www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
Parte 4/4
 
Carta a Valeriano Weyler
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Yo pondría su paso por Cuba entre los grandes cataclismos naturales de los últimos cuatro siglos, justamente entre la matanza de Caonao y el ciclón Flora, porque su táctica se llevó en la golilla la bobería de trescientas mil almas —que estaban bien cosidas a sus respectivos cuerpos—, tirando por lo bajito, entre el millón seiscientos mil que se soleaban bajo el cielo insular, de los cuales doscientos mil eran españoles, quinientos mil negros o mulatos, y unos ochocientos mil, cubanitos soy señores. Ahí se dio banquete utilizando el patíbulo de forma permanente y llenando de carne los establecimientos penitenciarios, que es el nombre bonito que se le da a las cárceles, pedazo de mazmorrero marmóreo, ceborreo entorchado, ventosidad de infantería. Entre el agua de zambumbia que tuvieron que inventar en su época, la harina con boniato de Gerardo Machado y el picadillo texturizado, los nativos del caimán estamos vivos de milagro, y hemos llegado a ser once millones y pico por pura tenacidad genética. Para que luego me hablen de la dieta de la luna.

De Cubita la bella brincó usted a Catalunya, un poco tocado por no haber completado su misión —que supongo sería acabar con todos los habitantes de mi terruño— y, ligeramente agriado su apacible talante, se dedicó a sacar lo que quedaba de sus reservas naturales, que es como se nombra a lo mejor de sí mismo. Aquí acabó con la quinta y con los mangos, que en catalán se diría: con los calçots y con las amenidas, aplastando alegremente el levantamiento civil de 1909, en lo que ha pasado a la historia como Semana Trágica. Después se fue a Madrid a morir con dulzura y placidez, a una edad provecta cercana al siglo, con la satisfacción del beber cumplido. Madre mía, qué augurio. Si todos los hijosdepunta terminan sus días con la tranquilidad y somnolencia existencial de los galápagos, estamos bien compuestos. Compren paraguas, que no escampará.

Usted sentó un mal precedente. Un seguidor suyo ha puesto inventiva, talante y talento en mejorar sus iniciativas. Por ejemplo, las alambradas que sembrara en el diecinueve, eran contraproducentes: se veían, se oxidaban, provocaban el tétanos y las pobres vacas morían guindadas en sus erizadas puntas. Este que le digo las mejoró, y ahora son invisibles. Te pinchan, no te sacan sangre, y hasta sonríes, hecho un completo mazorquista. Porque la intríngulis no es matar a la gente de frío en la dentadura, sino dejar que la usen muy de cuando en cuando, para que no se atasque, y haya ilusión de que en un par de días más se llenará la alacena. Un método bastante hindú, de escaque escaqueado, comiendo al estilo del caballo de ajedrez, es decir, salteado, y pasar un poco de trebejos en esta vida. Además de pensar que los de afuera se pasan el tiempo conspirando para que uno expire, lejos del umpire cuchillire. No vea lo perfeccionadito que anda su inveterado invento de que "en el mal la vida es más sabrosa".

Y como me dediqué a saberle bien, a conocerle de atrás, van dos botones de muesca de su carácter estricnino. Cuando uno de sus hijos le pidió dinero para comprarse un pijama, se asombró usted, y preguntóle qué rayos era eso. Al saber que era una prenda usada para dormir, respondióle que para la surna sólo se necesitaba tener sueño. Otro vástago le pidió pastora, específicamente quinientas pesetas. Contestóle enviando cincuenta, y rectificándole de esta guisa: "Ahí te envío las cincuenta pesetas que me pides, y te advierto que cincuenta se escribe con un solo cero". Era usted férreo e inaguantable hasta en la paternidad. No me extraña su marquesado. Cuba ha padecido de muchos marqueses, y ahora sufre a uno que es conde. Perdón, esconde. Todo. No nos ha ido muy bien con la aristocracia. Conservan su sangre azul derramando la roja.

Y ahora abro campo y pírome, que su mal recuerdo me lastra, aunque allá en una isla canaria le adoren todavía. El gofio y el marxismo llegan a endurecer las células grises.

Desalambrado y nutrido
Ramón el reconcentrado

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