www.cubaencuentro.com Martes, 18 de mayo de 2004

 
  Parte 1/3
 
Las recompensas de la fe
Monseñor Agustín Román reflexiona sobre el exilio y su misión pastoral en ocasión del Día de la Patrona de Cuba.
por IVETTE LEYVA MARTíNEZ, Miami
 

Este 8 de septiembre será un día distinto en los 44 años de servicio pastoral de Monseñor Agustín Román. El sacerdote oficia hoy la misa en honor a la Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba, como reconocimiento de la comunidad católica a un hombre considerado líder espiritual del exilio cubano en Miami. Román, de 75 años y aquejado de problemas cardíacos, se jubiló como obispo el pasado abril y quiere pasar los últimos años de su vida dedicado exclusivamente a labores pastorales.

A. Román

Fue uno de los 132 sacerdotes expulsados por el gobierno de Fidel Castro en 1961, y tras cuatro años de servicio en Chile, llegó en 1966 a Miami, donde ha transcurrido la mayor parte de su exilio.

Artífice y Rector del Santuario de la Ermita de la Caridad del Cobre —cuyo mando piensa ceder también—, fue el primer obispo cubano ordenado en Estados Unidos, impulsó publicaciones en castellano como La Voz Católica, de la Arquidiócesis de Miami, y emergió como "héroe nacional" en 1987 por su exitosa mediación en un motín de presos cubanos, ante el cual las autoridades estadounidenses fueron impotentes. Su reacción a semejante calificativo revela la esencia de su credo: "Un obispo, un sacerdote, es un servidor, no un héroe".

Monseñor Román habló para Encuentro en la Red en su oficina de la Ermita, llena de papeles, cuadros de paisajes y retratos, entre ellos los del líder del Proyecto Varela, Oswaldo Payá Sardiñas, y del preso político Oscar Elías Biscet. Su voz es potente pero armoniosa, y su forma de sortear las preguntas difíciles muestra la elegancia de un diplomático, al tiempo que gesticula con manos grandes, rudas, que contrastan con la suavidad de sus modales.

Usted sólo pudo trabajar como sacerdote en Cuba dos años, antes de ser expulsado. ¿Qué ha sido lo más duro que ha tenido que enfrentar después?

Para mí ha sido muy difícil el exilio. El propósito mío siempre fue vivir y trabajar en la diócesis de Matanzas. El comunismo no era desconocido para mí desde el punto de vista teórico, porque estudié en Canadá y varios de mis profesores fueron expulsados de China, además tuvimos un curso de Sociología sobre marxismo. Yo estaba convencido de que hay que quedarse dentro, en el caso de un padre de familia no tiene que ser así, pero en el caso de un sacerdote sí; porque si la situación se hace difícil debe compartirla con los fieles. Mi propósito, como el de muchos sacerdotes, era el de quedarnos ahí hasta el final, pero desgraciadamente no pudo ser. Fuimos expulsados violentamente. A mí no se me consultó, me sacaron a punta de metralleta y me llevaron hacia un barco sin saber adónde iba. Entonces no sabía por qué me expulsaban, lo sé ahora: nosotros éramos más de 700 sacerdotes atendiendo a seis millones de habitantes. El gobierno quería acabar con la iglesia, pero el primer plan era reducir el número de sacerdotes, y quería dejarlo en 200. Había que expulsar sacerdotes, los primeros porque eran extranjeros, y luego sacaron a los demás. Después el número de sacerdotes ha llegado a 300, pero no más que eso, para una población que hoy es de más de 11 millones.

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