www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
  Parte 2/3
 
Cuentos desde Miami
Se publica en España una antología de la literatura cubana escrita en la 'capital del exilio'. Jorge Ferrer entrevista al antologador, el escritor JUAN ABREU.
 

Por eso es asombroso que se puedan reunir diecisiete escritores en la ciudad de Miami, o casi en cualquier otra, con un nivel así. De hecho, hubiera podido incluir a otros más, pero he hecho un libro a la medida de mi gusto y mi criterio, como creo es el caso de toda antología, y sin pretender ningún tipo de valoración académica, porque yo no soy un académico.

Cuentos desde Miami

Mi propósito, por el contrario, fue reunir a un grupo de escritores de un valor indudable, mostrarlos al mundo y darles una oportunidad —o darnos, porque yo también soy uno de ellos— de que su obra sea leída, que es, a fin de cuentas, lo que pretende todo escritor.

Ya en el título, en ese significativo "desde" Miami, revelas claramente una de las intenciones claras de la selección: una literatura escrita en y, especialmente, sobre Miami…

Claro. Uno de mis propósitos al preparar el libro ha sido recoger una literatura que hablara de la ciudad, que la narrara. Una literatura, en definitiva, que mostrara la verdadera trama de la vida en la ciudad. Porque tienes, o a los que escriben de Miami conociéndola apenas, después de un viaje de quince días, como Joan Didion o David Reich, o a los apologistas de la ciudad, que hablan de esa maravilla, de todo lo que los cubanos han hecho allí —que es verdad que han hecho muchas cosas—, pero jamás te cuentan la gran pobreza de tantos cubanos, una enorme cantidad de gente que tiene dos trabajos para poder alimentar a la familia.

Parece que fuera de mal gusto tocar esa realidad dura y cuando lo haces te acusan de izquierdista, de procastrista. Todo eso es un error, porque la verdad siempre es fructífera y la crítica es la única arma que tenemos los cubanos para curar estos cuarenta y cinco años de dictadura, si es que se pueden curar.

La literatura cubana de hoy debería ser muy crítica precisamente con los cubanos, no crítica de la dictadura, sino crítica con nosotros mismos; preguntarse por qué hemos llegado hasta este punto, por qué llevamos cien años de dictaduras, de gobiernos ladrones.

Hasta donde conozco, la literatura que se hace ahora en Cuba no toca eso, es una literatura complaciente —y dejo aparte a los que son meros empleados del gobierno, los panfletarios profesionales como Barnet o Retamar—. Incluso los más jóvenes escriben alegorías en las que deslizan críticas muy ocultas, todo con un miedo terrible y haciéndole el juego a la dictadura de cierta manera. No hacen directamente apología al régimen, pero pretenden dar la impresión de que se puede hacer cierta crítica allí. Una literatura, a mi juicio, bastante sumisa.

Hay una vocación, o si prefieres, un destino claro de resistencia y marginalidad en buena parte de los antologados.

La mejor literatura de Miami la hacen escritores a los que la sociedad ha declarado sus enemigos, gente pobre, con dos trabajos, que llega a casa en la noche y se pone a trabajar en una novela, gente que trabaja contra la sociedad. Aunque creo que toda gran literatura siempre se hace contra la sociedad, siempre se hace contra algo. Nunca se hace gran literatura a favor de algo. Pero, al mismo tiempo, la sociedad podría darse cuenta de que son un valor positivo para ella, aunque la critiquen. Eso es lo saludable que tiene la crítica, incluso una crítica que a veces es feroz.

Es notable la ausencia de la dimensión nostálgica de Cuba y la impresión de una literatura viva enraizada en un espacio propio y que incluye tanto a Lorenzo García Vega y a Fernando Villaverde, como a escritores asociados con la Generación de Mariel, que son mayoría en este libro.

No se trata de un libro sobre el Mariel. Es cierto que incluye una buena cantidad de escritores que llegaron a Miami por el Mariel o por esos años. Yo más bien buscaba una unidad que se organizara alrededor de una cierta sensibilidad. Hay algunos cuentos, digamos, nostálgicos, pero son los menos.

Yo mismo no tengo buena opinión de la nostalgia. Buscaba una sensibilidad que viene dada por ese sentimiento de marginalidad que comentabas. Como escritor y como persona simpatizo con la marginalidad. La literatura que me interesa se hace contra lo establecido, contra la sociedad, contra los pensamientos de las mayorías. Esa sensación es la que define el libro, donde tienes una visión hierática como la de Esteban Luis Cárdenas, por ejemplo, con aquel hombre al que van a asesinar en medio de una degustación de café, o la marginalidad de Leandro Eduardo Campa, una marginalidad pícara, en la que hay algo del teatro bufo cubano.

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