www.cubaencuentro.com Domingo, 02 de enero de 2005

 
Parte 1/3
 
Carta a San Fang Kong
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Sincrético, amarillento y beatífico San Fang Kong o Sanfancón:

He estalo tolo el lato pensanlo esclibile tola una calta así, en chino manila, pelo luego me alepentí. Ela lifíci, mu complicalo, y agotadol. Hata que me lije: "Lamón, tila en tu ilioma, que el capitán va a entendelo tolo, que pala eso fue guelelo y depué, santo". Y así lo hago ahora, porque no domino mucho el cantones, a pesar de que siempre me di de canto, como todo un cantón —¿de cantón piedla?—, y tengo un aló con mango celebral entre lo que puede ser el cantones, el mandarín y el idioma oficial de tu gran país, que me acabo de enterar se llama putonghua, y ya me suena a ofensa y a burlita, y lo mío contigo es muy serio, muy dramático, muy de incienso que luego existo. El cantones me suena perversamente a cantúa, que es algo erótico y no geográfico. Y del mandarín sólo recuerdo el arroz frito y la cola, en la escalerita de la calle 23. ¿Putones? Muchos, y algunos provocaban cierto huá huá, que era juá juá juá la jardinera.

Más allá de la calle Zanja te conoce poca gente, cuando debieran, sabiendo que vivimos tirados en una cuneta, en un hoyo, en el camellón de un surco que es, más que zanja, zanjón, con un pacto doloroso. Creo que serías una buena prenda en cualquier altar, sobre todo si se han agotado las vías para pedirle cosas a otros del equipo celestial. Así que vienes siendo algo así entre el chino de la charada y el santoral al dorso.

Hay que tener en cuenta que la producción vaticana ha aumentado, y el Papa fabrica una media de santo y cuarto por día, apretando la marcha y poniendo en fila india, con turnos intransferibles, a toda una legión de beatos. Así no hay quien rece, pues no todos agarran ministerio, y de pronto tienes tres Ignacios en la misma cajita y debes diferenciarlos por los condimentos: San Pancracio, el perejil, Santa Bárbara, la pimienta, y ahora mismo me olvido de quién lleva el ajonjolí en la jaba.

Por eso un santo narra trae su burumba. Tiene su jala jala. Lleva su güenfa. Posee rabia en el tablero y piedra fina en el chekeré. Tal vez contigo se pueda apostar al directo y ligar el parlé, y hasta tiene su significancia política: si el santo mayor no abre la mano, me le voy por el dos, que es chino, aunque yo, personalmente no confíe mucho en esa jugada y prefiera esperar a que se tranque el dominó, que estoy seguro descubrir quién se pasó con fichas. En definitiva, el derecho internacional, al que me atengo como un merengo, dice que un chino es un chino hasta que no se demuestre lo contrario. Y agrego yo que cuesta mucho demostrarlo.

¿Qué cómo llegaste a Cubita la bella, y te instalaste en la destartaladera, junto al humo de azufre, el aguardiente, el cirio vacilante y el palestino humeante? La historia es sencilla, bonita, breve, pictórica, sabrosona, misteriosa y sencilla como contada por Kurosawa, que no era chino, pero miraba oblicuo, que es ya una condición para narrar como un narra. En el origen hay algo de ilegalidad, y eso me gusta. Lo advierto para los que teman el peligro nagüe, y sepan si la leen, que están casi rozando el delito de recepción ilegal de artículos.

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