www.cubaencuentro.com Viernes, 28 de octubre de 2005

 
  Parte 2/5
 
'El exilio me ha dado una genuina amplitud material y espiritual'
Antonio Benítez Rojo, entrevisto por Jesús Díaz para la revista 'Encuentro de la Cultura Cubana'.
 

Eres, entre otras muchas cosas, un musicólogo, pero también un gozador de la música popular. ¿Qué tuvo que ver tu biografía con esa afición, con esos placeres?

Ciertamente, no soy un musicólogo. Si sé algo de música fue porque me interesaba conocer ese otro tipo de lenguaje, sus reglas, sus signos, su historia y sus cambios a lo largo del tiempo. Pero aunque aprendí de manera autodidacta solfeo y armonía y conozco el teclado del piano, jamás podría interpretar una pieza. En mi adolescencia aprendí algo de guitarra popular y más adelante tuve oportunidad de tomar clases con el maestro Guyún, que me enseñó los caminos armónicos usados en los boleros del feeling, el bossa nova y el jazz.

Durante un tiempo, en los sesenta, toqué guitarra eléctrica con un grupo amateur; este contaba con piano, bajo, trompeta, alto, batería y bongó, y hasta con una cantante. Todos trabajábamos en campos muy distintos al de la música y sólo tocábamos para nosotros y algunos amigos. Ya desde antes de la revolución me había interesado mucho el jazz, a mi juicio la expresión más creativa de la música.

A pesar de la notable contribución de los músicos y arreglistas cubanos, el jazz era prácticamente desconocido en la Cuba de los cincuenta. Sólo recuerdo una tienda con discos de jazz y, en cuanto a programas de radio se refiere, sólo había uno, en la radioemisora del Ministerio de Educación.

Ahora bien, me preguntas si la música ha sido importante en mi vida. La respuesta es sí, particularmente en mi oficio de escritor y en mi manera de ver el Caribe. De los tres elementos de la música, melodía, armonía y ritmo, los que más me interesan son los dos últimos.

La composición de una frase literaria, en mi caso, tiene mucho que ver con el hallazgo de una progresión de acordes. En cuanto al ritmo, pienso que es de suma importancia para todos los escritores caribeños, independientemente del idioma en que escriban. Esto, naturalmente, viene de la asimilación de ciertos componentes de las culturas africanas, culturas esencialmente rítmicas, cuya presencia se observa no sólo en las Antillas, sino además en Brasil, en Estados Unidos, en las zonas costeras de Sudamérica y en cualquier parte donde la esclavitud africana haya tenido importancia.

En tu juventud pasaste una temporada en Estados Unidos. ¿Por qué saliste de Cuba?

Quizás por altruismo. Mi interés profesional entonces estaba dirigido hacia la economía y la planificación económica. Piensa que pertenezco a una generación que observó el proceso de descolonización que siguió a la Segunda Guerra Mundial, el surgimiento de nuevas naciones en África y Asia y la invención de los términos "Tercer Mundo" y "países en vías de desarrollo".

Mi sueño era contribuir a mejorar la situación económica de esos países. En el caso concreto de Cuba, lamentaba la dependencia al monocultivo de la caña de azúcar, producción estacional que impedía liquidar el desempleo y el subempleo. En la Universidad de La Habana no existía en aquella época la carrera de Economía. Lo que más se parecía era Ciencias Comerciales, en cuyos cursos me había matriculado durante cuatro años. Supongo que eventualmente me habría graduado, pero ocurrió que supe de unas becas que concedían las Naciones Unidas para estudiar estadísticas en los Ministerios de Comercio y de Trabajo en Washington. También me matriculé en cursos de Matemáticas avanzadas y Planificación en la American University.

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