www.cubaencuentro.com Martes, 30 de marzo de 2004

 
  Parte 1/2
 
Historia de un Panda
 

¿Quién dijo que Panda es un oso? Panda no es el nombre de un oso, sino de un televisor. Así se llama el equipo televisivo de origen chino que la comisión creada en mi trabajo, para el otorgamiento de estímulos, decidió darme en mi condición de trabajadora destacada que cumplía dos requisitos básicos: no tener TV y una destacada trayectoria laboral.

Tele

Luego que el team creado al efecto decidió que yo era una de las elegidas (sin contar las discusiones, los comentarios cuestionadores sobre los méritos, la visita a mi barrio para comprobar que yo no tenía tele y que era decente —y toda la chismografía asociada al asunto que tuve a bien ignorar—), comenzó la historia verdadera del reconocimiento laboral; es decir, los trámites para comprar (con mi dinero) el televisor con el que la revolución, a través de mi sindicato, me premió.

¿Por qué un estímulo? Pues porque eso me permite varias ventajas en comparación con los no destacados, que no tendrán un televisor Panda. Primero, la posibilidad de adquirirlo en moneda nacional, pues todos los equipos electrodomésticos existen sólo en divisa convertible a precios que no detallaré. Yo, por sólo 4.000 pesos (153 dólares), es decir, por el salario de aproximadamente 20 meses, podré comprar el equipo, pagando cada vez 67 pesos, o sea, pagando durante 4 años y 9 meses una mensualidad que el banco me adelantó en servicio crediticio.

Cuando llegué al banco que me corresponde no había planilla y tuve que volver en otra ocasión. El formulario fue llenado por los compañeros de la dirección económica de mi trabajo sin mayores contratiempos. Tocó entonces el turno a recoger el bono que me autoriza la compra. O sea, el bono que el Sindicato Municipal de Trabajadores de la Educación y la Ciencia de la Habana Vieja, me daría como constancia de que soy la elegida.

La recogida del bono sólo puede realizarse los martes, jueves y sábados de 9 a 2 p.m. Téngase en cuenta que bajo similar status de elegida están otros 2.000, que por sus sindicatos, CDR, asociaciones de combatientes o círculos de abuelos fueron estimulados. Como el tumulto cada vez se extendía, ya el pasado martes decidí quedarme a recoger mi bono las horas necesarias en una cola que había abandonado dos veces anteriores. Por suerte, un amigo había llegado al lugar a las 6:04 a.m. Agobiado por la misma situación y previendo que algún conocido estaría en iguales circunstancias, cogió dos de los primeros 50 tickets distribuidos por los compañeros del sindicato en aras de ordenar la cola.

De esta manera, con el número 39, luego de seis horas sentada en el salón de reuniones de aquel lugar, rodeada de un centenar de compañeros en idéntica situación, sudando los 33 grados en un local cerrado concebido para el aire acondicionado que hace años no funciona, así, llegó mi memorable momento de recoger el bono.

Sin mayores enredos me fue entregado, luego de comprobar que mi nombre en el carné de identidad se correspondía con el del acta de la reunión de otorgamiento, me dieron mi bono y, presurosa, a las 2:30, corrí hacia el banco que me correspondía, a unas 15 cuadras del lugar.

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