www.cubaencuentro.com Viernes, 02 de septiembre de 2005

 
  Parte 3/5
 
El cine postergado
A dos años de su muerte, Guillén Landrián va camino de convertirse en el primer autor de culto del séptimo arte cubano.
por LARA PETUSKY COGER/ALEJANDRO RíOS/MANUEL ZAYAS, Miami
 

Me pidieron que hiciera Coffea Arábiga, que fue el documental más problemático de los hechos por mí en ese período. Yo fui al departamento de documentales científico-técnicos como una concesión a la dirección del ICAIC, ya que me aceptaban de nuevo. Pero, por ejemplo, Ociel del Toa no es por encargo, Retornar a Baracoa no es por encargo, Los del baile no es por encargo, En un barrio viejo no es por encargo. Son documentales que yo hice libremente, que yo escogí y realicé.

Fotograma
Fotograma de Reportaje.

Háblame más de Coffea Arábiga.

Hay ironía pero no… Si ven burla, mucha burla, se me fue la mano. Yo quería ironizar con las cosas que sucedían alrededor del Cordón de La Habana, todo lo que se movía alrededor del Cordón de La Habana. También traté el café en otras partes de la Isla. Y yo lo que fui —creo— muy crudo al contar el modo de hacer de esa gente que trabajaba en el café, cómo vivían, cómo trabajaban, de qué modo lograban hacer el café: sembrar el café, trillarlo, el trabajo bajo el sol, que es un trabajo duro, y todo eso. Pero no había una intención de burlarme del plan del café porque eso hubiera sido funesto. Había ironía, sí.

¿Cómo fue el trabajo con la banda sonora en Coffea Arábiga?

Bueno, hice una mezcla de bandas, hay varias bandas yuxtapuestas. Era un trabajo de mezcla de sonido de más de una pista. Utilicé todos los elementos que yo creía que correspondían a La Habana o a Cuba en esos momentos: todos los artistas, todos los personajes, Pello el Afrocán, es decir, la burla fue que el Cordón de La Habana o el plan cafetalero no fue un éxito, que es lo que hace que el documental sea contemplado como una cosa de burla hacia el plan del café. Porque yo pensaba que el plan del café, según las cosas que me contaban, iba a ser un logro de la revolución y por eso me atrevo a hacer ese documental. Porque yo dudaba también un poco a veces y quería situar esa duda un poco dentro del filme.

¿Cuál fue la reacción por Coffea Arábiga?

La reacción de la dirección del ICAIC, no sé de otros sectores, fue de elogio ante el documental. Le hicieron una premier de gala. Mandaron a hacer un afiche que me acuerdo hizo Raúl Oliva, un buen diseñador. El documental estuvo en el festival de Oberhausen, pero no lo premiaron, creo. Pero todo esto de Coffea Arábiga comienza de un modo abrupto. No había pasado nada desagradable. Nunca me dijeron nada, ningún personaje de la dirección del ICAIC dijo nada negativo de Coffea Arábiga. Entre los mismos espectadores oficiales, a alguien no le gustó la canción The fool on the hill, que funcionaba muy bien. Y parece que tuve que pagar a partir de eso. Algo que yo hice con tanta euforia y con tanto dinamismo, resultó irónico, una burla, para algunos, de lo que era el plan del café.

Y al cabo del tiempo, ¿qué significa para ti ese documental en específico?

Fue una experiencia agradable de la cual no me retracto. Me considero muy feliz de haberlo realizado, y creo que logré una pauta en cuanto al lenguaje, que era lo que más me interesaba a mí, que fuera un lenguaje distinto al de todos los otros filmes realizados por la industria, para lograr homenajear al plan del café, pero parece que el plan del café —te repito— no se produjo.

Luego realizas Desde La Habana, 1969, Recordar y un documental sobre Rita Montaner.

En Desde La Habana… traté de hacer un cine muy subjetivo, muy personal y muy experimental, completamente experimental, cosa que no se logró porque decían que era caótico. Yo estaba ya un poco mal de los nervios cuando comienzo esos filmes, porque la presión bajo la cual yo viví en La Habana me fue llevando lentamente hacia la locura…

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