Los esperaba en la angosta cabina de producción para materializar lo que desde hacía meses era sólo un proyecto dándome vueltas en las sienes. Primero apareció Gilberto Reyes, que saludó y se sentó frente a mí. Nos mostraron el nuevo comercial del Mikimbín para la televisión y conversamos sobre las últimas nuevas de la situación de Cuba. Luego entró Miguel González con su jovialidad usual. Ya la capacidad de la cabina estaba en el límite. La situación se puso más grave aún cuando hizo aparición Jesús, El Buldog de la Radio, quien literalmente me colocó en mi espacio exacto.

Gilberto Reyes, Miguel González: Los Fonomemecos.

Escuchamos a Gilberto leer un texto excelente para un comercial en el que trabajaba. El Flaco lucía un tanto soñoliento. Aunque pequeño, el recinto parecía toda una lonja creativa donde el talento fluía disonante. Carlos Lanza se sumó a la piña para provocar un aluvión de chistes y comentarios sobre El Mikimbín de Miami, recién terminado. Yo preparaba mi cámara fotográfica y grabadora dispuesto a exprimir hasta el tuétano a los dos protagonistas del conjunto.

Desde mi llegada a la Florida los había seguido de cerca. Sorprendido al inicio, interioricé luego que este singular dúo no tenía mucho que ver con Los Fonomemecos de antaño. Se ha erigido en casi una entidad, todo un fenómeno cultural que ha logrado a través de los últimos años desacralizar varios mitos que prácticamente definían la esencia de la comunidad cubana e hispana en general. No sólo han sabido anular las tensiones, hacen reflexionar, llevan a debatir, sensibilizan o disuaden; pero lo fundamental: unen.

Para muchos en la comunidad hispana del sur de la Florida, escucharlos en la radio y verlos en la televisión fue una suerte de reencuentro; y para un buen grupo fue todo un descubrimiento. ¿Cómo, cuándo y dónde surgen Los Fonomemecos?

Miguel González: Los Fonomemecos surgen en 1980, en Cuba. Éramos tres: un flaco, un rubio medio enano y un negro.

Gilberto Reyes: Yo no era Fonomemeco cuando aquello.

¿Y cuándo tú empiezas?

GR: En el 96… 95 ó 96. Ni sabemos de hecho. Tenemos que buscar la fecha a ver cuándo fue.

¿A qué te dedicabas en aquel tiempo en Cuba?

GR: Era actor. Trabajaba en Teatro Estudio. Me gradué en la Escuela Nacional de Arte y estuve en Teatro Escambray, en Cubana de Acero y terminé en Teatro Estudio. Hice televisión, Dando Vueltas —el programa para niños—, también telenovelas; Día y noche, todo; lo de siempre, el mercenario.

¿Cómo se encontraron en Estados Unidos?

MG: Como te dije, nos asilamos en Santo Domingo. Estuvimos tres meses allá y luego vinimos para acá. Empezamos a hacer el show Pepe y yo, que fuimos los dos que nos quedamos. Los otros viraron a Cuba. Eso fue en el 91, como en el 95 ó 96 Pepe se convierte a cristiano pentecostal y dice que esto que hacemos del mundo artístico son cosas del diablo. Se fanatizó. Tú puedes creer en lo que te de la gana, pero tienes que trabajar. Decía que diosito no le permitía trabajar en esto y me deja.

Entonces conocía a Gilber de Cuba y a su esposa, desde niño, cuando no pensábamos ni ser artistas. Voy a buscarlo a su casa y le digo para que viniera conmigo y formar Los Fonomemecos. Los amigos le decían: "dale", y él: "caballero que yo no he hecho esto". Le dije entonces: "no importa, inventamos, damos una vuelta, preparamos algo", y así fue que empezamos.