www.cubaencuentro.com Viernes, 28 de octubre de 2005

 
  Parte 3/3
 
La Patria Albina
Entrevista al escritor Lorenzo García Vega: «Hace tantos años que soy un apátrida, que no sé dónde me ubicaría dentro de la literatura cubana».
por CARLOS A. AGUILERA, Graz
 

Hablando del diario de Lezama y de la relación entre ocultación y tapujo en Orígenes, usted escribe: "Antes de intentar el heroísmo martiano, habría que liberarse de lo que implica la defecación". ¿Pudiera abundar más sobre esto? ¿Qué vendría a significar la defecación en el contexto político-literario cubano?

La obra de Lorenzo García Vega (Jagüey Grande, Cuba, 1926), Premio Nacional de Literatura, en Cuba, 1952.
Espirales del cuje (novela, 1951)
Cetrería del títere (cuentos, 1960)
Rostros del reverso (diarios, 1974)
Los años de Orígenes (ensayo-memorias, 1979)
Poemas para penúltima vez (compilación de toda su poesía hasta ese momento, 1991)
Variaciones a como veredicto para un sol de otras dudas (poesía, 1993)
Collages de un notario (narrativa, 1993)
Espacios para lo huyuyo (relatos, 1993)
Vilis (relatos, 1998)
Palíndromo en otra cerradura (poesía, 1999)
El oficio de perder (autobiografía, 2004)
Papeles sin ángel (mini-relatos, 2005)
Ha sido miembro del consejo de redacción de las revistas Orígenes, Escandalar y Újule, entre otras.

Esta pregunta es el trasfondo que está detrás de Los años de orígenes, y que yo despliego, sobre todo, en el capítulo "De donde son los Severos", donde intento una especie de traducción de las teorías psicoanalíticas de Becker al contexto de la literatura cubana. Pero, insisto, yo no quiero, por ahora, volver a tocar esos temas. Orígenes se ha vuelto el billete ganador, y yo quiero seguir con el oficio de perder y con el colchón de mi Playa Albina. ¡Yo quiero ser albino, y sólo albino! Así que, por el momento, hasta quiero olvidarme de lo que dije en Los años de Orígenes. Dejemos que los ganadores vuelvan a escribir, si es que pueden, esos años.

A la misma vez que la autobiografía, ha salido también por la torre de papel, en Miami, un libro suyo de pequeñas ficciones que se llama Papeles sin ángel. Un libro a veces caricaturesco y a veces abstracto, donde hay un texto sobre Virgilio Piñera que es uno de los más cómicos que usted ha escrito alguna vez. ¿Tendrían estos Papeles… relación con otros libros suyos? ¿Vendría a ser este libro una referencia o una reacción de su escritura contra algo?

No, no se trata de una reacción; se trata de que quizás vivo en un sueño. Cuando uno con 78 años, se siente metido en la jaula de una playa Albina, uno no puede menos que soñar con un Home para ancianos alienados. ¿Qué le voy a hacer? Después de haberme retirado de mi oficio de bag boy, no puedo dejar de pensar en aquella decisión de Robert Walser cuando se metió en un sanatorio. Yo no me metí en ningún sanatorio, pero en sustitución de esto, y después de haber terminado El oficio de perder, he escrito los minicuentos de Papeles sin ángel:unos minicuentos que reflejan las variaciones del sueño que tengo: un lugar de ancianos alienados que sólo viven para contarse las piezas de su no-paisaje, y a los cuales yo oigo hablar, diariamente, a través de mis paseos diarios (mi único contacto con el mundo exterior) por los pasillos de un Centro Comercial.

Tanto en El oficio de perder como en Papeles sin ángel aparecen siempre reflexiones o alusiones a la escritura como fracaso, experiencia-de-falla, pérdida. Como esto ha sido un tópico que usted ha venido repitiendo sobre todo en sus libros más autobiográficos, ¿considera que el exilio ha tenido que ver frontalmente con esta idea? ¿No existía (o no era usted consciente de esta pérdida) cuando aún estaba dentro de Cuba?

La escritura como falla ha sido mi caballito de batalla. Empecé con mis cuentos de Cetrería del títere, ahí me debatí con esto. Estos cuentos fueron escritos y publicados en Cuba en la década del sesenta, pero fui considerado (hay testimonio de esto en Lunes de Revolución) como si fuera un atrasado mental. ¿Para qué seguir hablando de eso?

¿Pudiera pensarse que la Atlántida, más que un país, una historia, una ideología, es también una literatura, una experiencia de vida? ¿Qué quedaría afuera de ese "hundimiento"? ¿Cómo definiría esa Atlántida que a cada rato menciona en su autobiografía?

Quizá la Atlántida como proyecto de vida pueda ser lo que intente en los penúltimos años que me quedan, si es que quedan. Pero, tengo que pensarlo. ¿Me preguntas sobre lo que pueda quedar dentro de ese hundimiento? Creo que para responderte tendría que escribir un libro, y por ahora no puedo, por ahora tengo que ponerme en orden… ¿Cómo definiría la Atlántida? Pues como una mezcla. Una mezcla, digamos, con las ruinas de esa película que han hecho en la otra orilla y que a mí tanto me ha impresionado: Suite Habana, y la novela mala que acabo de terminar y que estoy pasando en limpio: Devastación en el Hotel San Luis. Pero ¿no será delirante esto que estoy diciendo? No, yo sé que esto no pertenece a la teleología insular, esto es colesterol del bueno.

¿Continúa asistiendo al psicoanalista?

Lamentablemente nunca tuve dinero para pagarme un tratamiento psicoanalítico. Solamente pude intentar tratamientos psiquiátricos pobretones; interrumpidos, uno por el susodicho hundimiento de la Atlántida (cuando tuve que salir con lo que me permitieron las autoridades: dos calzoncillos y dos camisas, en un horrible jolongo que llamaban "gusano"), y el otro en Nueva York, cuando alcoholizado y sin empleo, me quedé sin los veinticinco dólares que me costaba el tratamiento con el puertorriqueño doctor Rédinger. Pero, ¿por qué me haces hablar tanto? ¿Voy a terminar hablando como un personaje de un melodrama?

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