www.cubaencuentro.com Viernes, 28 de octubre de 2005

 
  Parte 2/4
 
La excelsa predestinación de Cuba
Ideología y revolución: Casi 200 años de hipérbole y delirio de grandeza. Una entrevista con el escritor Miguel Sales.
por MICHEL SUáREZ, Madrid
 

Esto cambia radicalmente el estado de las creencias en Cuba; y parte de la estabilidad del castrismo, parte de la aparente apatía, de la aparente falta de ideología que hay en Cuba hoy. El desconcierto ideológico es consecuencia de esta pérdida de la fe en la revolución como instrumento para solucionar los problemas del país.

Esa fe perduró en Cuba durante 150 años. Fue un motor histórico importante, pero ha dejado de existir y las nuevas generaciones, las personas que hoy tienen 30 años de edad, no sienten como parte de sus creencias profundas una motivación a la acción violenta y, además, sienten una desconfianza enorme por todo lo que huela a actividad gregaria, todo lo que sea concertarse para provocar una transformación del marco socio-económico y político del país. Creo que eso ha contribuido muchísimo con la estabilidad del régimen.

¿Qué es lo que habría influido en el pensamiento político de Fidel Casto para llegar al estado actual de cosas?

Para mí, en Cuba hubo tres tendencias que son fundamento importante, porque son elementos constituyentes de la identidad nacional. Por un lado, está la idea de que la violencia política es un instrumento legítimo para conseguir ciertos fines benéficos para la sociedad. La fe en la revolución que va a generarlo todo, y con ella la fe en el Mesías que va a dirigir la revolución. Ese mesianismo revolucionario que estaba muy arraigado desde principios del siglo XIX.

La segunda corriente ideológica importante es la creencia de que Cuba, a pesar de ser un pequeño país del Caribe, tenía un destino grandioso que cumplir. Ese destino hiperbólico, lo llamo en mis libros 'la excelsa predestinación del país'. Es decir, Cuba iba a desempeñar a escala mundial un papel que era muy superior a lo que parecían indicar sus posibilidades reales.

La tercera creencia importante es que ese destino excelso se realizaba mediante la revolución e iba a ser, además, un destino nacional.

Esto parece muy evidente, pero en el siglo XIX todavía no lo era. En esa época, la mayoría de los cubanos no había nacido en la Isla, sino en Europa, África, o China. No tenían por qué creer en la idea de la nacionalidad. No se había producido todavía esa fusión de elementos étnicos y culturales que más tarde darían origen a lo que hoy llamamos la nacionalidad cubana.

Pero, como esa nacionalidad cubana se funde y se consolida tardíamente en el siglo XIX, cuando cuaja ya lo hace al amparo de la creencia revolucionaria y de la creencia en ese destino grandioso.

De manera que esa nacionalidad incorpora esos elementos —como incorpora también la influencia anglosajona, británica y norteamericana, en menor medida—, pero es una influencia que está presente en Cuba antes de la creación de la conciencia de nacionalidad diferencial, que es lo que finalmente nos empuja a separarnos de España. Y esos elementos constitutivos de nuestra identidad nacional siguen operando en el siglo XX.

Quiero destacar que esto de la influencia anglosajona y norteamericana es sumamente importante en la historia de Cuba, porque después de 1959 el régimen castrista ha hecho un esfuerzo conciente por mutilar y suprimir esos elementos constituyentes de nuestra nacionalidad, sin darse cuenta de que está mutilando también una parte de la identidad nacional.

En Cuba se juega a la pelota y no al fútbol, por esa influencia. En Cuba, a la moneda de cinco centavos se le llama níquel por eso mismo.

Esa influencia se inserta en esta especie de ajiaco que constituye nuestra nacionalidad. No se pueden mutilar y separar esos elementos constitutivos, sin dañar el todo. Creo que es una de las causas importantes de la poca fertilidad cultural del castrismo, junto con la represión y otros elementos. Pero habernos despojado del derecho a esa raíz que nos conecta con la cultura anglosajona y que es constitutiva, aunque minoritaria, de nuestra identidad nacional, ha dañado muchísimo el tejido, la trama de nuestra cultura.

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