www.cubaencuentro.com Martes, 18 de mayo de 2004

 
Parte 1/3
 
Carta a Estée Lauder
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Cósmica cosmética y comiquísima Estée Lauder:

Ha guardado el carro; ha hecho mutis por el forro; colgó el tenis; se le quemó la sartén; se le paró el reloj; estrenó pinotea; cantó el manisero; se le ponchó la de repuesto; se le rajó el catre; se ha mudado para el reparto Bocarriba; hizo cataplún; se le terminó el talco; se le posó una tiñosa en la almohada; se tapó con la colcha de mármol; se le acabó el pan de piquitos; ñampió; hizo como Chacumbele; le dio la última mordida al techo; se ha puesto el pijama de madera, en fin, que compró pasaje de ida, que son algunas de las maneras simpáticas con las que los cubanos hablamos de alguien que se ha marchado a chupar gladiolos de mano de la inefable, esa parca que nos da el sablazo cuando estamos más a gusto.

E. Lauder

En lenguaje de su oficio sería que guardó el maybelline o que se le cayó la polvera. Rotos el vanity, el espejito y la pinza de cejas, se nos aleja, muy vieja, dejando un imperio fundado polvazo a polvazo sobre una de las ilusiones humanas más valederas: no ser feo, conservarse joven, no dar la nota en la foto del carné de identidad, y que no lo tiren a uno para los jardines en las fotos de cumpleaños por miedo a que la camarita explote. En fin, que se nos ha desmaquillado para siempre.

Cuando leí la noticia, se me desplazó un poco la peluca. Es que mis neuronas necesitan urgentemente un tratamiento de Beyond Paradise de Estée Lauder, pues están a punto de árder. Quizá que alguien me las delinee ligeramente con su lápiz de cejas, el Artist's Brow Pénsil, para que vuelvan a ser un florido prensil, y no esta amalgama de chícharos hervidos en que el tiempo, los derroteros, las conquistas del socialismo y otras cremas faciales, las han convertido. Es el resultado de utilizar, durante mucho tiempo, otro tipo de Paradise: el Totomoyo Cuban Paradise, producto muy pobrecista, importado de Kazajastán, y elaborado a base de piel de condenado siberiano. Cuando eso se mezcla con la soya, te pone hecho un Frankesteín, con perdón del espantajo fabricado con varias copias de uso. Conozco otros franes más monstruosos, y no son de leche.

Posiblemente no use su lápiz de cejas. Leyendo el anteproyecto de constitución del suyo, veo que trae dañinos artilugios incorporados, como un cepillo de cerdas, y una mina tan fina que permite reproducir los pelos de las cejas. Y yo, para cerdas y verracos ya tuve bastante con mi estancia en esa isla donde usted pudo tener un campo de experimentación inacabable. Y en cerdas, Cuba es una mina. Es el único lugar de la galaxia donde un ministro de educación salió directo hacia una cochiquera. Los que le sustituyeron ya venían de por allí cerca. Pero dejemos lo porcino y recemos al pie de su catafalco, no construido, por suerte, con el sistema Girón 10, que garantiza filtraciones eternas, lo que le desgraciaría el rimel en el viaje al más allá, y mejor le confieso que me conmovió su partida, pensando que este mundo había quedado sin los secretos de las mascarillas. Eso removió mi belleza interior, y la llevé a la capital.

Ahí mismo se me ocurrió escribirle. No sabe cómo actúan mis neuronas, que no saben a quién avisar en caso de muerte. Ágil cual dirigente del ANAP empecé a hacer asociaciones ilícitas, no gubernamentales y sin afán de lucro. Yo afano licra. Y pensé todo lo que usted, con sus inventivas, hubiera ayudado al gobierno de mi país en sus invectivas. Una persona tan empolvada y diligente, asesorando maquillamientos, retocando el cutis de ciertos casos áridos, con piel reseca, y en otras, demasiado grasas, sería la envidia de cualquier gabinete.

Con su experiencia vastísima, y la ayuda de esos instrumentos auxiliares de su cosecha, ya vería cómo quedaríamos en vitrina, teniendo en cuenta que de su Artist's Brow Pénsil hay tres tonos: el Black Brown para pelo oscuro; Brown para pelo castaño y Soft Brown para pelo rubio. Seguro que el primero de ellos tendría un éxito rotundo, por las constantes brown-cas de los black; y del resto, qué decir, si la cosa pasa en la Isla de castaño oscuro.

Debiera argumentar cómo se hizo a sí misma, sin círculos de estudio, ni mesas redondas, ni profesores emergentes, sin Dúo o Trío de Crecimiento. Así encontré en sus vastos y luengos datos laborales que no se llamaba como se llamó, sino que nació pequeña y aparentemente judía, y hasta que no inventó la primera pócima, en su carné aparecía como Josephine Esther Mentzer, hija de Max y Rose Schotz Mentzer, alumbrada en la parte obrera de Queens cuando el mundo comenzó a producir fotingos de la Ford.

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