www.cubaencuentro.com Jueves, 20 de marzo de 2003

 
  Parte 1/4
 
Carta a Pollito Pito
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Preocupado, integrado, orgánico y levemente tarúpido Pollito Pito:

Vale que no me ponga ortopédico ni diabético con ese desafuero que te entró por avisarle al Rey de que el cielo se estaba desmadejando. Vale que no confunda tu majomía por darle la grave noticia, con una vocación proclive al chivatazo, aunque todo apunta que llevabas en el alma, no la bayamesa, sino un pentagrama completo que te inclinaba a la trompeta. En fin, delfín, que vamos a dejarlo ahí sin ají, por ahora, ondeando sobre nuestras veriles cabezas; aliñándose, en tibia y reposante salmuera para evitar el salpafuera, y pasemos a hincarle el diente al muslo de la cuestión, pechuga enhiesta y victoriosa, y repitamos gloriosamente "Del pollo, un pelo", que hoy me he levantado filosófico y lejano, dos motivos para el peligro. Tiemble la enjundicia. Pero, antes de zambullirme en el párrafo siguiente, quiero hacer una observación muy ocular: te salvas porque el cuentecito infantil que protagonizas reitera insistentemente tu condición de ave de corral de la familia de las gallináceas. Pollo absoluto, innegable, pollo afirmativo compañero, pollo que se reafirma en su condición pollar; que si no, juraría por mi madre que eras guanajo de a viaje. Y no por el moco.

Para refrescar la memoria, y así hacer el solaz y esparcimiento de niños gratis adúlteros un peso, quiero recordar cómo comenzó la historia de tu intrincado viaje a través de las instituciones correspondientes. Y dice (con la mano arriba, con la mano arriba): "Todo comenzó —¿quién no lo recuerda?— el día que Pollito Pito fue al bosque y, súbitamente, una ciruela aterrizó en su cabeza. Sobresaltado, pensó que el cielo estaba a punto de caerse y salió a todo correr rumbo al palacio del rey, para ponerlo al tanto de la noticia. Por el camino, como en toda retahíla que se respete, nuevos animales van sumándose a la comitiva: Gallina Fina, Gallo Malayo, Pato Zapato, Ganso Garbanzo, Pavo Centavo…". Ese es el comencipio de tu gran aventura de la humanidad, que arranca bien, no digo yo que no que sí. Tal vez para un niñito suizo, acantonado en su cantarino cantón, le sea leve, simpático (y con pático, no olvidar a Pato Zapato); o incluso, el tataranieto de Ollantay, que se quena en el altiplano con su traje de alpaca flaca, sólo vea en la letanía la inocente reunión de unos disparatados personajillos —qué tiernos son los niños, sobre todo al horno— preocupados por remendar esa cúpula que pende sobre sus cabezas, y cuyo arreglo depende de la rapidez de las comunicaciones (ahí entra el chasqui, de donde desciende lo de chasquiar los dedos, e incluso la declaración de un fracaso, cuando la buena nueva esperada no llega a tiempo y decimos: "Me he llevado un chasqui tremendo"), y de que el Rey tome prontas medidas y pida un préstamo al FMI. Mas, para una inocente criatura de esta isla, donde los taínos murieron pensando que el casabe era un estimulante sexual, que la bijirita hablaría alguna vez, que con el boniato se podía hacer un pan ajeno al moho, o que la jutía era la estrella del circo Pubillones, no. La cosa tiene carga pesada, TNT, curare en el dardo.

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