www.cubaencuentro.com Viernes, 03 de diciembre de 2004

 
  Parte 2/4
 
Para Bailar con Salvador
Salvador Blanco, el popular animador que hizo época en la televisión cubana, cuenta su historia de estrella, preso y exiliado.
por IVETTE LEYVA MARTíNEZ, Miami
 

¿Qué es lo que recuerda con más agrado de esa época?

Hice mucho bien a través de Para Bailar, porque el poder de la popularidad era muy grande en Cuba. A la gente que podía le conseguía trabajo. Visitaba hospitales, escuelas, centros de trabajo. Me decían: 'Chico, la empresa tal quisiera hacer un Para Bailar allí', y yo les decía: 'Sí, de acuerdo', y como la fábrica era de muebles, pues revolvía una silla para un amigo que la necesitaba. En esa época pude hacer maravillas.

Actualmente mucha gente me recuerda por esos gestos. Aquí me encontré con una persona que me recordó que lo había sacado de la cárcel, cuando lo cogieron preso en unos carnavales.

Trabajaba para los niños con síndrome de Down, y eso casi me salvó la vida una vez. En el Combinado del Este, en La Habana, donde cumplí tres años de prisión, me cambiaron de piso. No sabía que cuando yo estaba en plena popularidad había cargado y besado a la hija del jefe de piso. La niña padecía del síndrome de Down. Aquel tipo me recordó ese momento y me enseñó la foto, y se viró para los otros presos y dijo: 'Al que me toque a este, lo…'.

¿Realmente cuál fue el motivo de su desaparición de la vida pública? ¿Cómo empezó a caer en desgracia?

Yo era novio de la sobrina de Fidel, la hija de Emma Castro, que vive en México desde los años cincuenta. Me empato con esta muchacha mexicana, que era un encanto, y la Seguridad del Estado no tardó en hacerme saber quién era ella. Un día Emma me manda a buscar. Estábamos nosotros tres, el pianista Jorge Luis Prats y la escolta de Fidel. Allí estaba Fidel. Me solté, y le dije: 'Comandante, aquí cuando hay un juego de pelota importante y usted está en el estadio, a mí no me dejan entrar'. Él me preguntó por qué, y le dije: 'Bueno, porque parece que yo soy tan famoso como usted'.

Tú, estando al lado de Fidel Castro, no puedes ni imaginar que seas superior o más famoso que él. Desde ese día me quitaron los momentos importantes en Para Bailary se los empezaron a dar todos a Carlos Otero. A partir de ahí comencé a planear la salida ilegal, que ya tenía en mente desde 1980.

¿Por qué quería irse si estaba en la cima de la popularidad?

Pensaba que la revolución era justa, pero cuando comienzo a relacionarme con los hijos de los dirigentes, empecé a pensar, 'coño, esto no fue lo que a mí me pintaron, esto no fue lo que me hablaron. ¿Por qué este tiene un carro, y los hermanos tienen otros carros y yo no? Yo que estoy en televisión no tengo ni cómo moverme por La Habana'.

En 1979 tuve que ir a La Cabaña —la antigua fortaleza colonial convertida en prisión— para hacer la filmación de Leyenda, de Rogelio París, una película que está por debajo de la categoría de las películas horribles. Durante los rodajes, me encuentro que un tremendo montón de amigos del barrio, de la escuela, estaban presos allí y me mandaban mensajes para sus familiares.

Ese día me fui lleno de papeles para llamar a sus casas y dar recados. Y me digo, 'coño, pero cuánta gente presa'. Ahí comprendí de una vez que no jugaba la lista con el billete: la realidad no tenía nada que ver con lo que decía el discurso oficial. Me empiezo a virar, empiezo a recibir información de Miami. No me quedé en Alemania cuando fui en 1979, porque pensé que lo que le iba a caer a mi mamá encima iba a ser tremendo.

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