www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
  Parte 2/2
 
Donde conviven lo terrible y lo inocente
«Muchos coleccionistas creen que en Miami no hay buenos artistas. Aunque lo contrario está más que demostrado». Entrevista con el pintor Pedro Vizcaíno.
por JUAN ABREU, Barcelona
 

Surgió una ciudad de cartón, semidestruida, con las calles cubiertas de dibujos, aviones de cartón. Expresaba mi relación con la cultura pop. Transformaba los materiales, los rompía, los cortaba, invertía el sentido comercial del pop e incluía elementos grotescos, burlones. Una especie de pop expresionista, que da fe de una fascinación y de un odio por la cultura de masas. Quería mostrar las entrañas de cartón de la sociedad de consumo.

La violencia es un elemento clave en su trabajo. Cuando vengo a Miami siento una carga de violencia en el ambiente: ¿Es esa violencia la que reflejan sus obras?

La fascinación y el odio hacia la violencia vienen de la realidad circundante, el cine de Tarantino, las películas de terror, los cómics underground, la actividad de las gangas en la calle. Creo que mis dibujos tienen una responsabilidad social. Quiero que el espectador sienta esa violencia exterior, ya sea en Miami, Nueva York o Corea. El futuro depende de nosotros. Podemos destruir o crear belleza. Creo que la belleza es una forma de decir "¡Basta de violencia!".

Otro elemento importante, a mi juicio, es cierto carácter vertiginoso, la velocidad a la que parecen sometidos sus personajes (armas, taxis, aviones, bocas, teléfonos móviles), si es que podemos llamarlos así. Yo lo asocio con el ritmo desquiciante de la televisión, de los juegos de vídeo. ¿Hay algo de cierto en esto?

Sí, es cierto. La naturaleza del arte cambia en beneficio de la comunicación. Me gusta la velocidad de ciertas imágenes. Las historietas influyen, las películas animadas, la televisión influye, definitivamente. Me fascina la velocidad y deseo captar rasgos específicos del movimiento en muchas de mis figuras; pretendo preservar el sentimiento, la emoción de lo humano en las cosas.

Sus dibujos más recientes nos sumergen en un mundo de máquinas feroces que sin embargo tienen una gran ternura, como si a pesar de ser peligrosas no pudieran desprenderse de un destino infantil, juguetón. ¿Cree que su obra explora esos territorios en los que lo terrible y lo inocente conviven en busca de armonía, de plenitud estética?

En mis dibujos conviven lo inocente y lo terrible. Vivo con la postmodernidad al hombro, en ella la realidad y la simulación se confunden, se besan, se aman. Pero el niño que hay en mis dibujos sabe que hay que salvar la belleza. La maldad y la bondad están entrelazadas, es imposible separar una de otra; muchas veces son lo mismo. Creo que mi deber es mostrar el estupor que impera en las sociedades de masas, sometidas al condicionamiento mediático, a la propaganda compulsiva. Eso está en mi obra, lo terrible del siglo que ha concluido, y lo terrible del que ha comenzado.

¿Qué opinión tiene del ambiente artístico y cultural de Miami? ¿Hay público para una pintura que rete las convenciones y quiera algo más que ser otro objeto en el mercado y complacer las necesidades de los coleccionistas? Al hacerle esta pregunta, no puedo dejar de pensar, horrorizado, que estamos en una ciudad donde Romero Brito es un pintor famoso...

Miami es una de las ciudades más pobres de Estados Unidos. Hay mucho robo, mucha corrupción política. A pesar de esto es una ciudad que se desarrolla rápidamente. El ambiente artístico y cultural es interesante. Pero debe mejorar la política cultural de los museos y de ciertos curadores.

Muchos coleccionistas, por otra parte, no creen que en Miami hay buenos artistas. Aunque lo contrario está más que demostrado. Hay un público que busca arte serio, que rete las convenciones, y buenos coleccionistas; cada vez hay más. Las magníficas colecciones de Rubell o Margullies son una buena prueba. Deben surgir más espacios alternativos, galerías menos comerciales.

En este mundo convertido prácticamente en una gran transacción y en el que la bobería y la superficialidad son cartas de triunfo. ÀCree que el arte aún conserva el poder que alguna vez tuvo para definir, y cambiar en cierta medida, el destino de la humanidad? ¿O ese poder ha sido usurpado totalmente por la tecnología?

Creo que la tecnología crea una nueva cultura, otra forma de ver la realidad. La era postrelato ofrece un gran menú de opciones artísticas. Se puede conservar el espíritu crítico sin apartarse de la búsqueda de lo bello. Ejemplo de ello es la obra de Phillip Guston. Pienso que hay que conservar la poética de lo efímero, recuperar el sabor y el latir. La tecnología es un peligro para la vocación humanista del arte, pero, por otro lado, ahí tenemos la frase de Andy Warhol: "La razón por la cual pinto así es porque quiero convertirme en una máquina".

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