www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
  Parte 4/4
 
El enfant terrible del micrófono
'Los revolucionarios cubanos son profundamente burgueses y los intelectuales confunden el rigor con la solemnidad', confiesa el periodista Camilo Egaña.
por IVETTE LEYVA MARTíNEZ, Miami
 

Decida Usted fue lo último que hiciste en televisión. Se acercaba más al esquema de un programa de participación popular…

Desde que lo vi supe que no era bueno, pero que iba a ser muy popular. Fue quizás el primer programa de participación popular desde los años sesenta. También hubo problemas: en un capítulo había que salvar o condenar un nazi que le había salvado la vida a alguien, y la gente decidió a favor del nazi. (El crítico) Pedro de la Hoz nos dedicó tres artículos en Granma, me llamó manipulador hábil. No podían entender que para el cubano lo peor es ser "chiva". Decidimos despedir el programa, antes que tuviéramos que sacarlo forzosamente del aire. Y ahí le llegó la lotería de visas a mi mujer.

¿Cómo fueron tus últimos días en Cuba?

Vinieron dos meses terribles, salía con mucho miedo a la calle, no teníamos dinero ni carro para hacer los trámites. Llegué disfrazado al examen médico, con gafas y gorra, pero una enfermera me pasó por al lado y me dijo: "Camilo, partiste el bate". Enseguida se enteró todo el mundo, incluso algunos enfermos bajaron y al salir había como 20 personas diciéndome adiós.

¿Te querías ir hacía mucho tiempo?

Mi mujer y yo ya estábamos exiliados mentalmente desde la universidad. Yo había salido al extranjero, pero ni a ella ni a mi hijo los habían dejado. Hasta a Tailandia quería irme. Llegó el momento en que La Habana me pareció la ciudad más inhóspita, estaba obstinado. Cambié el itinerario para ir a RCH, con tal de no toparme con las guaguas llenas de extranjeros y luego no descargar todo eso ante el micrófono. Al final no quería irme de Cuba, y ahora no quiero regresar.

¿Quedó algún proyecto sin realizar?

Joel Valdés y yo queríamos hacer un programa que se llamaría Mira quién viene esta noche, inspirados en la película de Stanley Kramer. La idea era que el invitado tenía que identificar al personaje de la noche, para que este pudiera entrar al programa, si no iba a dejar muy molesto al público. Iba a durar seis meses, y el logo era: "Las ideas no se matan, se copian".

¿Todavía te gustaría hacerlo?

No me preguntes eso, que me deprime.

¿Qué te ha enseñado Miami en estos ocho años?

Aprendí a querer mucho a la Cuba que nos secuestraron, la que no tiene que ver con las marchas del pueblo combatiente, la Cuba de Bola de Nieve en el Monseñor, de las noches en el Club 21. Aprendí a reconocer lo que nos hace a todos cubanos: el choteo, la ingeniosidad, la calidez e incluso la amoralidad. He ganado disciplina y calma, soy más centrado, más conservador, más aprensivo por la salud… pero fuera de eso no tengo problemas de disfunción eréctil ni nada de eso, ponlo ahí bien claro.

¿Te gustaría hacer un programa de variedades?

Sí, creo que estoy preparado, pero no es tan fácil. En televisión, el arte se hacía en Cuba, aquí se hace el dinero. La radio es lo que más amo, pero he rechazado propuestas porque no veo ahora el espacio para hacerla como yo la entiendo, una radio de compañía, para gente inteligente, tolerante y compasiva. De la televisión comercial estoy un poco harto. Cada día hay más presión de los ratings, de estar en forma física. Me aburre lo que está alrededor de ser un personajillo de televisión. No me vas a ver en conciertos de músicos cubanos, intento mantenerme alejado. Cuando vino Carlos Varela (en 1998), que era mi amigo en Cuba, decidí no ir.

¿Por qué?

Intuí que después iba a estar una semana con gorrión. En mi casa me ha parecido oír el sonido de los barcos en el puerto. Yo vivía en Neptuno y Escobar, a cuatro cuadras del mar. Y en la avenida Insurgentes de México me ha parecido oler el azufre del puerto de La Habana.

No me gusta la fauna, los lugares de moda. No es que sea modesto, tengo un ego de aquí a China, pero no quiero hacer la cosas que hacía en Cuba. A los 42 años, uno tiene sus prioridades. Quiero mantener los amigos de siempre, con los que no hay necesidad de explicarse.

¿Volverías a trabajar en la radio y televisión de Cuba?

No voy a regresar. No me veo trabajando de nuevo en la televisión cubana. Ahora, si por alguna casualidad me tocara ser testigo de la transición como comunicador social, tengo claro que mi trabajo y mi lenguaje en el medio no sería nunca de crispación ni de rigidez, sino de calidez y amor. No quisiera ver a mis compatriotas despellejándose, pero creo que los hijos de puta deben pagar de la manera más justa. El país puede ser mejor, y lo va a ser.

1. Inicio
2. ¿Cómo fuiste...?
3. Al principio...
4. Decida Usted...
   
 
EnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
Donde conviven lo terrible y lo inocente
JUAN ABREU, Barcelona
«Martí no viaja bien en inglés»
JORGE LUIS ARCOS, Madrid
Pasiones de un horizonte existencial
EMILIO ICHIKAWA MORíN, Homestead
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir