Opíparo anglosangrón, deductivo y detestable detestive William Sherlock Scott Holmes, el de la pipa:

Yo estaba esperando, en el círculo de bateo, sin dar bateo, pasándome la majagua por ahí mismo y empegotándola de pez rubia —a mí lo moreno, no es por nada, ni que yo... pero no me va mucho—, aguardando sigiloso, dando tiempo, haciendo una larga media de lana, acechante, para ver si su país entraba en el euro y lo podía contratar con mis magros ahorros.

No es lo mismo pagar en libras, aunque sean esterlinas. Siempre he tenido graves problemas librescos con la libra, y al final, hasta terminé librando. Desde mi más tierna infrancia, otros se ocuparon de otorgarme y menguarme libras sin ton ni son. Libras de aliento, libras de arroz; libras de azúcar prieta y carnavalesca, libras de buena conducta. Libras de fidelidad, libras de confiabilidad. Así que me va a perdonar el acérrimo rechazo que le hago al nombrete de ese alibrado sistema de medidas. No me gusta la libra, que es un cáncer administrado en mi isla por un leo muy suigéminis que se encapricornió en destaurarnos.

Igualmente aguardaba, por dudoso, a que usted cambiara un poco de actitud, para encargarle mis investigaciones, que son muchas para cartuchas. Esa muletilla adquirida por su adicción a la pipa, al violín y a otras sustancias sospechosas en la intimidad de Baker Street 221 B, me la ponían en el pico del aura, porque lo que voy a solicitarle no tiene nada de "elemental Watson".

Me atrevo a asegurar que es más mental que elemental, y que cualquiera que intente deducir las cosas de la realidad de mi amada campiña natal termina borrachito de champán, y su cerebro con champiñones. Así que no puede entrarle a la guanábana como si supiera fabricar champola de toda la vida, sino con elevado espíritu pionero, sin pañoleta, pero enfrascándose con virginidad y elasticidad. En mi país nada de lo que le parezca elemental lo es, sino todo lo contrario o ambos viceversa inclusive, así que se me va quitando el cagua de cuadros, o la va a caguar de entrada.

Le pongo un ejemplar ejemplo: ahora en Cuba les ha dado por decir que la Isla será, de un modo acelerado, el país más culto del mundo. Eso significa, leyendo entre líneas, que cada persona —con su personalidad— tendrá una apabullante cultura, lo que me lleva a pensar que así, de pronto, estará autorizado el culto a la personalidad, cuando siempre se negó. ¿Me va siguiendo la ceniza y las huellas en el fango?

Lo otro relacionado con esto es que siempre se ha enfatizado la martianidad del país, es decir, que somos todos muy martianos, aunque sea miércoles o jueves. Viene, por si no está vacunado su Sabueso de los Baskerville —a otro perro con ese sabueso— de Martí, que fue un señor muy bueno, cuya presencia, de muy mal busto, vigila en escuelas y parques, y que escribió una vez, entre las toneladas de ideas que se le ocurrían, la siguiente frase: "Ser cultos para ser libres".

Encienda su maquinita de pelar cebollas mentales y dígame usted qué deduce de esas dos noticias. Tal vez ya mi intestino mental esté un poco colapsado, pero si las matemáticas no me fallan y sigo llevando arrastre, al aspirar a ser la nación más culta de este mundo, y si ser cultos significa ser libres, lo que están anunciando es que nos liberaremos rapidísimo, y eso me alienta.