www.cubaencuentro.com Viernes, 16 de mayo de 2003

 
Parte 1/4
 
Carta a Miguel Ballester
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Cañero navegante y hasta catalán Miguel Ballester i Ballestra:

Le juro que no lo sabía, que me acabo de enterar, que me llegó ahora mismo la bola, que me soplaron el chivatazo, que me lanzaron el chismecito, que me pusieron la podrida, niu pácket, de estreno mundial, y me han agarrado movido en tercera; pero ahora que sé que usted fue quien llevó la dulce gramínea debajo del sobaco para las Antillas, cada vez que pienso en un cañaveral, se me aguza el ingenio —muy fraginal y lleno de morenos— y la caña se me pone a tres trozos. Y mire que siempre he buscado al culpable de que en 1970 comenzara yo a confundir a mi padre con cuanto tipo con mal olor aparecía en mi calle debajo de un sombrero, por aquella gesta indigesta de la zafra de los Diez Mejillones. En su caso —y más allá de nuestra decidida deformación como hijos, bastante predeterminada genéticamente—, como era médico cirujano, eso de andar en trabajos de pardos y quebrados le curtió las manos como a un leñador del Labrador, y a partir de 1971 todas las hernias de mi pueblo salían ya con unos costurones de lo más chapuceros, los úteros con temple de cañones de manigua y qué le voy a decir de las hemorroides. Y para la caña que cortó, bastaron tres o cuatro cafeses que se mal endulzaron.

Así que ya teniendo al culpable de esa puñetera ocurrencia cañífera, puedo mirar mejor la historia y estos campos entre Casteldefells y Vilanova i la Geltrú, por donde se supone anduvo usted cuando se acababa el medioevo y la gorguera fue dando paso al lacito de mariposa, militar y navegante, desde Arenys de Mar a qué bonito es Badalona. A menos que fuera usted de las Islas Biliares, y su abuela de Mahón le hubiese encargado, balear y en su lecho de muerte, antes de los santos óleos o el aceite de oliva, la misión de extender la salsa mahonesa por todos los confines de la tierra para que Mc Donalds encontrara el ambiente gastronómico más preparado. Si así fuera, tiene el mérito de ser el precursor de la salsa, pero no lo veo tocando con la Fania. Lo que sí está comprobado, Don Migue, es que con roña no se puede crear nada bueno: ni una país, ni una tostada con mermelada o mahonesa, ni una constitución aunque no sea muy atlética, ni un exprimidor de naranjas. Suelen quedarte hechos una mierda si no se hacen con cuidado, respecto, honraridez y amorcito corazón, o al menos, con cierta profesionalidad. Pero, no os detengáis o nos deténgamois, y si quiere se lo bajo en catalán, que suena como si un guajiro del Camagüey se extrañara por la ausencia de vacas en la alegre campiña tras horas de incesante espera: "Cap problema, no pasa rés"; es decir, nada por aquí, nada por allá. Y nos vamos a la cañandonga, con la mocha en alto y la caña quemá.

Todo parece indicar que usted se ganó el bombo en el segundo viaje del Gran Almirante. Cristóbal el del colon. Tal vez traía en un bolsillo de su jubón un par de canutos rejubonesidos, de eso que luego los entusiastas periodistas, que jamás se han disparado una mañana en el infierno de un cañaveral, describen como "dulce gramínea", que a mí siempre me trae a la cabezota a "Dulcinea del Toboso", por rimar con trozo y por lo rocinante que he sido en mi guardarrayesca vida. Me la he pasado rocinando lo prohibido. Usted no supo nunca lo que desató con ese amoroso gesto agrícola. Si uno mira cómo se oscureció el paisaje con ese desliz suyo, pasando la caña de contrabando a nuestras fértiles tierras, y el guarapo racial que se armó, se puede considerar que realmente ha sido usted el inventor del Nuevo Mundo, y no el otro zoquete que dirigía las naos. Alguien se dio cuenta más tarde de lo que podía desatar un insensato con una semillita en este universo contradictoriamente desuniversalizado, y se inventó el control de aduanas, para que a nadie se le ocurra jamás nunca más (en latín "never more before again") cambiar el PH de un continente con ese chiste vegetal.

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