www.cubaencuentro.com Domingo, 02 de enero de 2005

 
Parte 1/3
 
Carta a Sarah Bernhardt
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Divinísima y carretillera diva Henriette Rosina Bernard alias Sarah Bernhardt:

S. Bernhardt

Dicen que tenía usted un temperamento cargado de pólvora, un carácter explosivo, una vocación de polémica de ampanga, un ansia de libertinaje que le roncaba los mameyes y un estalaje que los más cultos llamarían rubensiano —por el pintor francés que amaba la amplitud de la carne— y que yo, oh pobre de mí, sólo alcanzo a calificar como de gordita chancletera. Masúa e insoportable, aunque con cierta graciosidad de rasgos, no la incluyo en mi ranking personal de damas deseadas. Una gorda que estalla a cada momento, y que pasa de la simulación al insulto, de la jaqueca a lo empalagoso, del halado de leva al improperio, del puente a la alameda, es superior a lo que le puedo dejar pasar a cualquier lucumí, aunque venga uniformado.

Pero en las tablas trabajaba usted de maravillas, dicen. Tal era su vena y su talento que dejaba a todos impávidos, impertérritos, impresionados e imprimidos, y con muchísimos billetes menos en los bolsillos, por supuesto, que si me pongo a hacer las cuentas de lo que sacó de su visita a La Habana, en enero de 1887, ya me voy dando cuenta de por qué tuvo luego en Brasil un accidente de tráfico del que tuvieron que serrucharle una pierna. Era una cantidad tan grande de dinero que todavía, con los precios de hoy, se me pone la carne de gallina blanca, por no decir de gallinita ciega. Usted lo merecía, claro está; cuando se llega a tener un caché, que la gente suelte las morocotas. Es un ansia humana y hasta hay su lema para eso: "Serenos como el caché".

En esa visita usted no solamente actuó, sino que dejó huellas varias a las que me referiré. Le dieron para usted solita el teatro Tacón, que era un augurio para empezar con buen pie, aunque más tarde perdiera la pantorrilla. El 10 de enero de ese año hizo lo que en francés se llama "debut", y en español "estreno", a pesar de que me tienta más el término campechano "aparición" —cuando lo que aparece es un fantasma o píritu, en noche cerrada y en campo abierto, se llama "aparición"—, y en esa temporada personal representó un repertorio variadísimo, que incluía Fedora, La extranjera, Fedra, La esfinge —donde presiento que se movía poco—, y La dama de las camelias. Y por todo eso cobró un congo. Yo he visto hacer de tuberculosa por menos plata, e incluso con más veracidad y tosiendo de manera más comprensible. Con La dama de las camelias recorrió medio mundo, lo que significa que contagió con el bacilo de Koch a un número considerable de personas que inclusive pagaron para ello.

No estoy seguro de que en aquella Habana de 1887 le conocieran el currículo completo, como lo de haber nacido el 22 de octubre de 1845, en París, del vientre de una cortesana francesa y del viento de un belga, que desapareció en el primer acto de la obra. Y luego, 15 años de Convento, que mirando bien la vidita que llevaría más tarde, le sirvieron de poco.

Dudo mucho que aquella ciudad de entonces, que todavía se llamaba San Cristóbal de la Habana, tuviera la moralina lista para no ruborizarse y ponerse al borde de la apoplejía por su existencia de actriz tan Revuelta. Usted no tenía convenciones ni para el amor ni para el equipaje. En lo segundo se hacía acompañar de varios perros, pájaros, tortugas, gatos, monos, leopardos, leones y caimanes. Ignoro si llevó el zoológico a la Isla, porque allí ya había cierta fauna para equilibrarle el déficit, al menos en monos y caimanes.

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