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Encuentro en la red - Diario independiente de asuntos cubanos
Miércoles, 16 de marzo de 2005
 
Entrevistas
 
'He hecho todo cuanto puede hacer un artista'
Rolando Ochoa en primera persona. Mister Televisión narra sus años de oro en los escenarios cubanos.
por EMILIO SáNCHEZ CARTAS, Miami
 

Rolando Ochoa me espera en el portal de su casa de Kendall, apoyado en un bastón. Lleva una elegante guayabera de mangas largas y me invita a pasar. A sus 88 años, está, como se dice, blanco en canas; menos alto de lo que lo imaginaba o fue. Pero es él. Ha estado esperando por la entrevista todo el día y, mientras tanto, hizo un dibujo que me quiere regalar. Rolando tiene una memoria prodigiosa y su gracia y chispa siguen intactas. Tengo el placer de compartir una larga visita con este gran artista, gloria del teatro, la radio y la televisión cubanos. Privilegio de escuchar sus recuerdos, en los que va intercalando monólogos y declamaciones. Show de Ochoa para mí solo.

R. Ochoa
Rolando Ochoa, 2005.

Rolando Ochoa en primer plano

Nací el 12 de julio de 1916, en la calle Habana, en la Habana Vieja. Mi padre era farmacéutico y trabajaba en la Droguería Sarrá, que estaba en Compostela y Teniente Rey. Allí preparó recetas por 52 años. Estudié en la escuela primaria La Salle, en Carlos III; después fui al Centro de Dependientes, donde por tres pesos mi hermana y yo teníamos escuela, y toda la familia, clínica. Luego estudié en la escuela Superior de Regla. Iba a empezar el Instituto, y ya hasta tenía comprado el uniforme, pero me fui a hacer teatro. No fue por necesidad, sino por pasión. ÁEl primer año no gané un centavo! Luego me daban una peseta para el tranvía; después 50 centavos; un peso y así. Mi familia estaba encantada; mi padre, muy orgulloso, decía que sentía que era él quien actuaba.

En la escuela siempre participaba en las comedias de fin de curso. Yo solía imitar a los maestros y a mis condiscípulos. Ahí empezó a gustarme la actuación. Tanto, que a los 12 años pude aprenderme un largo monólogo de Sergio Acebal, una gloria del teatro bufo cubano, sobre un negrito catedrático.

Punto fijo del Martí

Era punto fijo del Teatro Martí, que estaba en Dragones y Zulueta. Me sentaba en primera fila y conocía a todos los actores: Federico Piñero, Alberto Garrido, Arnaldo Sevilla, Rafael Chorens, Armando Zapata, Lolita Berrio, Julita Muñoz, Josefina Branda, Zoraida Marrero. Mi padre era muy amigo de la familia de Pepito Sánchez Arcilla (autor de libretos de zarzuelas: Cecilia Valdés, junto a Agustín Rodríguez, y María Belén Chacón), quien a su vez era amigo de Agustín Rodríguez, el director del teatro, y un día me presentó. Eso fue el 13 de diciembre de 1932. Yo tenía 16 años. Esa misma noche hice mi primer papel como extra, sentado en una mesa, para una obra de María Teresa de la Cruz Muñoz, la esposa de Sánchez Arcilla, titulada Crisis. ¡Ya me creía la primera figura!

En la siguiente obra, El perfecto caballero, de la misma autora, me dieron dos bocadillos. Tenía como modelo a Fernando Sevilla, primer actor, quien nunca repitió una caracterización. Yo me paraba en la puerta de su camerino a verlo maquillarse. Aprendí maquillaje con él.

En el Martí trabajé también en todas las zarzuelas. Las  españolas: Luisa Fernanda, La Dolorosa, La leyenda del Beso, Las Leandras; y las cubanas: Cecilia Valdés, El Batey, El Mayoral, Rosa La China, María la O, El Cafetal, María Belén Chacón. Cuando la temporada de teatro se estaba cayendo, reponían alguna zarzuela y, de nuevo, ¡teatro lleno!

La radio: un programa detrás de otro

Sin dejar el teatro, empecé a trabajar en la radio. Primero en la CMQ de Monte y Prado, donde hacía "bolos" (actuar haciendo personajes episódicos). Por ejemplo, en el famoso El Rincón Criollo, que dirigía Emilio Medrano a inicios de los años cuarenta, hacía el papel de chuchero habanero. Participé en programas dramáticos y cómicos y hasta de aventuras, como Gangbuster, que se traducía de un programa similar en Estados Unidos.

