www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
  Parte 1/4
 
Carta al obispo Espada
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Afilado, alabardo y alabao Obispo Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa:

No voy a cometer la imprudencia de preguntarle, así, de sopetón, que es como si dijéramos "a boca de jaiba", cómo se puede llegar a Obispo, porque me indicaría el número del camello hasta el Parque Central, o me sugeriría autodesvalijarme en esa tétrica y temblorosa aventura de injertar mi magro puerco en un estrecho "almendrón" —que más que Anchar, hace todo lo contrario— hasta la puerta del Payret, a lo que antes le decían marquesina, que ha dejado de ser noble, y que luego tire mocasín hacia adelante cruzando la calle Monserrate (mi chocolate) y le pase rozando al acuoso y fraterno Albear, que resiste a duras penas la humedad ambiental. Otra manera de cumplir el chiste sería entrarle por el otro lado, pero eso lleva lanchita, y yo estoy muy cujeado con ello, mire que siempre me pregunto ¿con cuántas lanchas Pancha plancha? No es precisamente a esa calle —que bautizaron con su cargo gracias a los matitinos paseos que usted se daba arriba y abajo hasta casi hacerse Bernaza— a donde quiero llegar, sino al oficio encapuchado y a veces capuchino, ese que usted ejerció en la Ciudad de La Habana antes de que comenzaran las tenaces labores de demolición, en un loable afán por convertirla en Beirut, o en una antigua Grecia sin gracia, donde pudiésemos mostrar ruinas bastante indias, o en este caso indiotas. El mismo Payret nos serviría, convirtiéndose en Payretenón.

Tengo una ligera nación de que para llegar a tan ilustrísima responsabilidad hay que pasar primero por pilas bautismales, seminarios expectorantes, sínodos múltiples, oratorios disímiles, eyaculaciones precoces, canonjías restrictivas, inmolaciones y sahumerios, y tener más vocación que boca, amén de otra pila, que esta vez no sería bautismal sino de puro enchufe, siempre sorteando la lotería de que no nos mezclen con disidencias y excrecencias. Hay que hilar fino y tener a Rosario a mano, para sobar suerte, que es como se dice en el sabio y virginal lenguaje de Sibanicú. De todas esas pruebas aparentemente citológicas tengo muescas en mi piel canela, pero supongo me falta haber nacido en Arróyabe, allá por Álava (sea Dios), Calahorra alrededor de un 20 de abril de 1756, y a las dos de la tarde, que da cierta previsión y no nos roban la noticia. Una hora más tarde ya sería fatal para agarrar cintillo en la prensa: el caso de Lola lleva demasiado show. Se lo digo porque, aunque mi gente era de Vitoria (por eso tiraron luego para Vitorino, que es una gran ciudad cercana a Bayamo, y nuestra vasca experiencia nos hace tozudos, como imponiéndonos llegar "hasta la Vitoria siempre") no le llego al Arróyabe, a pesar de que yo mismo arrollabe en los carnavales de mi terruño hasta quedar sin uños. Y no pesebre un día que no cante, para desesperación étnica de mis vecinos, esa dulce nana (cuando la entono bien bajito y fragmentada ya no es nana, sino nananina) que dice: "Arreyámbale caúa arreyámbale cué", hasta el cansancio, el hastío y la neurosis más orgánica.

Si la cosa es tan disífilis, digo adiós a mis sueños con el obispado, por muy avispado que siempre haya sido. Para decirlo en latín: gurbai a la mitra, seré maitre, aunque sea por un día: el día de la maitre, y la maitre que los parió, pero se me está moviendo la pachanga que se llama solideo o algo así. Tengo la también nebulosa sospecha que para calzar cagua obispal hay que pasar por otros trámites, como que lo ordenen a uno sacerdote, y a esta altura de la quimbumbia a mí no me ordena nadie nada. O nada nadie. Ni Dios, que es, desde hace un tiempito, un poco vecino mío y más tranquilo, ni mandado a hacer. Ni se siente el buen hombre allá arriba. Pero a usted lo ordenó sacerdote en 1782 el mismísimo Obispo de Segovia, como para que fuese practicando mímica con el tiempo, a contrapelo de lo que dijo el poeta: "Nosotros, los de entonces, ya no somos los mimos", que suena a verso ecrito en Contramaetre, eh eh. Y si el que va a Sevilla pierde la silla, quien viaja a Segovia ha de perder la novia, o la rima, si es otra cosa lo que extravía.

1. Inicio
2. Usted sabrá perdonar...
3. Pues sí, para no hacer...
4. Presidiendo aquella Sociedad...
   
 
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