www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
  Parte 3/4
 
'He hecho todo cuanto puede hacer un artista'
Rolando Ochoa en primera persona. Mister Televisión narra sus años de oro en los escenarios cubanos.
por EMILIO SáNCHEZ CARTAS, Miami
 

El primer Mister Televisión

La televisión en Cuba empezó en diciembre de 1950. Ya durante 1951 trabajaba en El Cabaret Regalías, que escribía Francisco Vergara, donde hacía decenas de caracterizaciones: cada semana una diferente. La caracterización siempre giraba en torno a la variedad de esa noche. Por ejemplo, cuando se presentó el cantante Ernesto Bonino, hice de italiano; cuando nos visitó Agustín Lara, de mexicano. Por cierto, salí tirando tiros y eso no le gustó mucho a Lara.

El espacio, miércoles de 8:30 a 9:30 p.m., estuvo once años en el primer lugar. Primero se llamó Cabaret Regalías y luego Casino de la Alegría hasta 1961, cuando renuncié. En el Casino… era solamente animador: presentaba a los artistas y a veces decía monólogos o recitaba versos.

A inicios de 1952 eligieron a los primeros "Ms. y Mr. Televisión", correspondientes al año anterior, y me seleccionaron, junto a Lilia Lazo. Fue por votación popular y la ceremonia se hizo en el Parque Martí. La entrada era un voto. Los otros que estaban postulados eran Maritza Rosales y Miliki (integrante del trío de cómicos españoles radicados en Cuba: Gaby, Fofó y Miliki). Lilia Lazo era una actriz fantástica, lo mismo en el género serio como en el cómico.

Una vez un grupo de la televisión norteamericana fue a ver el ensayo de El Cabaret Regalías. Bueno, en el ensayo las cosas no salían bien. Le preguntaron al productor: "¿Y usted va sacar al aire el programa?". "Sí, vengan por la noche y verán que sale", les respondió. Y salió perfecto. Estaban erizados y se preguntaban: "¿De qué material está hecha esta gente? ¡Nosotros nos tenemos que pasar quince días ensayando!".

Junto a Tres Patines

Leopoldo fue lo más grande que ha dado el teatro cubano. Tenía una mente muy ágil. No se le podía decir nada, pues le sacaba lasca a todo. Estuve trabajando con él desde 1938, en que recorrí con su compañía toda la isla de Cuba, hasta 1985, cuando murió en el exilio. Para mí, fue más grande, incluso, que Cantinflas. Tenía un público incalculable; en Centro y Suramérica se abarrotaban los teatros cuando se presentaba. Fuera del escenario era una persona seria, que no andaba en chismes ni cosas así. Un hombre a todas.

Con él aprendí a actuar de modo diferente, según el tipo de público. Leopoldo no usaba malas palabras ni se burlaba de los defectos físicos de nadie. Y yo sigo esa misma línea. Recuerdo que una vez la pobre Lupe Suárez, quien hizo el papel de Mamá Dolores en El derecho de nacer, me dijo: "¡Ay, Rolando, qué gusto me da trabajar contigo! Porque tú eres incapaz de decirme gorda ni nada desagradable".

Pudiéramos estar toda una tarde contando anécdotas sobre Leopoldo. En una pieza yo hacía de "gago", que, por cierto, me sale bastante bien porque nada más que imito a un tío mío, mi padrino, que tenía ese problema.

Pues estábamos dialogando Leopoldo y yo, y yo le narraba la historia de un naufragio y mencionaba a un barco y el mar y el cielo y le digo que había unos "negros nubarrones". Entonces él me interrumpe y me dice: "No, los hay blancos también". El público le dio un tremendo aplauso. Y él siguió: "Mira los nubarrones blancos son de hielo; y los negros son de agua". Me le acerqué y le dije bajito: "¡Qué bien la arreglaste, cabrón!". Y él se moría de la risa. Nos quería mucho a nosotros, pobrecito.

En cine trabajé muy poco. Recuerdo Romance del Palmar,donde hice el papel de lector de tabaquería; en Hitler soy yohice dos personajes: un astrólogo medio bobo y el del General von Keke. Luego, ya en el exilio, en Puerto Rico, hice de guardaespaldas en una película de Juan Orol.

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