www.cubaencuentro.com Jueves, 21 de octubre de 2004

 
Parte 1/2
 
Carta a Tristán de Jesús Medina (I)
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Apostático y faisánico bayamés Tristán de Jesús Medina:

Si un siquiatra leyera un resumen de tu vida, y luego, imprudentemente, le pasara el ojo clínico a las razones que fuiste escribiendo y publicando en cada momento, donde defendías y argumentabas los porqueses de cada uno de tus lanzamientos orbitales, terminaría partiendo en dos su pipa —en su variante de estupor o hastío, conocida como "tener la cachimba llena de tierra"— y ofreciéndose como aguador voluntario en el Cordón de La Habana —esa variante moderna de lo que antes era ser "copero del rey"—, o en la primera granja de puercos que se le atravesara.

No es mi caso. Jamás he ejercido como profesional de tal disciplina científica, por mucha experiencia que haya ido acumulando. En definitiva, siempre ejercí del otro lado, y he sido muy paciente con ello. Mas, no dejo de reconocer que tu corta y estruendosa vida estaría mejor aprovechada en un Congreso Mundial de Siquiatría, que en un diccionario de la literatura cubana, o en los anales de la Iglesia Católica, a la que entraste y saliste con elegancia y algarabía de campeón de los pesos welter.

Una especie de Ray Sugar Robinson del ring, pero en cubano, pues siempre tenías cerca de los guantes, que es como decir a mano, la excusa que mejor nos excusa a los nacidos en esa isla apuntalada que flota aún en el mar Caribe, y que nos da patente de escorzo para dislates y temblorinas, desmesuras y travesuras, apostasías y fervores; aquello nos marca de por vida, porque es "un país en que todo es sol y fuego". Y "¡azúcaaaaaaa!" agregaría yo, para echarle salsita al asunto.

De entrada, perdono hasta que tus críticos se traumatizaran con tu fecha de nacimiento, que ha traído a más de uno cabeza abajo. Pero, sobre todas las cosas, te abrazo y apurrucho por ser bayamés. A un bayamés se le perdona todo, o casi todo, incluso pasarse seis meses en La Habana, en nuestra casa, con el pretexto del turno para el Calixto García. Por eso decidí estudiarte y comprenderte, y fue gracias a mi socio Jorge Ferrer —que se metió en camisas de once baros— que pude relacionar tu nombre con aquella callecita de Bayamo tan querida para mí en los carnavales. Un callejón tan íntimo, tan a mano, tan acogedor. Era un lugar tan romántico que a nadie se le ocurría orinar allí, y eso que estaba a un tin del molote. En fin, que aquel pasaje lleva tu desconocido y glorioso nombre, y fue para mi adolescencia una calle tin tan. Pero dejemos esas evocaciones para más adelante.

Decía que te salva del fuego del olvido haber abierto los ojos en mi pueblo aquel 23 de julio de 1831, en la misma casa donde había nacido Carlos Manuel de Céspedes. Mira si ando yo distraído y con evaluación precoz, que teniendo al prócer por Padre de la Patria, al leer que te alumbraron bajo su techo, le atribuí tu paternidad a Carlos Manuel y no al verdadero, que se llamó don José Antonio Medina, hijo de Baltazar, y a la sazón, Contador Principal del Ejército y Tesorero Administrador de Rentas Reales en la ciudad de Bayamo, que aún no era M.N.

Esas siglas terribles también fueron mi vergüenza y mi confusión, pues hasta hace poco pensé que significaban Moneda Nacional y no Monumento. Es importante lo de tener un padre Contador, aunque tu biografía demuestre que hubo momentos posteriores en que no contó contigo, y tuviste que contarle a otros. Al final como que nadie te hizo recuento, y mira que te esforzaste en las cuentas.

De esa relación contable se sabe poco. Sólo que te llevó con él a Santiago de Cuba, donde lo habían nombrado administrador de la Aduana, que es un cargo muy bonito, porque siempre sabes lo que te entra y lo que te sale; habiendo sido contador, pues ya va el chocolate espeso y el contrabando en cajas. Me asombra que entonces no te quedaras en Chago, peinando Padre Pico, abriendo la Trocha, sino que hiciste going going, simultánea y sucesivamente a extranjia. Así apareces de pronto en —going— Filadelfia y —going— otras ciudades de la Yumisión, y casi al unísono en las Europas —going—, metiéndole al griego y al esculapio en Madrid, y —going— Alemania, tal vez para agarrar el germen de lo germano. Y —going— vuelta a Cubita, porque en ese entonces lo del "país que es todo sol y fuego" te hacía menos daño que a Hatuey, o el horno aguantaba aún pastelitos.

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