Ya formaba parte de la compañía de teatro Principal de la Comedia cuando, en 1941, Amado Trinidad me contrató para su RHC-Cadena Azul. Tuve la suerte de empezar en La Tremenda Corte. Leopoldo Fernández me llevó a ver a su autor, Cástor Vispo, que tenía su oficina en la Competidora Gaditana, en Belascoaín, y le conté acerca de los personajes que hacía: argentino, chino, gallego, catalán, gago… Allí conocí a Aníbal de Mar, Adolfo Otero, Mimí Cal, Jesús Alvariño, Luis Echegoyen y Mario Barral. Más tarde animé El show Trinidad y Hermanos, un programa de variedades.

R. Ochoa
Ochoa, en una presentación de 'Casino de la Alegría'.

Amado Trinidad era una magnífica persona. Un guajiro machazo, poco instruido pero buena gente. Con él se elevó el estándar de vida de los artistas de la radio, porque pagaba muy buenos sueldos. Recuerdo que Gaspar Pumarejo, quien acababa de irse para CMQ, quería llevarme para allá. Entonces hablo con Amado y le explico el asunto. "¡Ese no tiene frú pa' pelear conmigo! ¡No, tú no te vas de aquí nada!", me respondió. Entonces me subió el sueldo y me quedé. Pero a la larga tuve que irme: en una Navidad, junto a una carta de felicitación, me declararon cesante. Así que me fui para la CMQ.

Otros programas en los que trabajé fueron La Piquera de los Rollos, escrito por Francisco Vergara; El doctor Chapottín (con Enrique Arredondo), El Tribunal de la Alegría, Monina en el Aire y otros que ya no me acuerdo. ¡Eran tantos! Había otro programa de los años cincuenta, escrito por Arturo Liendo, Perico Trastrueque. Una locura: ¡Perico hablaba al revés! También hice el Gaucho Kresto, de María Julia Casanova. Era un programa detrás del otro.

La angelical Minín Bujones

Recuerdo especialmente a Minín y Rolando, que fue muy popular. Muchas veces Liendo escribía el libreto en el mismo estudio: mientras nosotros leíamos la primera página, él escribía la segunda, y entonces teníamos que alargar el libreto. Minín Bujones era angelical. ¡Qué linda, qué buena! Nunca hablaba mal de nadie; respetaba y quería a todos los artistas.

Una vez me dice: "¡Ay, Rolando, no puedo hacer el programa de hoy porque me han puesto a hacer de china y no lo sé hacer!". "¿Cómo que no sabes? Tú lo vas a hacer", le dije. Entonces tomé su libreto y se lo traduje al "chino". ¿Y tú puedes creer que lo cogió enseguida y lo hizo muy bien? Ella hacía un papel de gallega, junto a Lolita Berrio, mi cuñada, que era un tiro. En 1948, trabajé en Chan Li Po, de Félix B. Caignet. Yo hacía Fu Chi Lan, un chinito alegre, como de la calle Zanja.

¡Caignet era gusano, chico!

Le tengo una enorme admiración a Caignet. Aquí en Miami algunos lo consideran comunista porque en sus obras defendía a la gente pobre y se quedó en Cuba. ¡Qué comunista de qué! ÁCaignet era gusano, chico! Yo vivía en Boca Ciega y él en Santa María del Mar, y me lo encontraba en el supermercado de Tarará. Ya Fidel Castro estaba en el poder, y Caignet me comentaba: "Rolando, ¡qué pena me dan estos señores! Pobrecitos: siembran una cosa y no se les da; siembran otra cosa y tampoco se les da. Sin embargo, han recogido una cosecha divina del odio que han sembrado".

Otro día me ve y me dice: "¿Tú has visto, Rolando? Esta gente llama a esto 'Consolidado de la madera', 'Consolidado de la otra cosa'. Tendría que llamarse 'sin-solidado', Áporque no hay de nada!". Una vez le regalé una silla antigua, hecha de cordeles, que encontré perdida en una mueblería. Oye, se echó a  llorar y me decía: "¡Ay, Rolando, me has traído una silla preciosa!". El pobre, cará.

A mediados de los años cuarenta comencé a animar el famoso cabaret Sans Souci, que estaba en Marianao. En ese tiempo apenas dormía: llegaba a la casa a las cinco de la mañana. Era un desfile de estrellas: Celia Cruz, María Luisa Chorens, Ana Gloria y Rolando, Rocío y Antonio…

Tenía que hacer la presentación en inglés y español. Como no sabía inglés —todavía no lo sé—, me transcribían la fonética y me aprendía de memoria los textos. Los norteamericanos venían a hablar conmigo, y yo les decía que ¡de eso nada! Recuerdo que una noche se le rompió la zapatilla a una bailarina, Marta Anita. La orquesta dejó de tocar y entonces tomé el micrófono y dije: "Ladies and gentlemen. Sorry. Marta Anita. Zapatilla. Crash!". Y todos entendieron.

