www.cubaencuentro.com Domingo, 02 de enero de 2005

 
Parte 1/3
 
Carta a la momia de Matanzas
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Arrugada y momísima Josefa Petronila Margarita Ponce de León Heredero, fiambre insular:

Momia de Matanzas

He tardado mucho en escribirle. "No hay apuro", me dije, y yo, cuando me digo algo, cuando me susurro una cosa así en el oído, es como una orden. Y si lo hago en la penumbra serena de una iglesia, lo que me digo va a misa, porque es una orden religiosa. "Total", me dije también por lo bajo —no puedo hacer otra cosa midiendo estos espléndidos 1,65—, en lo que le restauran, le enmiendan la rótula y los húmeros redondos, y le hacen volver a la vida, mustia y olorosa, investigo cómo se hace una momia, aprendo cosas interesantes para el futuro de Cuba y la preservación de sus habitantes.

Un buen doctor y espeleólogo la había alojado en su casa, y allí, con mucho esmero, con pausado y profundo amor, con parsimomia y mimos, la iba prefabricando, restaurando, instaurando cada día. Y en eso se disparó 15 años, que es casi como un matrimonio, o, al menos, para que cualquier mal pensado considerara que eran pareja de hecho. Un matrimomio. Si él tuvo paciencia, y espeleólogo tanto tiempo, yo no iba a ser menos.

También me he demorado por un mar, en este caso de dudas. En primer lugar, no estaba seguro en qué idioma había que escribirle a una momia, fundamentalmente cuando es, o se dice, o resulta, la única momia cubana, pues en siendo de ese modo ya no es usted dueña de sí misma y de sí, sino momiedad estatal, y entonces se meten las instancias de por medio, las correspondientes y las superiores.

Cuando uno va a escribirle a una momia, le vienen a la cabeza una cantidad enorme de hipogrifos o jeroglíficos o triglicéridos o hipocampos o jerónimos o como rayos se llamen esas garrapatas egipcias, que cuando son griegas llamamos paraolímpicos.

Esto es importante, señora Josefa Petronila, porque sin ponernos de acuerdo en el sistema de símbolos a usar, terminaríamos en el toqueteo y la confiancita, y ni yo hubiera podido escribirle esta mazorca dispar, ni el buen doctor y espeleólogo que la desenfardó para rehacerle el descalabramiento habría podido cumplir su función.

Que en tratándose de un objeto tan preciado y antiguo, y valioso y antiguo, y perecedero y antiguo, hubo de haber mancomunión, estrecheces laborales, diálogo entre la momia y su hacedor, o, en este caso, el que le reparó el chasis después que un demente le reventara tímpanos, trapecios, occipucios, tibias y calientes a mandarriazos proletarios, y le dejara el apergaminado rostro como si se hubiera deslizado en home sin careta, boca abajo y desfallecida por falta de desayuno. Sin un idioma común no habría participado usted en su reconstrucción, guiando la trémula mano del componedor; situación que imagino y transcribo:

Reconstructor: (canta por lo bajo un tema de Los Compadres) "María Jindamba, María Jindamba, te parto la cara…".

Josefa Petronila: Cuidado con la rótula, mijo, que no hay piezas.

Reconstructor: Lo sé, vieja, no sé por qué me brotó esa canción maligna.

Josefa Petronila: Ten en cuenta que nací en La Habana el 19 de marzo de 1815. Mis huesos han aguantado mucho.

Reconstructor: Y que murió de una bronconeumonía a los 56 años, mi vieja, quédese quietecita que le voy a poner esta pieza que me consiguieron. No vea usted lo que uno tiene que hacer para conseguir una rabadilla aunque sea de uso.

Josefa Petronila: No veo por qué te empeñas… A mi edad…

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