitarlos. Eso es importante.

¿Qué papel juega ahora mismo en su país la Asociación de Amistad Cubano-Sueca?

Es el brazo de la embajada cubana en Estocolmo, pero no moviliza mucho. Tiene sus militantes antiguos, desde hace 30 años, pero ha perdido mucha credibilidad. El año pasado intentamos que condenara la pena de muerte en Cuba, y ni eso. Si uno les pregunta si no hay nada que criticar en el sistema de gobierno de Cuba te responden que sí... que tal vez la burocracia esté demasiado extendida.

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