El primer Mister Televisión

La televisión en Cuba empezó en diciembre de 1950. Ya durante 1951 trabajaba en El Cabaret Regalías, que escribía Francisco Vergara, donde hacía decenas de caracterizaciones: cada semana una diferente. La caracterización siempre giraba en torno a la variedad de esa noche. Por ejemplo, cuando se presentó el cantante Ernesto Bonino, hice de italiano; cuando nos visitó Agustín Lara, de mexicano. Por cierto, salí tirando tiros y eso no le gustó mucho a Lara.

El espacio, miércoles de 8:30 a 9:30 p.m., estuvo once años en el primer lugar. Primero se llamó Cabaret Regalías y luego Casino de la Alegría hasta 1961, cuando renuncié. En el Casino… era solamente animador: presentaba a los artistas y a veces decía monólogos o recitaba versos.

A inicios de 1952 eligieron a los primeros "Ms. y Mr. Televisión", correspondientes al año anterior, y me seleccionaron, junto a Lilia Lazo. Fue por votación popular y la ceremonia se hizo en el Parque Martí. La entrada era un voto. Los otros que estaban postulados eran Maritza Rosales y Miliki (integrante del trío de cómicos españoles radicados en Cuba: Gaby, Fofó y Miliki). Lilia Lazo era una actriz fantástica, lo mismo en el género serio como en el cómico.

Una vez un grupo de la televisión norteamericana fue a ver el ensayo de El Cabaret Regalías. Bueno, en el ensayo las cosas no salían bien. Le preguntaron al productor: "¿Y usted va sacar al aire el programa?". "Sí, vengan por la noche y verán que sale", les respondió. Y salió perfecto. Estaban erizados y se preguntaban: "¿De qué material está hecha esta gente? ¡Nosotros nos tenemos que pasar quince días ensayando!".

Junto a Tres Patines

Leopoldo fue lo más grande que ha dado el teatro cubano. Tenía una mente muy ágil. No se le podía decir nada, pues le sacaba lasca a todo. Estuve trabajando con él desde 1938, en que recorrí con su compañía toda la isla de Cuba, hasta 1985, cuando murió en el exilio. Para mí, fue más grande, incluso, que Cantinflas. Tenía un público incalculable; en Centro y Suramérica se abarrotaban los teatros cuando se presentaba. Fuera del escenario era una persona seria, que no andaba en chismes ni cosas así. Un hombre a todas.

Con él aprendí a actuar de modo diferente, según el tipo de público. Leopoldo no usaba malas palabras ni se burlaba de los defectos físicos de nadie. Y yo sigo esa misma línea. Recuerdo que una vez la pobre Lupe Suárez, quien hizo el papel de Mamá Dolores en El derecho de nacer, me dijo: "¡Ay, Rolando, qué gusto me da trabajar contigo! Porque tú eres incapaz de decirme gorda ni nada desagradable".

Pudiéramos estar toda una tarde contando anécdotas sobre Leopoldo. En una pieza yo hacía de "gago", que, por cierto, me sale bastante bien porque nada más que imito a un tío mío, mi padrino, que tenía ese problema.

Pues estábamos dialogando Leopoldo y yo, y yo le narraba la historia de un naufragio y mencionaba a un barco y el mar y el cielo y le digo que había unos "negros nubarrones". Entonces él me interrumpe y me dice: "No, los hay blancos también". El público le dio un tremendo aplauso. Y él siguió: "Mira los nubarrones blancos son de hielo; y los negros son de agua". Me le acerqué y le dije bajito: "¡Qué bien la arreglaste, cabrón!". Y él se moría de la risa. Nos quería mucho a nosotros, pobrecito.

En cine trabajé muy poco. Recuerdo Romance del Palmar,donde hice el papel de lector de tabaquería; en Hitler soy yohice dos personajes: un astrólogo medio bobo y el del General von Keke. Luego, ya en el exilio, en Puerto Rico, hice de guardaespaldas en una película de Juan Orol.

Goar Mestre en el elevador

Goar Mestre fue una gran persona: muy decente, cortés, amable. Un empresario capaz, con mucha suerte. No era un hombre de teatro, radio o televisión, pero triunfó, además de Cuba, en Venezuela y Argentina.

Una vez iba camino a la televisión y me fijo en el letrero: CMQ-TV. Y se me ocurrió interpretarlo así: "Cuando Mestre Quiere Te Vas". Bueno, lo dije en el programa como un chiste. A los dos o tres días me lo encuentro en el elevador y me dice: "Óigame, ¿cómo es eso de que 'Cuando Mestre Quiere Te Vas'? ¿Qué pasa?". "…Creo que no es verdad", le contesté. Y dijo: "¡Ay, Ochoíta, Ochoíta!", y me dio una palmada en el hombro.

