www.cubaencuentro.com Jueves, 21 de octubre de 2004

 
  Parte 1/2
 
El vellocino de poliéster
Del petróleo virtual a la vaca portátil: ¡Al fin habrá keroseno, camellos y chispetrén!
por ENRISCO, Nueva Jersey
 

Sucede que ahora el petróleo se ha puesto de moda en Cuba. No se trata de que a los cubanos les haya dado por los motores diesel y no salgan a la calle si no es en Mercedes Benz. No. Incluso los "camellos", esos raros especímenes del transporte público que tan bien se han adaptado al paisaje cubano (tal vez por la falta de agua), siguen tan difíciles de capturar como el primer día. No. Se trata del petróleo todavía virtual detectado en las costas cubanas, pero cuya posible explotación hace soñar a los isleños con un trato más frecuente con el camello, la luz eléctrica y los dólares, entre otros derivados del petróleo.

Ovejitas

El petróleo ha devenido los últimos días como nuevo santo grial de la economía cubana, ese objeto que salvará a la nación de una vez y por todas como antaño se intentó con el café caturra, los diez millones de toneladas de azúcar, la leche de Ubre Blanca y el plátano microyet. Quien sugiera que el comandante, de tanto aparecer en las mesas redondas de la televisión, ya se piensa que es el rey Arturo, será fácilmente desmentido por los ejemplos que he mencionado antes: de toda la vida el comandante se ha empeñado en dar con aquello que le permita enderezar de una vez y por todas la economía cubana, pero ésta se resiste a producir en grandes cantidades otra cosa que no sea emigrantes.

El hecho es que el comandante, como un nuevo rey Arturo, o mejor, como un Jasón postmoderno, se ha lanzado a conquistar el vellocino de nuestra prosperidad económica, de igual forma que tantos cubanos en todos los tiempos han ido a la conquista de su felicidad: o sea, lanzándose al mar. Esta vez, sin embargo, el gobernante cubano ha decidido prescindir de la mano de obra nativa. Nada por ahora de consignas como "¡Cada cubano a sacar su cubo de petróleo!", para que luego se llenen los noticieros nacionales de compatriotas de todas las clases (carteros, dentistas, programadores de computación y amas de casa) sonrientes, haciendo cola con su cubito al pie del pozo de petróleo para dar su aporte a la economía nacional.

Dos cosas conspiran contra esta posibilidad: 1) la actual escasez de cubos, 2) que al encontrarse los pozos en alta mar pueda inducir a los compatriotas a confundirse y terminar buscando petróleo en algún sitio que no mencionaré, pero del que nadie regresa si no es por sólo tres semanas.

En esta ocasión, el comandante ha optado por encargar la prospección del petróleo a la empresa española Repsol, que lleva adelante los trabajos. Repsol realiza su ardua labor mientras no ocurra algún conflicto diplomático que obligue a nuestro canciller a recordar que esa fue la misma empresa que suministró el combustible para la quema de Hatuey.

Comienza la fiebre del oro negro en la Isla y todo se revuelve. Algunos empiezan por enterarse que la expresión "oro negro" se refiere al petróleo y no a nuestros atletas olímpicos o a los músicos de salsa. Están los que sueñan, como decía, con que los camellos pasen, digamos, cada media hora, y quienes lo hacen con poder montar algún día en ellos. Y aquellos que se vuelven especialistas en el tema y en cualquier esquina dan una conferencia de toda la utilidad que se puede extraer del petróleo.

"¡Es mejor incluso que el bagazo de caña! De él se pueden extraer fibras sintéticas, y quien dice fibras, dice pantalones de poliéster, camisas de nylon, capas de agua, preservativos, sillas plásticas…" (continúa la enumeración, pero la mención de los preservativos ha empujado la mente de sus interlocutores hacia temas más profundos). Luego vuelve a la carga con otro tema de interés: "¡Y del petróleo también se saca el keroseno, y quien dice keroseno, dice también chispetrén, hueso de tigre!".

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