www.cubaencuentro.com Domingo, 02 de enero de 2005

 
  Parte 1/4
 
La excelsa predestinación de Cuba
Ideología y revolución: Casi 200 años de hipérbole y delirio de grandeza. Una entrevista con el escritor Miguel Sales.
por MICHEL SUáREZ, Madrid
 

En una de sus habituales visitas a la ciudad de Madrid, el ex prisionero político, escritor, poeta y periodista cubano, Miguel Sales Figueroa —radicado en Francia—, encandiló a muchos tras disertar en una mesa redonda sobre la ideología del castrismo.

M. Sales
Miguel Sales.

Encuentro en la Red le invitó a profundizar en ese tema, además de escarbar en las causas que originaron el actual estado de cosas que vive la Isla, utilizando una perspectiva histórica como pauta de interpretación del presente y 'predicción' del futuro.

En cuanto al debate sobre los orígenes ideológicos del castrismo, sobre si Castro tenía o no una ideología, ¿qué teoría le parece más acertada?

Yo diría que el problema no es Fidel Castro. Él es parte del problema, pero lo más grave es por qué una persona, con características singulares, sin duda, con la inteligencia, la voluntad de poder, el delirio de grandeza de Fidel Castro, logró arraigarse en el poder y mantenerse durante 45 años dirigiendo esa sociedad.

Creo que el problema grave está en la sociedad. Pueden haber surgido miles de personas como Castro en otras sociedades mucho más estables, donde las convicciones democráticas estaban arraigadas, y esa gente no ha podido prosperar, no ha podido llegar a ejercer el poder que Castro ejerce en Cuba. De manera que el problema no está tanto en la personalidad patológica de Fidel Castro como en el contexto social que hizo posible el triunfo de Castro y su posterior instalación sine die en el poder.

¿La cubana es una sociedad ideologizada?

Mi hipótesis es que la sociedad cubana es una sociedad postrevolucionaria, donde las expectativas de la revolución, que fue un eje central de la vida nacional, de la constitución de la nacionalidad cubana durante siglo y medio, se realizaron. Esas expectativas se cumplieron en 1959.

Después de varios fracasos y de una secuencia de revoluciones fallidas —en 1868, 1895, 1933—, finalmente en 1959 se cumplen esas expectativas. Llega el Mesías redentor, triunfa el bien sobre el mal, como si fuera una especie de historia sagrada, y este fenómeno proporciona al pueblo la impresión de que se ha producido un designio histórico, que es un designio de la providencia y que lo que llega es finalmente la verdadera revolución.

El cumplimiento de esta expectativa histórica provoca un agotamiento del mito de la revolución. El mito de la revolución en Cuba termina a partir del año 1959, no en un golpe, pero sí paulatinamente, en pocos años. Las revoluciones que vienen luego no crecen con esta mística de una revolución trascendental, y además, traicionada siempre, que quedaba de una generación a otra como un deber tradicional que había que cumplir, como un horizonte histórico que había que alcanzar.

Al dejar de ser un horizonte histórico para las generaciones nacidas después de 1959, la revolución se convierte en una referencia del pasado, las nuevas generaciones no son revolucionarias en el sentido en que lo habían sido cuatro o cinco generaciones precedentes de cubanos, desde 1850 por lo menos.

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