www.cubaencuentro.com Martes, 18 de mayo de 2004

 
  Parte 1/3
 
La vida a ritmo de guaracha
Las Hermanas Márquez: De Puerto Padre a Nueva York, medio siglo de musicalidad.
por ARMANDO LóPEZ, Nueva Jersey
 

Se habla mucho del son cubano. ¿Y de la guaracha qué? Suenan las maracas, la guitarra, y un saxo y un clarinete inconfundibles: Paquito D'Rivera presenta a Las Hermanas Márquez. El siete veces ganador del Grammy nos devuelve en un disco de colección a las octogenarias guaracheras que en los años cuarenta contagiaron a La Habana con su alegría, desde principios de los cincuenta sembraron la cubanía en Nueva York, y más de medio siglo después, se presentarán en el World Music Festival 2004, de Cáceres, España, ante 20.000 personas.

Hermanas Marquez
Dúo Las Hermanas Márquez, en la actualidad.

Cuando Las Márquez, entonces un trío de esculturales mulatas, debutaron en el exclusivo Chateau Madrid de La Gran Manzana, en 1951, y caminaron por Times Square, del brazo de los pianistas Felo Bergaza y Juan Bruno Tarraza, su madre, que no les perdía ni pie ni pisada, exclamó: "De aquí no me voy más, esta es la ciudad para mis hijos". Y así fue. Las consentidas de CMQ Radio y de las revistas del Teatro América firmarían contrato con el judío Bert Jonas, representante del astro Sammy Davies Jr., por ocho años consecutivos. Cuba recibía miles de inmigrantes cada año. Muy pocos cubanos emigraban. Pero los músicos cubanos sí. Las señoritas al piano aún veían con recelo a los negros tambores.

Nueva York baila música cubana

—Nos hospedamos en el Hotel Alvin, calle 52 y Broadway, donde paraban todos los artistas hispanos —recuerda Trini Márquez—. Nos colgamos aretes insólitos, les abrimos las costuras a los vestidos para mostrar las piernas, y Olga cargó la tumbadora mientras cantábamos y bailábamos como un ciclón La mazucamba es la rumba, que se baila con cencerros y timbales, señores… ¿Quién se resistía? Compartimos cartelera en el Palladium con las tres grandes orquestas del momento: Machito y sus AfroCubans, y los puertorriqueños Tito Puente y Tito Rodríguez.

Cantamos semanas en el Roseland, el Savoy, La Conga; alternamos con el ciego de oro, Arsenio Rodríguez. Entonces no se hablaba de latin jazz, se llamaba música cubana. Y los que más bailaban y tocaban nuestra música, eran los puertorriqueños y los judíos. Los ritmos cubanos lograron el primer crossover. Dizzie Gillespie incorporó la rumba con Chano Pozo. En el Roseland, los judíos celebraban semanalmente un concurso de cha cha chá.

El implacable ataque del amor

—Nos presentamos con Mr. Babalú, Miguelito Valdés, en el teatro Palace de la calle 47, y en el famoso Apollo de la calle 125 —continúa Trini—. En el estelar programa de TV de Astor Godfrey, nos vestimos de flecos y movimos las caderas para elevar la temperatura. Nos valió un jugoso contrato para el Canadá. No salíamos de Ottawa, Montreal, Toronto. Viajábamos todo Estados Unidos. Pero a Miami volvimos con reservas.

Recordábamos 1948, cuando Nerza, la más blanca del trío, se bajó a rentar la habitación, para que pudiésemos entrar mamá, Cusa y yo. El racismo era humillante. Del Lucerne de Miami Beach volamos al Dunne de Las Vegas y a Atlantic City. Estábamos en la cima, cuando el amor atacó por segunda vez al trío. Fue Olga, la pollita, la que se enamoró. Su última actuación, con seis meses de embarazo, fue en el Roseland (1958). Cusa no quiso entrenar a más nadie. Se retiró a una oficina. Me quedé sola. Desorientada. Me dediqué a cuidar a mis padres, a componer música y a recordar…

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