www.cubaencuentro.com Domingo, 02 de enero de 2005

 
  Parte 1/4
 
Johnny Pacheco: 'Celia era la orquesta'
Un año después de la partida de La Guarachera de Cuba, el músico dominicano recuerda a 'la negra de los cien mil voltios de potencia'.
por ARMANDO LóPEZ, Nueva Jersey
 

Ahora que Celia le pone ¡azúcar! al cielo, Johnny Pacheco, dominicano de nacimiento y cubano de ritmo, nos habla de su hija, la salsa, y de su hermana musical, su inseparable negra de voz y corazón de oro.

Celia Cruz
Celia, Pacheco. La combinación perfecta de la salsa.

Johnny es la historia viva. Su primer álbum, Pacheco y su Charanga Vol. 1, fue el más vendido de 1960, y se volvió un clásico. Cuando introdujo el ritmo pachanga, fue el delirio. Se convirtió en una estrella internacional, con presentaciones en Estados Unidos, Europa, Asia y toda Latinoamérica. Pacheco y su Charanga fue la primera banda latina que encabezó la cartelera del Teatro Apollo, del barrio neoyorquino de Harlem, el templo del jazz (1962).

Pacheco nació en zurrón. Cuando ya los violines le quedaban cobarditos, y su Charanga comenzaba a apagarse, lo llamaron para trabajar con metales en la Feria Mundial de 1964, y ahí mismo cambió de palo pa' rumba: ¡Nació Pacheco y su tumbao! Para que no fuera una copia de la Matancera, le agregó un bongó y un tres, al estilo de Arsenio Rodríguez. Ya contaba con el sonido y la fuerza necesaria para grabar a Celia.

Sólo faltaba la Fania, el mágico encuentro de Pacheco con el abogado Jerry Masuci, que lanzaría al mundo el nombre de "salsa", y llenaría el vacío que dejaba la música cubana, aislada en su revolución. La primera grabación de la Fania (1964) fue el disco 3-25. Pero el dominicano radicado en el Bronx no olvidaba su sueño: grabar a Celia.

¿Qué recuerda de su primer encuentro con Celia?

Cuando vi a Celia por primera vez, en 1960, ya yo tenía Pacheco y su Charanga. Fui a verla con la Sonora Matancera, al Teatro San Juan, de la calle 175 y Broadway.

Cuando la negra eléctrica salió al escenario con su voz que excedía las trompetas, me pellizcaba, no podía creerlo.

Yo era fanático de La Guarachera de Cuba, desde que era muy joven, mejor dicho, desde que éramos… Mi mamá escuchaba a través de la Radio Progreso habanera, las novelas y después la orquesta de Arcaño y sus Maravillas. Crecí con una transfusión de música cubana. Ver a Celia en escena, era lo máximo. Cuando gritó ¡Azúcar!, comenzó mi sueño: ¡grabarla con mi orquesta! Pero con mi charanga sabía que no lo iba a lograr. La voz potente de Celia necesitaba metales, así que puse a dormir el sueño.

La noche que volví a verla con la Matancera —en el teatro de la calle 14, The Academy— y cantó Caramelo, me dejó con la boca abierta. La Sonora tocó a un ritmo vertiginoso, y Celia cantó a una velocidad espantosa, sin comerse una sola fruta del texto de la guaracha, y cada fruta con una gracia, con una expresión distinta. Eso me convenció aún más: ¡tenía que grabar a esa mujer insólita! Ya aparecerían los metales.

¿No le pareció raro 3-25,el nombre de su primera grabación con la Fania?

Fue un regalito que me hice, el día de mi cumpleaños, el 25 de marzo. Pero pronto sentamos cabeza. Todo el dinero que entraba lo invertíamos para firmar músicos y cantantes.

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