www.cubaencuentro.com Martes, 07 de octubre de 2003

 
  Parte 1/2
 
¿Caí de qué?
Según cierto filósofo, el mejor modo de comprobar cuánta verdad hay en una cosa es reducirla al ridículo y ver cuánta broma aguanta.
por ENRISCO, New Jersey
 

Esta vez no voy en busca de la risa, sino vengo de regreso de ella. El motivo de este artículo es lo mucho que me reído en estos días. Supongo que ya imaginan que se trata de la broma telefónica que le hicieron unos locutores de radio de Miami al Comandante. Pienso que las únicas circunstancias en que uno puede justificar la burla a un dictador son tres: la mañana, la tarde y la noche (y discúlpenme por llamarle al Comandante dictador: "Jefe supremo con poder absoluto" es la definición del Larousse, aunque el Comandante no se cansa de repetir que en su caso se trata de una dirección colectiva:
Zol 97
todas las decisiones se discuten entre él —aunque él prefiere decir "nosotros"— y un grupo de compañeros de los que todavía no se ha aprendido los nombres porque los acaba de reemplazar).

Para el cubano que no esté enterado (es decir, alguno que haya estado en coma las últimas semanas), hace unos días dos jóvenes locutores del programa de radio "El vacilón de la mañana", Enrique Santos y Joe Ferrero, consiguieron hablar con el Comandante. Usando grabaciones trucadas le hicieron creer que estaba hablando con su discípulo venezolano Hugo Chávez. Como los fragmentos grabados de Chávez no conseguían mucha coherencia, el engaño resultó mucho más convincente. Un supuesto ayudante del presidente venezolano le explicó que a su jefe le preocupaba una maleta perdida en el viaje a Argentina, y el Comandante se comprometió, diligente como siempre, a buscar la maleta y castigar a los culpables. Entonces vino lo bueno: cuando uno de los locutores le dijo que había caído igual que Chávez, el Comandante, iracundo, respondió: "¿Caí de qué, comem…? ¿Caí de qué, maric…? ¿Caí de qué maric…zón?". Y, previsiblemente, terminó aludiendo a la progenitora del locutor en términos poco ortodoxos.

Será una tontería, pero eso nos ha tenido a muchos cubanos con una sonrisa de oreja a oreja en los últimos días. A la respetable porción de la humanidad que no tuvo el privilegio de nacer en Cuba, le cuesta trabajo entender tanta diversión. Evidentemente hay algo morboso en burlarse de una persona bastante mayor mientras vomita injurias contra desconocidos. Pero ahí radica nuestro dudoso privilegio: pocos seres además de los cubanos podrían disfrutar tanto del grotesco espectáculo que ofreció nuestro Comandante al sentirse burlado. Pocos sabrían valorar como nosotros el escandaloso ridículo de su prepotencia impotente.

Pero pasando a un plano más reflexivo, vale preguntarse qué es lo que nos ha enseñado esta broma además del repertorio de insultos que tiene reservado el Comandante para ocasiones íntimas. Personalmente, lo primero en que pienso es que me hizo quedar mal. Hace unas semanas escribí un artículo en el que tomé por buena la afirmación del cineasta Oliver Stone de que el Comandante tenía sentido del humor (para luego añadir Stone que por esa razón no podía ser "rematadamente maligno o idiota"). Ha quedado demostrado que reírse durante 44 años de millones de personas no es comprobante de sentido del humor si después se es incapaz de soportar tranquilamente una simple broma telefónica (pienso que si su supuesto sentido del humor era un impedimento para ser "rematadamente maligno o idiota", ahora que éste se ha evaporado ya podemos irnos mudando de galaxia).

Por otro lado, el incidente me confirma una vieja sospecha: la total indefensión del régimen cubano y en especial de su máximo y vitalicio líder ante cualquier modalidad de broma. Dice un filósofo (alemán, como debe ser cualquier filósofo que se respete) que "el mejor modo de comprobar cuánta verdad hay en una cosa es reducirla al ridículo y ver cuánta broma aguanta". A juzgar por el experimento que hicieron los locutores-filósofos de "El vacilón de la mañana", el Comandante no contiene más verdad que su periódico Granma. Creo que cierto exilio debiera sacar una lección de esto: en lugar de elaborar planes para el derrocamiento del Comandante desde el mostrador de una cafetería, debieran empeñarse en derrotar la imagen falsa pero persistente del Comandante como víctima-enemigo-a-muerte del imperialismo o de abanderado de las causas de los humildes. Y una de las armas más eficaces, como lo ha demostrado este episodio, puede ser la burla oportuna.

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