www.cubaencuentro.com Martes, 07 de octubre de 2003

 
Parte 1/3
 
Carta a José Antonio Saco (II)
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Destarrado coetáneo José Antonio Saco y López-Cisneros, secundina carta:

José A. Saco

No voy a repetir aquí fechas de nacimiento, datos escombrosos de estudios realizados, ni otros chistes referentes a su apellido textil, que pertenece más al mundo de la moda, las costureras y los sastres. Como es cosa de sastres o un desastre toda esta cosa, es mejor que lo evite, y de paso, levitando, levitamos disgustos a los absolutistas vocacionales que lean esta correspondencia casi íntima. Las íntimas correspondientes son otra cosa. Y a quien le corresponda la íntima ya se la colocará muy loca. (A propósito de evitar —el muerto alante y la evitería atrás—, un día le hice un chiste a un argentino, demasiado metido en su milonga, y se me puso gaucho. Le dije: "Evita a Perón", rápido y de corrido, y se me emperonó. Todavía me duele el peroné. Era de los que no comulgan con Les Luthiers)

Si algo me ha marcado en esta vida —más allá de un par de pedradas recibidas de niño, la vacuna de la viruela, algunos discursos, guardias a mí, discusiones y una beca militar (no olvidar que he aprendido a moverme en esta vida como un pez, y el pez muere por la beca. La vida te marca por más que reses)— ha sido su vida azarosa y su profundo pensamiento. (Hay vidas de papagoza y pensamiento superfluo, pero esas no cuentan mucho). Lo clarito que estuvo usted en la primera treintena de ese hermoso siglo XIX con respecto a nuestra identidad, las aspiraciones que teníamos como nación antes de que nos nacionalizaran de verdad, convirtiendo el hecho en expiraciones, y la manera tan veril con que enfrentó los problemas que acuciaban a la Isla en esos años, por suerte superados. Los años, los problemas siguen siendo los mismos. Tan es así que se me ocurre fundar la Asociación Nacional de Acuciantes (ASNACUCI) para revolver las heces, y si se ponen a tiro, el resto de las letras del alfaberto. Con una Asociación así, nada gubernamental, nos gobernaríamos de maravilla, porque el Gobierno nos querrá gobernar, y ahí se arma el chichipó.

Vayamos por partes, dijo Jack el Destripador, y yo seguiré su regla. Doyme cuenta —y también de bruces willis— que he estado muy vaginal, entre la regla, la íntima y la tripa de Jack. Esto sólo se me da una vez al mes. Me dedicaré, por tanto —¿por tonto?— a su legrado humano, a lo que escribió, dijo, hizo y le satisfizo, que rima con erizo. Si empleáramos la conjugación "hació" para el pasado del verbo "hacer", también pudiéramos usar el más sabroso "satisfació", que suena a catalán con falta de aire.

Yo lo entiendo, amigo mío, tal vez porque poseo cierto desbalance hacia su nombre. Una inclinación involuntaria que me llevó a nacer en Saco y vivir en Pepe Antonio —esta vez en Guanabacoa, "tierra de toooooroooos, tierra deeee moooorooooos"— en uno de mis exilios interiores. Claro que, como la ubicación exacta de ese destierro era Pepe Antonio entre Soledad y Final, el augurio no era para encargar un cake, que digamos. Decía que usted, con tanta filosofía, tanto proyecto y tanto Varela, como que se inflamó la carabela y comenzó a poner el dedo en la yagua. No imagina, eximio maestro, —o sí, porque se vio obligado a mover la nao hacia otro lao— cómo se despotran los déspotas cuando le jeringan el guano del techo. En esa misma línea de flotación, no solamente lanzó aquel panfleto, de sumarísima actualidad: Ideas sobre la incorporación de Cuba en los Estados Unidos, sino que arremetió contra el contrabando de prietura cuando le enmendó la plana a un tal presbítero o reverendo R. Walsh, que había hecho unos análisis de la esclavitud en Brasil. (En los últimos tiempos yo confundo a menudo presbítero con prepóstero, incluso reportero con repóstero. Es algo de la próstata o la apóstata, ya ni sé). Claro que el texto antianexionista lo escribió tranquilino y parisino, en otro contexto, ya lejos de la bota y del tacón colonial. Pero el segundo sí le valió un botazo con tacón, o de Tacón, el capital generán o capitán general, que sugirió, muy sutil él para no ser un tacón holliwood, que era mejor, para su estabilidad emocional, no tropezarse con usted en sus paseos capitalinos. Esa constituye una forma muy elegante de mandar a que lo borraran del mapa.

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