www.cubaencuentro.com Viernes, 28 de octubre de 2005

 
  Parte 5/5
 
«El marxismo es la última herejía del cristianismo»
Cuba, literatura e ideología en la vida de un escritor. Entrevista con Vicente Echerri.
por EMILIO ICHIKAWA MORíN, Homestead
 

Cuando usted no es conservador, es "extremista de gandinga". Pero hay que reconocer que sus "extremos" son, cuando menos, muy interesantes…

Bueno, ya hay algunos que me llaman fascista. En un artículo escrito en 1957, Gastón Baquero denunciaba esa manía de los comunistas de acusar de fascistas a todos los que discrepan de ellos, como si fascismo y comunismo no fuera casi lo mismo: el baratillo de las ideas políticas. El fascismo es, de alguna manera, más peligroso por su alianza con el capital; de ahí el temor que me inspira China, donde el maoísmo tradicional —que los mantenía dulcemente en el atraso— ha dado paso a un Estado fascista con una formidable pujanza económica.

China tiene todos los ingredientes del fascismo: partido único, capital, creciente desarrollo industrial, ambiciones expansionistas, nacionalismo y xenofobia. Si Alemania, siendo tantas veces más pequeña, fue capaz de poner en jaque al mundo, no quiero imaginar lo que sería un destape de China.

¿Por qué no aventura una autodefinición en política?

No me gustan las etiquetas. Para algunas cosas soy conservador, para otras, en extremo liberal. Estoy a favor de la libertad de comercio y de la globalización; pero eso no me hace ni siquiera conservador, todo lo contrario. Lo que no me hace es un idiota de izquierda: el militante convencional que se viste de cierta manera, camina de cierta manera, sabe muy bien vocear sus consignas y enarbolar sus pancartas y tiene el retrato del Che donde antaño tenía al Sagrado Corazón. Detesto a esa gentuza.

No tengo remilgos en declararme pro imperialista. Te confieso que me encantan los imperios. Algunos imperios más bien —Roma, Gran Bretaña— y, sobre todo, las acciones decididamente imperiales, como esta que acaba de llevar a cabo Estados Unidos en Irak, especialmente cuando van contra la prepotencia de los tiranos del Tercer Mundo. Además, cada acción militar norteamericana contra una tiranía tercermundista, sienta un precedente para Cuba. Acerca, aunque sea a nivel premonitorio, el fin violento del castrismo, que es al que aspiro como la más saludable y justa solución para nuestro país.

Me horroriza pensar en esa mezcolanza entre víctimas y verdugos con que sueñan los portavoces de la llamada reconciliación nacional. Esa sería una solución menos cruenta a corto plazo, pero endeudaría moralmente a Cuba por generaciones. Si bien sería muy triste que, de producirse un colapso de la autoridad, tuviera lugar el temido "baño de sangre", sería igualmente lamentable que la justicia no alcanzara a los grandes culpables de nuestra tragedia nacional.

Entre la obra de Arenas y la suya existe una relación de la cual los lectores hablarán y mitificarán. He leído lo que ha escrito sobre Arenas, le he escuchado; pero hay algo más insólito aún, he tenido acceso a las amables dedicatorias con que le regaló algunos de sus libros. ¿No hace esto un poco extraordinaria la relación entre ustedes?

Roberto Valero insistía en que, a pesar de las muchas cosas malas y mentirosas que dijo de mí y las numerosas menciones, alusiones y caricaturas de que me hizo objeto en varias de sus obras, Arenas me tenía cariño y hasta una secreta admiración o envidia. Tal vez, aunque esto último no sabría bien por qué. Yo le tuve mucho afecto y el era pródigo en zalamerías, lo cual explica un poco —si bien no del todo— esas largas y cariñosas dedicatorias de algunos de sus libros. Si algo de extraordinario tuvo esa amistad es que durara por varios años, pese a ser nosotros tan distintos, en el aprecio de ciertos valores, en nuestros gustos literarios…

En toda relación humana, cada una de las partes se ve afectada por la otra o las otras, y por mucho que yo no quiera o que deteste el mundo literario de Arenas —sin dejar por eso de reconocer su ingenio y sus aciertos en medio de esa avalancha de necedades que era su escritura—, algo de ese mundo, alguna idea, algún destello (Arenas, por lo general no pensaba, más bien echaba chispas) debe quedarme por algún rincón; no sé, no me interesa ni destacarla ni expurgarla.

Poco sabemos de sus preferencias musicales, un dato importante tratándose de un cubano de Trinidad y West New York…

Si quisiera contestarte con una boutade, te diría que la única música que me gusta y disfruto de veras es la barroca —Bach, Hændel, Vivaldi—, y en ello no dejaría de haber mucho de verdad; la música barroca es la que siempre tengo de fondo, aunque no la oiga, la que resuena constantemente en el algún rincón de mi cabeza mientras camino o leo; me identifico con aquel momento de Memorial de un testigo en que el personaje poético de Baquero se reconoce, en una de sus tantas mutaciones o reencarnaciones, como una suerte de lacayo de Luis XIV que trabajaba al son de la música de Lalande.

Pero aún tengo oído para otros ritmos, para otras estructuras. En cuanto a música culta, mi disfrute auditivo, puramente sensual, llega hasta Debussy. Todo lo que viene después ya exige mi atención intelectual y siempre me quedo con la impresión, aun en las obras que me gustan, de que puedo haber oído mal.

En cuanto a música popular, mi registro es bastante amplio, aunque apenas si rebasa la década del cincuenta. Las estridencias que han entusiasmado a las tres últimas generaciones, me ensordecen antes de oírlas. De los ritmos cubanos, sigo creyendo que el danzón es su expresión más auténtica, punto en que confluyen magistralmente el salón y el barracón, y el mambo me parece el momento más complejo, el mejor logrado en el proceso de internacionalización de nuestra música. Todo lo que vino después es parodia o detrito.

El son, cuya importancia en la música popular cubana sería difícil de sobreestimar y que volvió a ponerse de moda con los viejitos de Buena Vista Social Club, me resulta de una elementalidad intolerable. Sólo el merengue puede ser peor. En esto no sé en qué pueda influir la vecindad de West New York, pero te recuerdo que vivo en Guttenberg, municipio limítrofe en el que no creo que haya muchos cubanos ni, hasta donde sé, sitio alguno que difunda su música.

1. Inicio
2. Es imperativo...
3. Entonces...
4. Un cura...
5. Cuando usted...
   
 
EnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
«Nunca he sido un escritor de izquierdas»
LADISLAO AGUADO, Madrid
Tras la pista de Escobar y Castro
MICHEL SUáREZ, Madrid
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir