Celoluódico, malgenioso y celulítico General de Brigada Don Agapito Resóplez:

No sabe cuántas noches de desvelo he pasado para decidirme a escribirle. Ni cuántos metros de cinta han formado una gruesa película bajo mi peluca pulcra para conocerle bien y enderezar mi artillería. Hoy, ya al borde del descame cerebral me descamé madrugador, a esa infame hora en que todavía no han trazado nuevamente las calles, y heme aquí, lleno de zetas del bozque, majo, guapo, zintiendo a zu personaje en toda zu tinta, que lo pone calamar y no dar.

Azí que, hostia, voto a Dioz, hoy que no ando muy cristiano —y no es porque el Santo Padre se encangreje más cada día que pasa, y que hablando parezca un abuelete que escupe la sopa— con poca animación, me decido a soltar el desánimo hablando con usted, que a animado no le gana nadie.

Paso del nombre con el que le acuñó la progenitora mente de Juan Padrón. Ese Agapito es facilongo de chotear. Todo lo que Aga con el Pito es cosa suya. Por eso prefiero charlar distendido, contarle noticias que se dicen nuevas, analizardo sánchez y lárgues temas de actualidad, todo en torno —se me sale a veces el frustrado tornero que llevo dentro, porque a mí me enloquecen los torneros deportivos, y hasta los de ajedrez— a la idea de mi país que, según las películas —donde era usted el malo de la película— en las que le hemos conocido y no ha alcanzado a ver ahora.

Su obcecación con "ese pillo manigüero mambí" no le ha dejado actualizarse metarfoseándose en la metáfora, aunque sí supo ver en lo anatómico lo anatémico, el cómo éramos entonces durante la guerra del 95, avizorar lo que vendría sistémico, y resumirlo todo con una frase kantiana al ver la de Nietzches que nos esperaban: "¡Qué país!". Si algo le empaña el diente de oro que es oráculo, y siente que la indignación le llena de tinta el cuadro, respire a 48 por segundos y suelte aquella otra consigna suya, antecesora del no coger lucha: "¡No os dejéis provocar!".

He aquí la primera reciente provocación: Ha aparecido vivo —aunque muerto de miedo— un ejemplar bastante ejemplar de Solenodon Cubanus, un mamífero endémico del orden de los insectívoros, el más primitivo dentro de la familia de los placentados. Y lo ha hecho después del Censo de población y viviendas, allá en las inmediaciones de La Melba, bastante alejado de Jutía Dulce —que usted conoce muy bien— y de Trancalapuerta, otra de sus ubicaciones memorables, "un poblado montañés enclavado en el casi virgen sistema orográfico Nipe-Sagua-Baracoa".

Esto es curioso, en primer lugar porque hablan de "un poblado", y, con la humildad y el miedo escénico con se siempre se apea el almiquí —cuyo apodo es Selenodon etc.— dudo mucho que el poblado de marras estuviera tan poblado. Luego si dicen que La Melba está abandonada, que no me hablen de buenos amores. Lo otro es eso de que "está enclavado", sin anotar decentemente con qué clavos lo hicieron y quién los resolvió. Ya de que es un mamífero primitivo me tranquiliza, porque está de moda. Ser primitivo en Cuba ahora es casi una virtud. Es como volver a los orígenes, entre bíblicos y taínos: un primitivo en un macizo virgen, que no es lo mismo que en una virgen maciza. ¡Qué país!