Definitivamente, al Comandante no le falta sentido del humor. El problema es que siempre quiere que se le tome en serio. Uno tiene que aguantar la risa por años y soltarla cuando llega a Estocolmo o Tokio. De ahí la cara de felicidad de los cubanos cuando llegan por primera vez a un aeropuerto extranjero. La otra opción es terminar riéndose detrás de las rejas por un par de décadas. Risa interior le dicen.

El resultado es que su público natural, los cubanos de la Isla, generalmente optan por hacer como que se lo cogen en serio. Hasta la vieja broma aquella de "¡Que vienen los americanos a invadirnos!" (ayudada ahora por el entusiasmo invasor del presidente norteamericano) sigue funcionando. Cada vez que el Comandante la repite allá van todos los compatriotas a protestar frente a la embajada americana demostrando bastante más paciencia que los vecinos del pastorcillo que anunciaba en falso que venía el lobo. Y luego, si no viene la dichosa invasión, el viejo bromista les explica que fusilando y gritando frente a la embajada "¡Yankees, no les tenemos ningún miedo!", han logrado conjurarla. Si Sadam lo hubiera sabido…

Entonces uno le coge gusto a eso de en lugar de ir al trabajo marchar a manifestarse frente a cualquier embajada que el Comandante señale. Para darle más variedad al juego, el Comandante ahora ha cambiado de embajada. Ahora se trata de conjurar una invasión de la Unión Europea ("la pandillita", al decir del Comandante) contra Cuba ("el Gigante Moral"). Pero para no dividir las fuerzas, se ha concentrado en España e Italia. El Comandante habla de oscuras maquinaciones de estos países en contra de Cuba. Y es explicable. Si los cubanos nos decidiéramos a exportar al Comandante a Argentina, esos serían los países a los que más afectaría la interrupción del suministro de futbolistas con nombres terminados en "oni", "ini" y "ona".

De cualquier manera, si el Comandante habla de una posible invasión española no hay motivos para no creérselo. Después de todo, hace poco más de cien años la Isla estaba llena de soldados españoles, el papá del Comandante entre ellos (y una cosa es invadir a Cuba aprovechando las cabezas de playas instaladas por Meliá y otra, realmente temible, es que anden dejando descendencia al estilo del Comandante). Entonces los compatriotas, enardecidos, van y gritan "¡España, España, Aznar es una araña!", mostrando al mismo tiempo su patriótica indignación y su capacidad para la versificación. Con el objetivo de no aburrir a su público, es de esperar que el Comandante siga rotando las amenazas de invasión por todas las embajadas europeas, atendiendo a las posibilidades de rimar, por ejemplo, Inglaterra con perra y Rusia con sucia. Las propias dificultades de la rima me hacen creer, como informado experto en el tema, que Bélgica quedará para el final. La única rima que se me ocurre es "alérgica", que como quiera que se vea no suena demasiado ofensiva. (los versificadores de barricada deben estar lamentando que países como Madagascar, Singapur, Laos o Tonga no formen parte de la pandillita europea sólo por la cantidad de rimas que pudieran sacarles.)

Pero en su fuero interno el Comandante se debe sentir bastante incomprendido. No importa que diga "¡Los diez millones van!" o "¡Los americanos vienen!", que su público parece tomárselo al pie de la letra. Su público ya conoce demasiado bien sus chistes. En realidad tiene la esperanza de que la segunda parte del chiste sea, como ha ocurrido otras veces, que el Comandante decida retirar la custodia de las embajadas. Así, al segundo siguiente de la retirada de la custodia, ya se verá a media manifestación pidiendo asilo, con lo que se desencadenará una de esas crisis con las que el Comandante se divierte tanto. Y mientras tanto, el público que no quepa en las embajadas seguirá aferrado al proverbio de que quien ría último reirá mejor.