www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
Parte 3/3
 
Carta a la lata de leche condensada
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Mira que has estado entre nosotros como uno más de la familia. Para donde quiera que uno se virara, allí estabas tú, con y sin etiqueta, con los sutiles agujeros taponeados con cuñitas de papel cartucho, para evitar —no que te evaporaras, que en eso te ayudó el gobiernito— que se sumergieran en tus cálidos remansos las cucarachillas alemanas, que parecían no dar la talla, pero eran verdaderas acróbatas, graduadas en resquicios, expertas en bajar por cualquier orificio. Tú, de noche y de día, reflejando en tu carne —es una metáfora, ahora no empiecen a salivar— plateada, las caricias del sol y de la luz del vecino. En la mañana, en la tarde, en la noche de los tiempos —qué lindo me ha quedado esto, madre mía— ayudando a que nuestro vientre no se pegase al espinazo, y andar sin preocupaciones discutiendo de pelota, de mujeres, de modas, de pelota, de ingeniería civil, de todo lo atmosférico y de pelota. Siempre diciendo "te seré fiel", con café, con pan, con aguacate, con ron para la crema de vié, con arroz —púa—, con cuanta cosa vuele, "camine con la punta'el pie y yo de medio lao", hable, cante, se haga el bobo, hierva verde, borbotée, rebote, crezca, se encoja y haga "Cacarajícara, qué buena está la Maltina". Y mira que no hablo de las Escuelas al campo, donde eras un tesoro inapreciable para que no nos devorara el surco con su ansiedad. Allí ibas de otra forma y manera, llamándote lechita o lechonga, cremita o quemada, para despistar a los arqueólogos hambrientos. Sin saberlo, estábamos paladeando una equivocación histórica.

Porque mira tú: cuentan también los que saben, que en esa variante, eras argentina y pampera. Que estando una vez el dictador Rosas en su campamento de Cañuelas, con la cabeza gaucha, le cayó de fly, inesperadamente, su rival unitario, el General Lavalle. Se armó un revolico impresionante, como cuando alguien de la comunidad regresa al barrio, y en ese despiste, a su cocinera —la de Rosas—, que preparaba una bazofia conocida como lechada, que no era para pintar, sino para comer con mate, y que consistía en leche revuelta con lentitud y con azúcar, se le quemó el preparo como a cualquier cocinero de ESBEC. Dicen los que saben que la cocinera era de color distraído y de carácter un poco mulato. Pero Rosas —con la cabeza menos gaucha— la probó y le gustó, y allí mismo quedó clasificado aquel mejunje como producto nacional. Ya ves lo que da estar comiendo de lo que pica el pollo, y que un dictador le otorgue luego la marca estatal de caridad. Un pueblo que se alimente con esa negligencia renegrida, no puede entrarle en serio a las cosas del porvenir. Teniendo como base dietética la indolencia de tu masa achicharrada, es hasta lógico que nos lluevan Rosas del cielo.

Eso era cuando estabas llena; cuando en tu interior algo se aportaba —libreta mediante— a nuestra hemoglobina revolucionaria. Ordalía que se armaba al principio del accidente, provocando sanas piñaceras que luego serían cantadas por el chileno Lucho Latica con el título de Contigo en la lactancia, hasta que la miseria fue ordenada, planificada, y se repartió parejo para todos los núcleos, y el cuerpo del cubano campechano se dividía en cabeza, tronco, extremidades y tres latas de leche.

Otra cosa has sido y sigues siendo limpia de polvo y paja, convertida en instrumento de precisión. Los ingleses habían pasado un trabajo del carajo para inventar la libra y la yarda (favor, tampoco confundir con la giardia, que no es lo que se hace en el CDR, sino un parásito de lo más persistente). Los griegos se habían descalabrado con todo el andamiaje del sistema métrico decimal, y los alemanes por poco quedan parapléjicos cumpliendo a rajatabla todo eso y perfeccionándolo. A nosotros nos bastó con una latica.

El mismo José Julián del que te hablé, antes de sentarse, aburrido y ensabanado en la Plaza, escribió frases muy lindas sobre los sentimientos. Una de las cosas que dijo, claro que con otras palabras, fue algo así como que "el amor es la medida de todas las cosas", donde se nota que él le llegaba poco a la leche condensada. Otro gallo se condensaría si le hubiera hecho un ligero cambio a otra cita de las que escribía para congresos y actividades políticas, y que —con mi desinteresada ayuda— diría: "Toda la gloria del mundo cabe en una latica de leche", en lugar del consabido y fatídico grano de maíz, que, como todos saben, era el alimento preferido por los pollos en la seudo República. Aporto dato curioso sobre ese pervertido y superado período pollero: en 1940, la población de la Isla era de 4.291.000 habitantes, y las cabezas de ganado ascendían (¿al Everest?) a 5.334, 400. Todos con su vaca a cuestas, y sobraba. ¿Imaginas lo lácteo y condensado que estaba el ambiente? No sé qué pasó en los siguientes diecinueve años. Tal vez por eso nuestra vida se ha metalizado tanto. Los políticos nos dan la lata, y hemos convertido la patria en un latón inexpugnable. Una libra de arroz: dos laticas. Dos laticas: una libra de detergente. Y El Maestro se vio obligado a soltar otra de las suyas con eso de que: "La patria es lata, no pedestal". Aunque algunos la hayan usado como pedernal, paternalmente parlateando. Hasta el gran Benny Moré le cantó, metaforeándote en siguaraya. Aun después de pasarte a la moneda ajena, herida por las flechas de Cupet, escucho su clamor que dice: "En mi Cuba crece una lata/ que sin permiso no se pué tumbáaaaa/ no se pué tumba eeeee/ poque son en fulaaaa".

Podía estarme una eternidad descargándote, y usándote en cuanto dulce se me ocurriera hacer o inventar, porque tienes ese don apacible del multioficio, la independencia y la ubicuidad repostera, pero te volviste elitista cuando te supuse elatista. Tal vez alguien duro de oído escuchó lo de repostera e independiente, y decidió desaparecerte de la bodega, y te hizo historia. Habrá que esperar entonces al futuro, que es como se paladea mejor el pasado pesado. Una pajita, fuerza en la bemba, y mucha ilusión para que vuelvas a integrarte a la sangre cubana. Ahora entiendo la frase esa que tanto machacan: "Condensadme, no importa. La historia se absorberá". Y la chiquita de tu etiqueta me guiña un ojo con malicia de tropa territorial.

Con una pajita y paciencia

Ramón

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