En La Habana nunca compartimos. Sin embargo, en el exilio una vez dieron una fiesta y se reunió toda la gente de la CMQ. Él estaba y me le acerqué: "Goar, ¿cómo está usted?", y le di la mano. ¿Y tú puedes creer que no me reconoció? "¡Por favor, sácame del apuro, sácame del apuro! ¿Quién tú eres?". Le digo: "Rolando Ochoa". "¡Concho, chico, pero cómo yo me voy a olvidar de ti!".

La divina Pepa Berrio

Mi esposa era todo para mí: algo divino. Mi abuela, mi madre, mi tía, mi amiga, mi novia. Siempre aconsejándome, porque su familia era gente de teatro. Desde niña trabajó en la compañía del padre, que recorrió las Américas antes de llegar a La Habana, en donde se radicaron luego de salir de España. La extraño muchísimo. Cuando murió quedé muy depauperado. Y hasta mi hijo me dijo: "Papi, tú no llegas a fin de mes. ¡Tú te mueres antes!".

Nos conocimos en 1933, en el Teatro Martí. Allí trabajaba con su hermana Lolita como corista. La enamoré durante un año, fuimos novios durante otro año y en 1935 nos casamos. A diferencia de su hermana, Pepa hizo poca radio y televisión porque le gustaba mucho estar en casa. De todos modos, fue muy famoso el programa La Familia Pilón, que ella protagonizaba. Lo escribía Francisco Pazos y se transmitió por muchos años.

En la compañía del Martí yo hacía de galán y ella de dama. Para las variedades fuimos pareja de baile en giras por Centro y Suramérica en 1936. En 1939, sorprendimos a los dominicanos el día del debut y les metimos un merengue. ¡Los dejamos locos de contentos!

Estuve casado 60 años. Mis cuatro hijos, Cecilia, Josefina, Susana y Rolando, me salieron muy buenos. ¡Y cuánto me quieren! Tengo 14 nietos y 5 bisnietos. En Cuba, mis hijos se presentaron en el Cabaret Regalías y hacían doblajes de números musicales. Rolandito hasta trabajó en dos películas: Ángeles de la Calle y El Tesoro de Isla de Pinos (ambas con guión de Félix B. Caignet). Aquí en Miami tiene un grupo musical que se llama Fórmula 8-A. Ahora se presenta en La Nueva Granja, en Coral Way y la 89 calle.

Ni un segundo sin sueño

Salí de Cuba en 1962. En Miami empecé pintando casas y en eso estuve hasta que llegó Leopoldo y formó su compañía. Ahí mismo dejamos de aprender inglés. ¡Y volvimos a lo nuestro!

Chico, siempre he sido muy conforme. Al llegar aquí, algunos me comentaban: "Ochoa, ¡cuánto te quitó Fidel!". Y yo les respondía: "No me quitó nada. Se lo cambié todo por mi libertad y la de mis hijos. Lo que dejé en Cuba no me ha quitado el sueño ni un segundo".

Soy un hombre de trabajo. Me siento mal cuando estoy inactivo. En mis tiempos pude abarcar todo cuanto puede hacer un artista. Y hasta le hice la presentación a un mago en el circo Santos y Artigas, una vez que asistía como espectador. Ahora leo mucho, oigo radio y veo televisión. Día y noche estoy dibujando. Me levanto cerca de las 5 de la mañana y me acuesto bien tarde.

Cuba es mi vida

A mí me ha ayudado mucho Dios. He sido afortunado con mi familia, mi trabajo, mi público, que me quiere tanto. En el Miami Auditorium, cuando trabajaba con (Fundación) Gratelli, salía a escena y sin decir una palabra todo el teatro se ponía de pie y aplaudía. ÁEso me alarga la vida! Por cierto, tengo pendiente una función por mis 70 años en el teatro. Aún no he podido hacerla… Voy a invitar a todos mis compañeros, y que cada uno haga algo. Yo voy a animar el espectáculo.

Extraño a mi país día y noche. ¡Mira que Cuba tenía cosas lindas! Alberto Garrido, el cómico, se murió diciendo las palabras "Cuba, Cuba". Yo estoy loco por regresar, pero no por ahora. Cuando se acabe esta pesadilla va ser algo muy lindo. Tengo la promesa de ir caminando desde la Virgen del Camino hasta El Cobre, y hablar con la gente a mi paso. Cuando me canse, duermo en cualquier lugar y sigo. Cuba es mi vida.

 
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