Para provocar un cambio en la Isla son claves actores internos como Vladimiro Roca, Oswaldo Payá y todos los miembros de la oposición pacífica, que ellos puedan romper el miedo y logren una transición sin violencia. Si dentro de este contexto se elige un gobierno socialista, en su derecho están, pero que se respeten los principios democráticos, la autodeterminación de los pueblos.

La postura del gobierno de Ricardo Lagos ha levantado ronchas en La Habana y algún que otro epíteto nada halagüeño. ¿Coincide con la postura de La Moneda?

La califico de positiva, pues más que una condena, el gobierno chileno pidió —por ejemplo, en el último foro de Ginebra— la libertad de los presos de conciencia. A pesar de su militancia socialista, Lagos manifestó una coherencia en materia de derechos humanos que no distingue a partir de la posición ideológica imperante.

Además, señaló su rechazo al embargo económico contra Cuba y ha reiterado sus críticas a todo lo que fue la invasión a Irak. Una posición, en fin, muy consistente en el ámbito internacional y de derechos humanos. Lagos ha manifestado una actitud de estadista que entiende que los derechos humanos hay que respetarlos siempre.

Luego de la visita que realizó el año pasado a La Habana, el candidato de la derecha chilena, Joaquín Lavín, afirmó que era preferible no condenar a Cuba en la reunión de Ginebra.

No comparto eso. Lo digo por la experiencia chilena. Si nosotros, que fuimos opositores a la dictadura de Pinochet, no hubiésemos tenido el apoyo de la solidaridad internacional y de las Naciones Unidas, el régimen se hubiera envalentonado para seguir cometiendo abusos en materia de derechos humanos. Gracias a esa solidaridad, a esa voz en el escenario internacional que se pronunció y denunció la agresión a los derechos humanos en Chile, nosotros nos sentimos más acompañados y el régimen sintió esa presión, al menos para respetar, después de perder el referendo, una transición pacífica a la democracia.

El año pasado, en entrevista para Encuentro en la Red, el escritor Jorge Edwards comparó características de los regímenes de Castro y Pinochet. De sus palabras se concluye que Chile gozó de libertades inimaginables hoy en Cuba. ¿Está de acuerdo con esa apreciación?

Es cierto. Durante la dictadura de Pinochet, no obstante yo la condene, venían a Chile relatores internacionales, gente de otros países que visitaban las cárceles y seguían la situación de los derechos humanos. Había medios escritos que circulaban, como las revistas Cauce, Análisis, Fortín Mapocho, Hoy…

En la prensa audiovisual, sobre todo en la televisión, era mucho más restringido, prácticamente no salía nada de la oposición, pero en periodismo impreso si había medios contestatarios. Algunos, por supuesto, tuvieron problemas con la censura, pero generalmente funcionaban. Existían muchas más posibilidades de conocer nuestra situación que la que existe en la actualidad en Cuba.

Todavía, para no pocos militantes de izquierda en el mundo, la dictadura de Fidel Castro es diferente, un hecho político más bien positivo. ¿Le resulta esta postura contradictoria?

Para mí las dictaduras son dictaduras siempre, sean de derecha o de izquierda. La ideología es la que cambia, pero finalmente se sostienen sobre la base de la represión y la coacción. Poseen aparatos de seguridad que funcionan para delatar a los opositores. A estos regímenes hay que condenarlos, sean del color que sean.