Creo que me he salido un poco del terreno, y así no excreto nada. Volvamos a la salida. Preguntémonos pues ¿qué es un corredor? Según el Diccionario de la luenga Lengua Española, en su vigésimo primera edición, y en su acepción número tres dice: "Aplícase a las aves de gran tamaño, de mandíbulas cortas y robustas, esternón de figura de escudo y sin quilla, y alas muy cortas que no le sirven para volar". Casi como un pollo grande, aunque no aparece el moreno que lo porta por ninguna parte, desenquillado y todo. En otra significancia cuenta: "Cada una de las galerías que corren alrededor del patio de algunas casas". Esa explicación, por muy arquitectónica que parezca, ya se acerca un poco más a nuestra meta, pues menciona correr, patio y galería, que huelen a "trápala", "penal", "caponera", "sagena", "galera", "trápana" o "banasto". En fin, cárcel, que nos lleva nuevamente a excretar con lombrices en cautiverio. Para usted prefiero usar la más lúcida y límpida definición de "corredor", que es la de atleta. Y ya nos acercamos a sus marcas, listos, fuera, y dale suela hasta el estambre.

En un resumen que puede durar exactamente 10,6 segundos, su mejor marca en cien metros sin vellos, diría que usted le entró a la vida por el carril número tres, el 5 de agosto (hmmmm) de 1919, allá en el plano Camagüey, y casi enseguida, que es como decir que creció y todo eso, se puso a trabajar en Obras Públicas, un eufemismo elegante para decir que un negro, en aquella dura época, lo más cerca que podía estar de la ingeniería civil era con una pala, un pico y una carretilla en las manos. Pero lo suyo no eran precisamente las manos, que si no, se hubiera metido a relojero o boxeador. Corrió 100 y 200 metros, que parece es lo máximo que se puede hacer con pan con guayaba en la paila, y en ambas distancias sus piernas le ayudaron a quedar muy bien parado, y sé que alguno verá en esto cierta contradicción muscular. Sus marcas más recordadas son: 10,3 en los Centroamericanos de Guatemala en 1950; 10,5 en el mismo evento, pero en México y en 1954; un 10,6 en Buenos Aires, donde en 1951 se celebraron los Panamericanos, y una cicatriz pequeña en un muslo, suyo, para que no piense nadie que ya metí el pollo en la carrera.

Se nos salió de la pista en 1982, así que estuvo bastante tiempo en la otra carrera masiva ya sin estambres que romper, o tal vez porque pocas veces sacaban estambre para la población. Y como le di un tiempecito para ir masticando el pollastre de mis reflexiones deportivas, quiero saber su opinión sobre esta otra: ¿no encuentra, como yo, absurdo, que en nuestra aislada isla el deporte nacional sea el béisbol, que es, en definitiva, una manera diferente de estar también en lo de correrse de un lado para otro? Con la triste diferencia que en ese juego tan lindo, uno sale echando un pie como si fuera a atrapar la gloria u otro horizonte, y né, nananina juanpescao: se da la vuelta al cuadro y se llega al mismo lugar de donde salimos. ¿No le recuerda eso a un círculo vicioso? ¿Y qué digo círculo vicioso, si es como una costumbre nacional, una especie de frustración que ha aprovechado el jefe del equipo para tenernos sudando, con la ilusión de hacer carreras, y que correr sirve para algo?

Tal vez lo único que estamos haciendo, con esa estampida masal, es asustar a las lombrices de abajo, las cautivas, pisándoles el terreno, y todos saben que con el susto, se excreta más y más. Por eso me sonaba tanto el humus. Es lo que queda tras un incendio.

Contemplándole correr, orgulloso

Ramón