www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
  Parte 1/4
 
'He hecho todo cuanto puede hacer un artista'
Rolando Ochoa en primera persona. Mister Televisión narra sus años de oro en los escenarios cubanos.
por EMILIO SáNCHEZ CARTAS, Miami
 

Rolando Ochoa me espera en el portal de su casa de Kendall, apoyado en un bastón. Lleva una elegante guayabera de mangas largas y me invita a pasar. A sus 88 años, está, como se dice, blanco en canas; menos alto de lo que lo imaginaba o fue. Pero es él. Ha estado esperando por la entrevista todo el día y, mientras tanto, hizo un dibujo que me quiere regalar. Rolando tiene una memoria prodigiosa y su gracia y chispa siguen intactas. Tengo el placer de compartir una larga visita con este gran artista, gloria del teatro, la radio y la televisión cubanos. Privilegio de escuchar sus recuerdos, en los que va intercalando monólogos y declamaciones. Show de Ochoa para mí solo.

R. Ochoa
Rolando Ochoa, 2005.

Rolando Ochoa en primer plano

Nací el 12 de julio de 1916, en la calle Habana, en la Habana Vieja. Mi padre era farmacéutico y trabajaba en la Droguería Sarrá, que estaba en Compostela y Teniente Rey. Allí preparó recetas por 52 años. Estudié en la escuela primaria La Salle, en Carlos III; después fui al Centro de Dependientes, donde por tres pesos mi hermana y yo teníamos escuela, y toda la familia, clínica. Luego estudié en la escuela Superior de Regla. Iba a empezar el Instituto, y ya hasta tenía comprado el uniforme, pero me fui a hacer teatro. No fue por necesidad, sino por pasión. ÁEl primer año no gané un centavo! Luego me daban una peseta para el tranvía; después 50 centavos; un peso y así. Mi familia estaba encantada; mi padre, muy orgulloso, decía que sentía que era él quien actuaba.

En la escuela siempre participaba en las comedias de fin de curso. Yo solía imitar a los maestros y a mis condiscípulos. Ahí empezó a gustarme la actuación. Tanto, que a los 12 años pude aprenderme un largo monólogo de Sergio Acebal, una gloria del teatro bufo cubano, sobre un negrito catedrático.

Punto fijo del Martí

Era punto fijo del Teatro Martí, que estaba en Dragones y Zulueta. Me sentaba en primera fila y conocía a todos los actores: Federico Piñero, Alberto Garrido, Arnaldo Sevilla, Rafael Chorens, Armando Zapata, Lolita Berrio, Julita Muñoz, Josefina Branda, Zoraida Marrero. Mi padre era muy amigo de la familia de Pepito Sánchez Arcilla (autor de libretos de zarzuelas: Cecilia Valdés, junto a Agustín Rodríguez, y María Belén Chacón), quien a su vez era amigo de Agustín Rodríguez, el director del teatro, y un día me presentó. Eso fue el 13 de diciembre de 1932. Yo tenía 16 años. Esa misma noche hice mi primer papel como extra, sentado en una mesa, para una obra de María Teresa de la Cruz Muñoz, la esposa de Sánchez Arcilla, titulada Crisis. ¡Ya me creía la primera figura!

En la siguiente obra, El perfecto caballero, de la misma autora, me dieron dos bocadillos. Tenía como modelo a Fernando Sevilla, primer actor, quien nunca repitió una caracterización. Yo me paraba en la puerta de su camerino a verlo maquillarse. Aprendí maquillaje con él.

En el Martí trabajé también en todas las zarzuelas. Las  españolas: Luisa Fernanda, La Dolorosa, La leyenda del Beso, Las Leandras; y las cubanas: Cecilia Valdés, El Batey, El Mayoral, Rosa La China, María la O, El Cafetal, María Belén Chacón. Cuando la temporada de teatro se estaba cayendo, reponían alguna zarzuela y, de nuevo, ¡teatro lleno!

La radio: un programa detrás de otro

Sin dejar el teatro, empecé a trabajar en la radio. Primero en la CMQ de Monte y Prado, donde hacía "bolos" (actuar haciendo personajes episódicos). Por ejemplo, en el famoso El Rincón Criollo, que dirigía Emilio Medrano a inicios de los años cuarenta, hacía el papel de chuchero habanero. Participé en programas dramáticos y cómicos y hasta de aventuras, como Gangbuster, que se traducía de un programa similar en Estados Unidos.

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