www.cubaencuentro.com Martes, 18 de mayo de 2004

 
  Parte 1/2
 
Turismo a puertas cerradas
Debido a la calidad de las cárceles cubanas, muchos querrán ser encerrados antes de que se extienda su fama y las autoridades decidan meter en ellas sólo a extranjeros.
por ENRISCO, Nueva Jersey
 

Al cubano de la Isla se le habla de hacer turismo y ya está pensando en reunir tablas, tanques de 55 galones y cámaras de tractor para darse un paseo en balsa por el Estrecho de la Florida y, si Dios y los guardacostas norteamericanos lo permiten, ir a hacer compras a Miami y de paso quedarse por allá un par de 20 años.

Presidiario
Presidiario Enrique Prieto: 'De aquí no hay quien me saque'.

Lo curioso es que si a los cubanos en Miami se les habla del mismo tema, lo primero que les viene a la mente es manejar cuatro horas hasta Cayo Hueso y una vez allí tirarse una foto en el punto más cercano a Cuba, para luego regresar manejando otras cuatro horas. Y si la idea del turismo les da por la aventura, entonces vuelan directamente a la Isla. Es lo que yo le llamaría espíritu de contradicción.

De acuerdo con su idea del mundo, este tendría doscientas millas de largo por unos cuantos pies de ancho. O unas millas más, si se incluye alguna visita a Disneyworld. De cualquier manera, en algo llevan razón los compatriotas que luego de salir de la Isla vuelven a ella para hacer turismo: el camino más corto entre cualquier punto de la Isla y Varadero pasa por Miami.

El asunto es que nuestros compatriotas suelen ignorar las profundidades de la patria cuando de hacer turismo se trata. De ahí que las autoridades cubanas se hayan dedicado estos días a promover los naturales encantos de los sitios más desconocidos y rodeados de misterio del país, lugares ideales para dedicarse a la meditación o encontrar el amor de su vida. Me refiero, por supuesto, a las cárceles cubanas.

Una invitación a la prensa acreditada en la Isla ha bastado para derribar las "siniestras leyendas" que durante años se han tejido a su alrededor con turbias intenciones. Al final, ha resultado todo lo contrario de lo que insinuaba esta leyenda. En lugar de condiciones infrahumanas, falta de higiene, alimentación deficiente, maltratos continuados, tenebrosas galeras pintadas de negro…, en las imágenes que recogió la prensa vemos presidiarios sonrientes y atléticos, uniformes nuevos, paredes recién pintadas de alegres colores, carceleros serviciales y comidas que los asistentes a comedores estudiantiles y obreros se disputarían a machetazos.

Las golpizas, el engrudo incomible o la costumbre de deambular por la prisión con la colchoneta a cuestas para evitar que se la roben, junto a otras historias que cuentan algunos ex huéspedes de las cárceles cubanas, quedan como lo que son: calumnias infundadas, mitología de delincuentes resentidos. Porque los otros delincuentes, aquellos que han aprendido a disfrutar de las enormes comodidades que ofrece el sistema carcelario cubano, pueden decir como Julio Zamora (condenado a 20 años de cárcel por robo) que "Las condiciones (de vida) aquí son muy aceptables" y que "la comida tiene muchas calorías y es variada". De ahí, la justa indignación de otro preso entrevistado, Enrique Prieto (30 años por robo a mano armada), ante la insolencia de las Naciones Unidas que pretende inspeccionar las cárceles cubanas. ¡Cómo si pudiera haber alguna duda sobre las magníficas condiciones que disfrutan! "No creo que lo que hacen en Naciones Unidas sea correcto", dijo el reo Prieto, conteniendo a duras penas su rabia contra los que pretenden hollar el suelo soberano de las cárceles cubanas, amparándose en leyendas como la de los maltratos o la del hombre-colchoneta.

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