www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
  Parte 1/5
 
Glexis Novoa: el pesimismo creativo
Una mirada a la generación plástica de los ochenta por intermedio de uno de sus protagonistas.
por EMILIO ICHIKAWA MORíN, Homestead
 

Glexis Novoa (Holguín, Cuba, 1964) tiene su estudio en el barrio Miami Blend. Entre haitianos, afroamericanos, cubanos y gentes de cualquier sitio, consolida una obra de fuerte identidad artística. Hizo estudios en la Escuela Nacional de Diseño (1979-1980) y en la Escuela Nacional de Arte (1980-1984), en La Habana, y posteriormente en la Skowhegan School of Painting and Sculture, en Maine, Estados Unidos.

G. Novoa
Glexis Novoa.

Novoa trabaja la pintura, la escultura y el performance, y su obra cuenta con un amplio reconocimiento internacional. Una de las figuras más discutidas del arte cubano de las últimas décadas, sigue siendo hoy un autor innovador y lleno de cuestionamientos, aun cuando su arte es reconocido por instituciones y academias. Para este año 2005 prepara una exhibición para el Lowe Arte Museum de la Universidad de Miami y un interesante trabajo de ambientación para la ciudad de Miami. Glexis Novoa trabaja regularmente con la prestigiosa Bernice Steinbaum Gallery.

Hay dos hipótesis acerca de la forma en que los artistas plásticos cubanos, casi al unísono, lograron conseguir becas para salir hacia México, Estados Unidos, España y otros países, a fines de los ochenta y principios de los noventa; unos creen que fue un movimiento natural de reconocimiento y promoción y otros que fue una suerte de descompresión inducida y hasta dirigida por el poder político. ¿Qué cree usted?

¿La salida de los artistas de los ochenta en Cuba? Aquello fue programado, como las balsas de 1994. Una válvula de escape, fue una época en que la oficialidad de la cultura empezaba a experimentar las "nuevas estrategias" que más tarde cambiarían el escenario artístico.

Luego necesitaron "cerrar", pues "se iban a quedar sin artistas", como dijo un dirigente mientras explicaba la negación del permiso para viajar fuera de Cuba para mi hija de tres años de edad, cuando intenté que se reuniera con su madre y conmigo en México. Más tarde todo se resolvió a través de contactos y gestiones personales del más alto nivel oficial.

La gente se iba marchando. Y los que se quedaban, seguían bajando los cuadros de las exposiciones progresivamente. Hoy bajaban uno… mañana otro… pasado tapaban otro, etcétera.

Con el tiempo, algunos se "portaron bien", luego del castigo. Pero no los juzgo, es su derecho a sobrevivir, quizás no han tenido otra opción. Ellos siguen con las mismas contradicciones y continúan inconformes, nosotros también.

Hace un par de años estuve en La Habana continuando una investigación y haciendo unas entrevistas para el show que trata sobre el arte efímero en Cuba durante la década de los ochenta. Fui al Instituto Superior de Arte (ISA) a filmar al grupo Enema. Filmé y entrevisté a esa gente, ellos me correspondieron, se crea un buen ambiente, de respeto profesional. Rápidamente, se corre "la bola" y se entera uno de los dirigentes. Al rato llega un personaje con apariencia de "cuadro político" y me lo presentan como el director de la escuela, quien se mostró amable e incluso me invitó a dar una charla informal para los alumnos de pintura y así mostrarles mi obra reciente. Acepté.

Al próximo día, cuando me disponía a salir de mi casa hacia el ISA, recibí una llamada. Era el director para anunciarme que un chofer en una motocicleta de tres ruedas me recogería en mi casa, además para refrescarme las pautas de la censura: "…vamos a ir al grano; no puedes hablar de Fidel ni de Raúl, de la revolución y esas cosas…". Me estaba repasando lo que obviamente ya había olvidado, se lo sospechaba. A lo que respondí: "…lo siento, pero ya no estoy acostumbrado a hablar con restricciones…". Entre halagos referentes a mi papel como artista dentro de la generación de los ochenta, lamentó mucho mi actitud y dio por cancelado el evento sin titubear.

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